Los guerrilleros del Che, Pombo y Dreke

Tiempo Argentino, Argentina

Buenos Aires. - Estuvieron con Ernesto Guevara en momentos cruciales de su lucha, cuando ese médico argentino se probó en la batalla de qué madera estaba hecho. Y desde su adolescencia empuñaron las armas para concretar sus ideales. Ingresaron a la guerrilla en Sierra Maestra, estuvieron junto a Fidel y el Che el día que la revolución llegó a La Habana y luego pasaron por las experiencias dramáticas del Congo y de Bolivia. Pero no hablan de fracaso.

Ernesto Che Guevara.
Ernesto Che Guevara.
Harry Antonio Villegas Tamayo es más conocido como Pombo, el seudónimo que el Che Guevara sacó de un diccionario de lengua swahili y significa hoja, para identificarse ante la guerrilla que intentaba organizar en el Congo, en 1965. Pombo acompañó casi hasta el final su aventura en Bolivia, donde fue uno de los tres sobrevivientes. Había comenzado su lucha contra la dictadura de Batista siendo un niño, a los 12 años.
Víctor Dreke Cruz también se acercó desde muy chico al movimiento guerrillero cubano, encabezado por Fidel Castro, cuando tenía 15. Fue luego protagonista en la epopeya de Playa Girón y el segundo del Che en el Congo.
Dreke Cruz tiene 74 años y Pombo 71. Ambos fueron a Rosario para celebrar el aniversario de Ernesto Guevara y de paso por Buenos Aires se mostraron sorprendidos ante Tiempo Argentino por el fervor de tantos jóvenes argentinos interesados en conocer detalles de la vida de este médico rosarino que encontró su destino en la revolución socialista.
“Vengo viendo un cambio en la interiorización de los argentinos de la figura del Che. Y es muy agradable porque uno siente que el lugar por el que más sentimiento tenía porque allí nació y por el que quería realmente luchar, lo va aceptando como una figura universal, como un paradigma de las juventudes del mundo”, dice Pombo, apoltronado en un sillón de la residencia del embajador cubano en Buenos Aires.
A su lado, Dreke Cruz tomará una cierta distancia del mito. “El Che que nosotros conocimos es el Che combativo, el Che del pensamiento, de los principios. Un hombre de carne y hueso que arriesgó su vida y que por eso murió. Es el Che crítico, analítico, que cuando tomaba una medida, era capaz de llevarla a cabo.” Y se entiende, ya que, se apresura en aclarar, “yo lo conocí, estuve con él, vi cómo se te desaparece y tú no puedes hacer nada. Por eso cuanto te preguntan respondes, pero te duele. Sé que así es la vida, pero es muy difícil hablar del Che todos los días, de cómo fue el último momento, ahora, después de 40 años.”
Eso no impide que estos combatientes surgidos de hogares muy pobres de campesinos que alcanzaron títulos universitarios, grados militares, escribieron sus memorias y en el caso de Dreke llegó a embajador en la Guinea Ecuatorial, se extiendan sobre esos últimos momentos en la vida del Che en combate.

