Los disturbios étnicos en Kirguizistán fueron provocados

RIA Novosti, Rusia

MOSCÚ, Sanobar Shermatova, RIA Novosti. - En Kirguizistán se expresan dos opiniones acerca de los trágicos acontecimientos, acaecidos la noche del 10 al 11 de junio en la ciudad de Osh (Kirguizistán). Muchos suponen que los enfrentamientos entre jóvenes kirguises y uzbekos que desembocaron en incendios de centros comerciales y automóviles, así como en un gran número de víctimas mortales y heridos, tenían un carácter espontáneo. Hay quienes opinan que la "entrada en escena" de estos jóvenes violentos fue organizada a propósito para empañar la celebración en Tashkent (Uzbekistán) de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai. No obstante, todos coinciden en que en los disturbios han participado grupos criminales.

Los disturbios étnicos en Kirguizistán fueron provocados

El Gobierno interino del país disponía de datos sobre la tirantez en la parte sur del país. El pasado 5 de junio, interviniendo ante los miembros del Gobierno y representantes de la sociedad civil, el portavoz del Ejecutivo, General Ismail Isakov, anunció que en la parte sur del país se estaban movilizando las agrupaciones delictivas, lo que era de esperar, por otra parte. Cambios políticos en Kirguizistán inevitablemente llevan a ajustes de cuentas criminales.


Según los servicios de seguridad de Kirguizistán, después de la revolución de marzo de 2005, en las zonas sur del país se produjo un reparto de propiedad a gran escala, a consecuencia del cual el hermano del Presidente Kurmanbek Bakíev, Ajmat, se hizo con el control del negocio legal e ilegal, incluido el tráfico de drogas. En su entrevista a una de las revistas de Moscú, el ex-Jefe del Servicio de Seguridad Nacional de Kirguizistán, Artur Medetbekov, aseguró que uno de los canales de narcotráfico más importantes de la región que pasaba por Tayikistán, Kirguizistán y Kazajstán y luego seguía por el territorio de Rusia y de países europeos, estaba controlado por Ajmat Bakíev a través de los cabecillas de grupos criminales.


Uno de estos cabecillas, Aibek Mirsidikov, era el supuesto responsable de la organización de disturbios, ocurridos el pasado 19 de mayo en la ciudad de Jalalabad. Era, sin lugar a dudas, el primer intento de dar una matización étnica a la incipiente lucha entre los prosélitos del Gobierno interino y los partidarios del presidente Bakíev. La muchedumbre acabó apedreando el edificio de la Universidad de la Amistad de los pueblos de Kirguizistán y Uzbekistán, donde se había atrincherado el líder de la comunidad uzbeka de la ciudad, Kadyrzhan Batyrov, y sus adeptos. La situación parecía haberse estabilizado tras la introducción del estado de emergencia y del toque de queda, extendido hasta el 2 de junio. No obstante, la amenaza de una nueva crisis seguía pendiente y se llegó a sospechar que Aiber Mirsidikov estaba organizando otra oleada de disturbios. La noche del 6 al 7 de junio, Mirsidikov fue matado.


Comentando su muerte, el Gobernador de la provincia de Jalalabad, Bektur Asanov, señaló que los "partidarios de Bakíev se habían quedado sin su protector criminal".


Cierto es que el crimen y el poder llegaron a estar tan estrechamente vinculados, que cuesta creer en la versión de enfrentamientos interétnicos. Parece más verosímil la hipótesis de que la "entrada en escena" de los jóvenes violentos se la había hecho coincidir con la cumbre de la OCS. Tampoco lo descarta la Presidente interina de Kirguizistán, Rosa Otunbáyeva, que ha manifestado hoy: "En estos momentos se está celebrando la cumbre de la OCS, ¿cuáles habrán sido los motivos de quienes han organizado los disturbios?".


No es fácil hacerse una idea de dichos motivos. Al ser orquestadas las acciones violentas desde la clandestinidad, su realización suele diferir bastante de la planeada. Tampoco se podrá evaluar la envergadura del conflicto, mientras se sigan produciendo enfrentamientos en los alrededores de Osh, desde donde los grupos armados intentan penetrar en la ciudad acordonada por unidades acorazadas.


Hace veinte años, para poner fin a los disturbios, que segaban la vida de centenares de personas, en Kirguizistán fueron desplegadas unidades del Ministerio del Interior de la URSS. Es posible que los supuestos organizadores de los enfrentamientos actuales tuvieran el mismo guión. Poco casual parece el hecho de haber coincidido las revueltas en Jalalabad con los llamamientos a involucrar más activamente en el arreglo de la situación en Kirguizistán  a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), hechos desde Minsk, donde se había refugiado el derrocado presidente Bakíev con su familia. En aquellos momentos empezó a flotar en el aire la idea aventurera de desplegar tropas de la OTSC en la zona del conflicto. De haber sido así, el "legítimo Presidente Bakíev", como lo llama el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, habría regresado triunfante al país para poner fin al caos.


Sea como sea, los disturbios han coincidido con la cumbre de la OCS. No obstante, no se obtuvo el resultado deseado. Durante una rueda de prensa, el Presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, de momento descartó la posibilidad de despliegue de las tropas de la OTSC en Kirguizistán. En su opinión, los acontecimientos en Osh precisan de una detallada investigación. La cumbre hizo patente que ningún país desea entrometerse en los conflictos internos en Kirguizistán.


El texto de la Resolución de la OCS, redactado y aprobado de antemano, quedó en vigor. Se prevé que los países miembros de la Organización enviarán a observadores al referéndum, a celebrarse el próximo 27 de junio, lo que confirma el reconocimiento del proceso de legitimación del proceso político en Kirguizistán. Los Presidentes de Rusia, Kazajstán y Uzbekistán confirmaron su postura inicial respecto al Gobierno interino.


Es difícil predecir el futuro de un país, desgarrado por desastres políticos y sociales. Una nueva oposición política al Gobierno interino instiga a la población a no participar en el referéndum. El futuro de la consulta pública parece pender de un hilo, pues no se sabe cómo acabarán los enfrentamientos en Osh. Incluso si se consigue estabilizar la situación para la fecha de la votación, no hay garantía alguna de que los disturbios no estallen en otra parte del país, sin que se pueda proceder a la tan esperada legitimación del poder. Kirguizistán se está sumergiendo en lo más profundo del caos, mermando las posibilidades de normalizar la situación.




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