Los falsos revolucionarios de Israel

Gilad Atzmon

Londres. - Tiene gracia que algunos de los marxistas más tópicos que andan sueltos por ahí estén tan entusiasmados ante las actuales manifestaciones en Israel, que estúpidamente interpretan como una prueba del “espíritu revolucionario israelí”. Están convencidos de que ahora que la “clase obrera” se ha levantado, la paz terminará por prevalecer.

Los falsos revolucionarios de Israel
El problema es que, al menos por el momento, lo que sucede es exactamente lo contrario de un nuevo despertar de la clase obrera. De hecho, en Israel algunos ya están hablando de “manifestaciones inmobiliarias”, pues lo que exigen los manifestantes es una casa en propiedad con las llaves en la mano… y la quieren ya. Lo que estamos viendo en Tel Aviv no se parece en nada a las luchas que tienen lugar en la Plaza Tahrir o en Atenas. Como mucho, las manifestaciones imitan una lucha por la justicia o una protesta socialista, pero las similitudes se terminan ahí.
 
Motti Ashkenazi (una figura legendaria israelí contra el establishment) escribió ayer en ynet que “necesitamos otra izquierda en Israel, una izquierda más modesta que se preocupe por los pobres de este país, en vez de por las dificultades de nuestros vecinos”. Más claro, agua: está pidiendo un cambio en el pensamiento “progresista” israelí y su conclusión parece ser que deben olvidarse de Palestina para concentrarse en los judíos del Estado de Israel”.
 
El profesor de literatura hebrea Nissim Calderon opina algo similar: “Hemos erigido una izquierda que se ha centrado en la lucha por la paz, sólo por la paz. Pero nuestra lucha tiene un gran agujero y es que no hemos hecho nada por la justicia social.” De nuevo, el izquierdoso Calderon se refiere a la lucha social dentro de los límites de la población judía israelí.
 
Lo cierto es que las protestas masivas en Israel están a años luz de una genuina revolución social: por mucho que nos las presenten como protestas populares, en la práctica se trata de un festival populista. Según las noticias provenientes de Israel, los líderes de las manifestaciones son incluso reacios a pedir la dimisión de Netanyahu. Y en cuanto a cuestiones de seguridad como son la ocupación y el presupuesto de defensa, ni siquiera las mencionan, no vaya a ser que se esfume el creciente apoyo que están recibiendo.
 
Lo de Israel no es ni revolución socialista ni lucha por la justicia, sino más bien la explosión burguesa de un “quiero y no puedo”: los manifestantes se mueren por ser propietarios, pero la realidad del país no se lo permite. La política, la ética o la conciencia social les importan un rábano y tampoco parecen preocuparles mucho la desnutrición en Gaza o los crímenes de guerra de los que son colectivamente cómplices. Todo les resbala, excepto la casa que no poseen.
 
¿Y por qué quieren ser propietarios de una casa? Porque no pueden alquilarla. ¿Y por qué no pueden alquilarla? Porque el alquiler es muy caro. ¿Y por qué es muy caro? Porque Israel es la encarnación definitiva de una sociedad corrupta, especuladora hasta la médula y capitalista. Ésa es la auténtica historia que nadie nos cuenta. Si el sionismo era un intento de resolver la “cuestión judía”, como tan perspicazmente lo definió Shalid Alam, está claro que ha fracasado, pues lo único que ha hecho es trasladar la “cuestión judía” a un nuevo lugar, Palestina.
 
El sionismo prometió crear un nuevo judío, productivo y ético, opuesto a lo que se definía como el “capitalista especulador de la diáspora judía” [1]. Ha sido un fracaso rotundo, ya que los judíos del Estado de Israel están ahora sufriendo los síntomas de su muy problemática cultura [2].
 
Israel, que supuestamente debía ser el Estado del pueblo judío, se ha convertido en un refugio para los judíos más ricos y corruptos del mundo: según el periódico británico The Guardian , “de los siete oligarcas que controlaban el 50% de la economía rusa durante los noventa, seis eran judíos”. En las dos últimas décadas, muchos oligarcas rusos han adquirido la ciudadanía israelí. También pusieron a salvo su dinero sucio invirtiéndolo en el refugio financiero de pabellón blanquiazul. Wikileaks ha revelado que “fuentes de la policía israelí estiman que la mafia rusa ha lavado 10.000 millones de dólares en fondos de inversión israelíes” [3]. Megaestafadores de la talla de Bernie Madoff estuvieron canalizando su dinero durante décadas a través de instituciones sionistas e israelíes. Israel encabeza el ranking mundial de exportación de “diamantes manchados de sangre ”. Es también el cuarto traficante de armas del planeta. Parece obvio que los diamantes y las armas hacen buena pareja. Y la cosa no termina ahí, pues de vez en cuando los medios sorprenden a Israel con las manos en el tráfico y en la cosecha de órganos.
 
Israel parece haberse convertido en poco más que un enorme refugio judío de oligarcas, estafadores, traficantes de armas, traficantes de órganos, mafiosos e importadores y exportadores de diamantes. Pero además de eso, los judíos ricos compran casas para sus vacaciones en Tel Aviv y Jerusalén: sólo en Tel Aviv hay miles de propiedades vacías durante todo el año, mientras que los israelíes nativos son incapaces de encontrar un techo bajo el que vivir.
 
Los israelíes todavía no han comprendido cuál es su papel en este espectáculo del horror: ni siquiera se han dado cuenta de que son sólo soldados de a pie en este escenario cada vez más horrendo. No son conscientes de que su Estado mantiene a uno de los ejércitos más poderosos de la tierra para defender los bienes de sólo un puñado de los judíos más ricos e inmorales de la historia.
 
Es posible que estén incapacitados para darse cuenta de todo esto, pero lo cierto es que los líderes de esta “revolución inmobiliaria” quieren mantenerla a toda costa como una aventura con fines exclusivamente materiales, sin meterse en política. Parece obvio que su lema es: “Dadnos una casa y nos piramos de la plaza”.
 
Supongo que en una sociedad tan inherentemente codiciosa y racialmente orientada lo lógico es que la disidencia se reduzca al materialismo más banal. Los israelíes no pueden escapar de su infausto destino porque su cultura autodestructiva los mantiene prisioneros y con los ojos vendados. Tal como algunos, entre los que me cuento, venimos prediciendo durante más de una década, la sociedad israelí está a punto de implosionar. Es sólo una cuestión de tiempo.

Gilad Atzmon


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