–Una cosa que sorprende cuando uno ve su trayectoria, Pombo, es la cantidad de veces que el Che lo castigó. ¿Cuántas fueron?
–Como cuatro veces. Éramos muy jóvenes. Era travieso, inquieto yo…
–Él  tampoco era viejo…
–Él tampoco era viejo pero tenía la responsabilidad de dirigirme, y en toda actividad humana tiene que haber disciplina. Y si se trata de la guerra, más disciplina aún. El Che le daba gran importancia a educar con el ejemplo, pero estaba bien claro que la disciplina era imprescindible. Y que si no se acataba de forma conciente, había que imponerla.
–¿Usted era rebelde o travieso?
–Travieso. Si fuera rebelde, me hubiera botado de la columna. Éramos jóvenes. No teníamos toda la formación que se requiere.
–¿Qué lo llevó a unirse a la guerrilla? ¿La impulsividad juvenil, la necesidad de justicia?
–Una mezcla de todas las cosas. En primer lugar se había producido el golpe de Estado de Batista, un fenómeno que todos los cubanos rechazaban, especialmente la juventud.
–Pero ustedes eran muy chicos...
–No teníamos conciencia política, pero sí conciencia de lo que estaba pasando.  Y escuchábamos, y estábamos embarcados de todo el fenómeno de la resistencia. Tenía un hermano que se había postulado para Concejal por el Partido Ortodoxo, y el objetivo del golpe de Estado, era impedir que los seguidores de Eduardo Chibas, entre ellos Fidel, pudieran llegar a tomar el poder. Independientemente de la juventud, iba uno tomando conciencia. Es una de las causas. Estábamos inmersos en la Sierra Maestra, con una influencia grande de los combates, de los resultados, unos reales y otros ficticios,  que decía la radio..., pero a uno le llegaba, y se va entusiasmando con querer participar. Y a uno cuando es joven le gusta experimentar. Nosotros estábamos ahí inconscientemente, no con la conceptualización del Che, pero enfrentamos la lucha.
–¿Cómo fue adquiriendo esa conciencia política?
–En el mismo proceso. Primero, el Che no nos dejaba en espontaneidad. Él inducía. Nos hacía estudiar, superarnos. Nosotros por ser campesinos no teníamos buen nivel cultural ni de instrucción. Éramos prácticamente analfabetos, y era esa una cosa contra la que luchaba el Che. Para preparar a los hombres que luchaban, para que fueran capaces en algún momento de ocupar cargos de dirección. Eso le preocupaba, y nos hacía transitar por el análisis de las traiciones históricas. Y ya cuando triunfó la revolución, entramos a la escuela más concreta, de formación ideológica.
–¿Imaginaban que iban a llegar a ese momento de la escuela?
–Lo hicimos con el objetivo de no quedarnos en las fuerzas armadas. Era una visión del Che, de Fidel, preparar a la gente para eso, pero nosotros no nos queríamos quedar. Nosotros teníamos la idea de volver a nuestras casas, a la cosa normal. Todo el mundo quería eso, y Fidel no nos dejó ir. “Hay que quedarse”, decía, “no vamos a derrotar a la tiranía para entregárselo a quién”. El Che tenía experiencia porque eso lo vio en Bolivia, en la revolución de 1952, cómo un día los mineros derrotaron al ejército, tomaron el poder y no podían gobernar.
–Dreke, ¿cómo los cambió a ustedes el Che, más allá de la revolución?
–Lo primero que me dio una gran impresión fue su honestidad, su sencillez a pesar de sus méritos militares, que fue lo primero que conocimos. Después, conocimos también sus méritos políticos, y de preparación. Su modestia, su firmeza revolucionaria. Eso nos dio una escuela inolvidable. Y después volvió a ratificar lo mismo fuera de Cuba, en el Congo, porque se hizo un verdadero ídolo en la zona en que estaba, no como un Che guerrillero, porque ellos no tenían la posibilidad de analizar al Che como guerrillero, sino el Che como médico, como persona, como ser humano. Tratando a los africanos, visitando los lugares donde ellos vivían, compartiendo con ellos, y se hizo famoso el “Doctor Tatu”, el médico cubano. Tatu cubano, era lo que ellos conocieron.
–¿Quedó amargado el Che después de la experiencia de El Congo?
–Yo no lo llamaría amargura. A mi criterio, el Che quedó con una nueva experiencia de la situación real que vivió. El Che no era teórico solamente. Era teórico y práctico, cosa no fácil de encontrar en una sola persona. El tenía esas dos facultades. Tenía su libreta y escribía todo el día, pero soltaba la libreta y al combate. Al fusil y a combatir. Dos grandes cualidades para un revolucionario. Se percata en el Congo de que todavía no estaban las condiciones para la lucha que llevaban los congoleses. Que había que aplicar otra forma de lucha para los africanos. En reuniones con los máximos dirigentes de aquellos movimientos los señores le decían lo que ellos veían, lo que les parecía. Entonces no tenía forma de valorar si era cierto o no,  y partiendo Fidel de que nunca se debe decir una mentira, él creyó que era cierto lo que decían, “que peleamos, que tenemos tantas armas, tantos lugares tomados”, y no era cierto.
–¿Era mentira o voluntarismo?
