Los palestinos expulsados por colonos sueñan con volver a sus tierras
AFP (Agencia France-Presse)
Silwad, Palestina. - Mariam Hamad recuerda perfectamente el día en el que los colonos se apropiaron de sus fincas. Fue hace 20 años y desde esa fecha esta palestina de 83 años nunca fue capaz de pisar lo que se convirtió en la colonia de Amona.
Al comienzo de febrero, 20 años después de ese funesto verano de 1996, las autoridades israelíes demolieron, entre gritos y enfrentamientos, decenas de viviendas prefabricadas instaladas por los colonos en esta colonia de Cisjordania, un territorio palestino conquistado por Israel en 1967.
Amona fue demolida por orden de la Corte Suprema israelí, que la considera ilegal por haberse construido en tierras privadas palestinas, como las de Mariam Hamad.
Pero la situación en la que quedan las 40 familias judías que residían en Amona ha inspirado una propuesta de ley que, de aprobarse, prohibiría una evacuación similar en otros asentamientos. Un texto que escandaliza a los palestinos y alarma a la comunidad internacional.
Entre el tumulto de la evacuación y la respuesta política los seis propietarios palestinos de las tierras han caído en el olvido. Ellos quieren que el desalojo suponga su regreso a las tierras en las que Mariam Hamad y su familia cultivaban tomates y sandías un año, y trigo al siguiente.
Después de 20 años de combate legal en los tribunales israelíes, Mariam Hamad y los demás esperan volver a un territorio que no conocen bajo el nombre de Amona, sino de Al Mazarea (las granjas en árabe).
Por el momento todavía no pueden ir. El ejército israelí impide la entrada de civiles en la zona.
En su casa de Silwad, en una colina cercana, Mariam Hamad conserva sus herramientas agrícolas y un haz de trigo seco de la última cosecha de 1996.
"Estaba trabajando en el campo con mi marido cuando los colonos nos obligaron a marcharnos", cuenta. Su marido intentó resistirse, pero no pudo.
Los colonos le dijeron: "Esta tierra no es tuya, es nuestra", recuerda.
Ella intentó volver en dos ocasiones a sus dos hectáreas y media de terreno. La primera vez se lo impidieron los soldados israelíes que lo protegían. La segunda dio media vuelta por sí misma -cuenta- porque vio morir a una mujer que había ido a llevar comida a su marido.
Ibrahim Yaqub, de 56 años, otro propietario, cuenta que su madre resultó herida por disparos de colonos y que mataron a su tía. "El ejército israelí registró una demanda contra persona desconocida", añade.
Desde la creación de Amona hasta su desmantelamiento, 13 palestinos murieron en los alrededores de la colonia cuando intentaban ir a sus tierras o durante manifestaciones, afirma Abdel Rahman Saleh, el alcalde de Silwad.
"Silwad tiene una superficie de 1.800 hectáreas", asegura el alcalde, enseñando los planos. Pero 1.300 de ellas no son edificables ni utilizables para el cultivo por tratarse de zona militar israelí.
Con el apoyo de oenegés israelíes y palestinas, Mariam y los demás juntaron los títulos de propiedad, toda la documentación que tenían y recurrieron a los tribunales. En 2014, la Corte Suprema ordenó que les devolvieran las tierras.
Desde ese día Ibrahim Yaqub espera la hora en la que le autoricen a volver a sus más de tres hectáreas de terreno que sus hijos nunca han visto. "No tienen ningún vínculo con esta tierra, será la ocasión de crearlo".
Gilad Grossman, portavoz de la oenegé Yesh Din, que ha ayudado a los propietarios, confía en que Israel abra "pronto" la zona militar para que los palestinos regresen. Pero por experiencia sabe que hay que ser prudentes. "Teóricamente todo es posible", afirma.
"Volveremos a nuestras tierras", promete el alcalde de Silwad, "sin enfrentamientos, sin lanzar piedras, pero con la fuerza del Derecho y de todos los documentos que tenemos".
Gran parte de la comunidad internacional considera la colonización como un obstáculo a la paz.
Amona fue demolida por orden de la Corte Suprema israelí, que la considera ilegal por haberse construido en tierras privadas palestinas, como las de Mariam Hamad.
Pero la situación en la que quedan las 40 familias judías que residían en Amona ha inspirado una propuesta de ley que, de aprobarse, prohibiría una evacuación similar en otros asentamientos. Un texto que escandaliza a los palestinos y alarma a la comunidad internacional.
Entre el tumulto de la evacuación y la respuesta política los seis propietarios palestinos de las tierras han caído en el olvido. Ellos quieren que el desalojo suponga su regreso a las tierras en las que Mariam Hamad y su familia cultivaban tomates y sandías un año, y trigo al siguiente.
Después de 20 años de combate legal en los tribunales israelíes, Mariam Hamad y los demás esperan volver a un territorio que no conocen bajo el nombre de Amona, sino de Al Mazarea (las granjas en árabe).
Por el momento todavía no pueden ir. El ejército israelí impide la entrada de civiles en la zona.
En su casa de Silwad, en una colina cercana, Mariam Hamad conserva sus herramientas agrícolas y un haz de trigo seco de la última cosecha de 1996.
"Estaba trabajando en el campo con mi marido cuando los colonos nos obligaron a marcharnos", cuenta. Su marido intentó resistirse, pero no pudo.
- 'Volveremos' -
Los colonos le dijeron: "Esta tierra no es tuya, es nuestra", recuerda.
Ella intentó volver en dos ocasiones a sus dos hectáreas y media de terreno. La primera vez se lo impidieron los soldados israelíes que lo protegían. La segunda dio media vuelta por sí misma -cuenta- porque vio morir a una mujer que había ido a llevar comida a su marido.
Ibrahim Yaqub, de 56 años, otro propietario, cuenta que su madre resultó herida por disparos de colonos y que mataron a su tía. "El ejército israelí registró una demanda contra persona desconocida", añade.
Desde la creación de Amona hasta su desmantelamiento, 13 palestinos murieron en los alrededores de la colonia cuando intentaban ir a sus tierras o durante manifestaciones, afirma Abdel Rahman Saleh, el alcalde de Silwad.
"Silwad tiene una superficie de 1.800 hectáreas", asegura el alcalde, enseñando los planos. Pero 1.300 de ellas no son edificables ni utilizables para el cultivo por tratarse de zona militar israelí.
Con el apoyo de oenegés israelíes y palestinas, Mariam y los demás juntaron los títulos de propiedad, toda la documentación que tenían y recurrieron a los tribunales. En 2014, la Corte Suprema ordenó que les devolvieran las tierras.
Desde ese día Ibrahim Yaqub espera la hora en la que le autoricen a volver a sus más de tres hectáreas de terreno que sus hijos nunca han visto. "No tienen ningún vínculo con esta tierra, será la ocasión de crearlo".
Gilad Grossman, portavoz de la oenegé Yesh Din, que ha ayudado a los propietarios, confía en que Israel abra "pronto" la zona militar para que los palestinos regresen. Pero por experiencia sabe que hay que ser prudentes. "Teóricamente todo es posible", afirma.
"Volveremos a nuestras tierras", promete el alcalde de Silwad, "sin enfrentamientos, sin lanzar piedras, pero con la fuerza del Derecho y de todos los documentos que tenemos".
Gran parte de la comunidad internacional considera la colonización como un obstáculo a la paz.