Los pájaros convierten la vida en Sídney en una pesadilla
AFP (Agencia France-Presse)
SÍDNEY, Remi Noyon, (AFP) - No es Bodega Bay, donde Alfred Hitchcock rodó su mítica película "Los pájaros", pero la convivencia entre aves y humanos en Sídney puede convertirse en una pesadilla.
"Los ibis blancos son muy frecuentes entorno a los patios de los colegios y los profesores deben explicar a los niños cómo defenderse de ellos. Vuelan encima de los alumnos y comen su desayuno", explica el ornitólogo Mark Davis.
El mes pasado, en Brisbane (este), un estudiante de Derecho fue condenado a 120 horas de trabajo por haber matado a patadas a un ibis que intentaba robarle el bocadillo.
Para defenderse, el chico explicó que hace tiempo fue atacado por una urraca y que desde entonces tiene miedo de los pájaros australianos.
Aunque este tipo de situaciones extremas son raras, por todos es sabido que comer un pastel o un bocadillo cerca de la Ópera o de los embarcaderos de los ferrys de Sídney, sitio predilecto de las gaviotas, requiere un nivel de atención altísimo.
No satisfechos con dejar los céspedes llenos de defecaciones y de atacar las orejas de los transeúntes enamorados, los ibis también molestan a los animales de los parques naturales o de los zoológicos.
"Cuando los empleados traen la comida, los ibis aparecen y se la llevan", dice Mark David.
En algunos barrios de Sídney, los habitantes también tienen por costumbre descubrir al despertarse que su bonita terraza ha sido literalmente troceada. Las cacatúas mantienen el buen estado de su pico mascando madera.
"Normalmente, comen las ramas de los árboles, pero en la ciudad se adaptan y echan el ojo a las casas", asegura Adrian Davis, que estudia loros en la Universidad de Sídney.
Según él, la población de esta especie en Sídney supera la que vive en el Parque Nacional Royal, situado al sur de la ciudad.
Las quejas de los ciudadanos se originan muchas veces por el rechazo que despiertan algunas especies. La palma se la lleva el minero ruidoso, cuyo canto agudo rompe los tímpanos. Le sigue el cuco Koel, que canta con todas sus fuerzas.
Algunas personas están tan acostumbradas al barullo de los pájaros que acaban encontrándoles una utilidad: en cuanto alguién entra en su jardín, ¡se enteran inmediatamente!
Los mineros ruidosos crean tal follón que hacen las funciones de alarma. "Los pájaros estaban aquí antes que nosotros, así que se adaptan como pueden al ambiente urbano", relata Mark Davis.
Todas las especies autóctonas están protegidas y está estrictamente prohibido matarlas. Los campos de golf, sin embargo, pueden pedir un permiso especial para disparar contra los pájaros si acaban molestando. Los ciudadanos, sin embargo, deben conformarse con los gatos y las pistolas de agua como únicas armas.