–Ellos creían. Pero en algunos lugares no era así. Hay que ver la situación de la guerra en aquel momento. Había una ofensiva y como estaban los mismos congoleses, no se ponían de acuerdo y se retiraban. Tiraba algunos tiros unos para un lado, los otros para otro, y se retiraban, pero no había una ciudad consolidada cuando llegamos nosotros. En la primera lucha, se tomaron ciudades y ciudades, pero luego no tenían cómo mantenerla, no tenían personal preparado para eso, desde el punto de vista político ni militar. Cuando analizas en aquel momento no tenían el nivel inclusive. Eran campesinos, pero no se pueden comparar con los campesinos de América Latina. 
–¿Qué fue lo que falló en Bolivia, Pombo?
–Falló Mario Monje (el fundador del Partido Comunista boliviano). No sólo en Bolivia, porque el Che no pretendía ir a hacer una revolución que le correspondía a los bolivianos. El Che pretendía crear un movimiento que abarcara todo el Cono Sur, teniendo como objetivo definido a Argentina.
–¿Por qué Bolivia?
–En primer lugar porque, desde el punto de vista histórico, Bolivia  tuvo un movimiento muy fuerte que se enfrentó a los españoles, a los realistas, las llamadas “republiquetas”, movimiento que creó elementos de combatividad en los bolivianos. El Che dominaba eso. Conocía también todo el levantamiento de la ciudad de los tres nombres, Chuquisaca (hoy Sucre), el levantamiento de Tupac Katari. El Che conocía eso, y también el elemento de Bolivia de ser mediterráneo, por lo tanto cualquier movimiento que quisiera mantenerse, necesitaba un vecino, al menos uno, que lo apoyara. En lo topográfico o geográfico, era un país con una red de caminos muy limitada, beneficioso en un momento y perjudicial en otro. En los momentos del combate, le es más difícil desplegar grandes agrupaciones de fuerzas y el abastecimiento al enemigo. Es difícil para la guerrilla porque la incorporación es más lenta, debe ser más dirigida. Todo esto se tuvo en consideración.  No iba a ser algo espontáneo como en Cuba, porque la densidad de la población era limitada, y había que llevar a la gente porque no había caminos. Además de esto, había un Partido Comunista joven. El más joven en ese momento. Un puñado de gente que estaba en edad de poder ir a la montaña, y la voluntad manifiesta de ellos de ir a la montaña, de alzarse. Pero después, no cumplió. 
–¿En algún momento él pensó que eso iba al fracaso?
–No. Cuando un ser humano con la capacidad  del Che se decide a ejecutar una cosa, no es para fracasar. Era para alcanzar el objetivo: la victoria. A una confrontación de esa naturaleza no se puede ir concibiendo la derrota, más cuando tienes gente atrás. El Che pensaba en eso. Y una vez nos recordó algo que le había pasado a Fidel en la Sierra, después del desembarco, cuando se reunieron siete en Cinco Palmas y dijo: “La revolución está hecha.” ¡Con siete gentes! Raúl llegó a pensar que Fidel estaba loco, pero era su optimismo. El revolucionario por lo general es optimista, por eso es soñador. Si no, no podría soñar. Cuando usted le tira la correlación de fuerzas, que somos cuatro gentes,  la matemática no da. Tiene que estar permeado de un optimismo, de confianza en si mismo.  El Che, con su gran rigor psíquico, le daba una calificación a cada día, y el único día que califica derrota es el 26 de septiembre (de 1967), porque tuvimos un golpe fuerte, caímos en una emboscada, nos mataron a tres, y eso no nos había ocurrido antes. Pero no perdió la confianza en la victoria.
–Dreke, ¿en Playa Girón estuvieron seguros de que iban a triunfar?
–Sí, lo supimos siempre. Estábamos seguros de que los íbamos a derrotar (a los mercenarios armados por los EE UU). Y además íbamos a cumplir las órdenes de Fidel. En Playa Girón, en el ’61, no éramos los mismos muchachitos que empezamos con 15 ó 18 años. Ya teníamos conocimiento. Había terminado la guerra y teníamos idea acerca de qué era el imperialismo, y que había que derrotarlo. Y ese fue el impulso de todos los combatientes. Teníamos el refuerzo moral de que Fidel estaba al frente de la tropa, no estaba en La Habana, y estaban todos los principales dirigentes de la revolución, muchos hoy fallecidos. El Che no estaba ahí porque debía estar en Pinar de Río, para ver qué pasaba si desembarcaban ahí y garantizar lo que pudiera suceder. Aleida (March, la segunda esposa del Che)  estaba en el centro, Raúl, en Oriente  y Fidel ahí. 
Pombo: –Te agrego que estábamos obligados a derrotarlos. Era la misma concepción de José Martí. Si no lo hacíamos a tiempo, intervenían los estadounidenses. La concepción de la guerra rápida en 1895 de José Martí, era esa: impedir que ellos intervinieran. No se logró en ese momento. Teníamos claro que  si no derrotábamos rápido a los mercenarios, desembarcaban las tropas estadounidenses. No nos podíamos arriesgar a que desembarcaran. Estamos a 90 millas de ellos.


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