AFP (Agencia France-Presse)
TÚNEZ. - Desestabilizado ya por una profunda crisis política, Túnez se enfrenta ahora a los atentados contra el turismo, un sector clave para una economía en apuros. En la región de Susa (140 km al sur de Túnez), donde un kamikaze se hizo estallar el miércoles en una playa sin causar víctimas, se han reforzado considerablemente los controles policiales.
Las patrullas rastrean la zona turística con controles en las rotondas y hay policías desplegados delante de los supermercados, constató la AFP.
En la ciudad balnearia de El Kantaoui, a unos 10 km del lugar del atentado, los turistas reconocen que están un poco asustados por lo ocurrido la víspera y por el ataque frustrado en Monastir.
"Ayer sí que tuve miedo. Pero creo sobre todo que este tipo de incidentes son un peligro para Túnez. Seguimos sintiéndonos atraídos por el buen tiempo de aquí y estoy decidida a continuar con mis vacaciones", contó Aurélie, una turista francesa.
Su compatriota Michèle, de unos cincuenta años, tampoco piensa irse. "No quiero pensar en ello demasiado para no arruinar mis vacaciones", dijo, tumbada en la playa.
En Túnez la policía reforzó su presencia en la avenida central Habib Bourguiba, cortando el tráfico delante del ministerio del Interior.
En Zarzis (sudeste), una zona turística cercana a la isla de Yerba y a la frontera libia considerada como zona de paso para los traficantes de armas, se ha multiplicado la presencia de las fuerzas de seguridad.
Hay blindados en la entrada de la zona de los hoteles y patrullas policiales y militares controlan la carretera que va a Libia, registrando vehículos, constató un periodista de la AFP.
Según una fuente de la gendarmería consultada por la AFP, un sospechoso que transportaba fusiles Kalashnikov, lanzacohetes (RPG) y alcohol de contrabando fue detenido el miércoles por la noche después de que su coche volcara tras una persecución policial.
Los medios de comunicación tunecinos no ocultan su temor por el futuro del turismo, que se encuentra en convalecencia desde la revolución de enero de 2011 que hizo caer un 30% los ingresos y está teniendo dificultades para volver al nivel de antes de la revolución popular.
Hasta ahora las acciones de los yihadistas, que se han multiplicado, iban dirigidas contra la policía, la gendarmería y la oposición. De hecho el asesinato de dos opositores sumió al país en una grave crisis política.
El gobierno dirigido por los islamistas no dejó de repetir en los últimos meses que ningún turista se había visto afectado por las sucesivas oleadas de violencia.
Pero ahora los yihadistas apuntan "al corazón palpitante de la economía tunecina y quién sabe si están planeando urbanizar el terrorismo desplegando sus funestas acciones (...) en todos los lugares donde se concentran muchedumbres", afirma el periódico Le Temps en su editorial.
El presidente de la Federación tunecina de agencias de viajes, Mohamed Ali Toumi, prefiere ser optimista para la temporada de invierno, conocida por los viajes en el desierto fronterizo de Libia y de Argelia.
"La gente es algo reticente a reservar los viajes, es verdad, pero consideramos que será pasajero, será difícil en los próximos días, y luego, si Dios quiere, volverá a la normalidad", juzgó.
La situación política tampoco es boyante.
El poder y la oposición siguen negociando para nombrar antes del sábado a un primer ministro independiente que sustituirá al islamista Ali Larayedh para intentar superar una profunda crisis política.
Las negociaciones también permitirán adoptar una Constitución, que está siendo redactada desde hace dos años, y organizar elecciones para dotar al país de instituciones.
Las crisis políticas y de seguridad acabaron de minar la economía tunecina. Y eso que los altos índices de desempleo y de pobreza habían sido unos de los desencadenantes de la revolución.
La agencia de calificación financiera Fitch bajó el miércoles dos peldaños la nota de la deuda a largo plazo del país a "BB-" debido a la incertidumbre política, el aplazamiento electoral y la cantidad de atentados.