AFP (Agencia France-Presse)
Madama, Níger. - El desierto es inmenso pero, de golpe, aparece una hilera de tiendas de campaña y maquinaria de construcción en el lugar donde 200 hombres están construyendo una base militar francesa en Níger, muy cerca de la frontera libia.
Estamos en Madama, el último lugar de estacionamiento del ejército francés en el Sahel, situado en el extremo norte de Níger y muy cerca de los bastiones yihadistas del sur de Libia.
"Allí, 100 kilómetros al norte, está la frontera libia y un poco más a la izquierda el paso Salvador", un lugar por donde trafican hombres y mercancías hacía Níger y Malí, explica el teniente coronel Thomas Finidori al ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian, que acaba de llegar para una visita a bordo de un avión militar Transall.
El ministro mira en dirección al lugar donde se esconden los yihadistas, que desde su base en Libia amenazan con desestabilizar el norte de Malí, un territorio que apenas acaba de ser liberado del control de grupos como Al Qaida del Magreb Islámico (AQMI), el Movimiento para la Unidad y la Yihad en África Occidental (MUYAO) o Ansar Din.
El harmattan, un viento mítico que viene del Mediterráneo, sopla con intensidad en esta región desértica y pone a prueba a los hombres y al material. El intenso calor da paso al frío, con temperaturas de 0 grados o menos durante la noche.
A pesar de ser inhóspito, este lugar tiene los recursos necesarios para construir la base, con agua abundante a partir de 13 metros de profundidad, necesaria para construir la pista de aterrizaje y el campo base.
"Hemos tenido suerte, los libios ya habían cavado pozos en la época en la que construían la carretera transahariana, un gran proyecto de Gadafi que luego fue abandonado", explica Thomas Finidori, que dirige la instalación del campamento.
A pocos metros todavía queda en pie un viejo fuerte francés de la época colonial, aunque muy desgastado por el viento y el paso de los años.
- "Nada nos da miedo" -
Los camiones llenos de material esperan pasar un control del ejército de Níger, mientras en la arena se ven por todas partes basuras y huesos de animales.
Para reforzar la seguridad de la zona, los militares franceses han instalado un pequeño fuerte, a dos kilómetros de distancia. Los helicópteros vigilan el sector regularmente y en caso de urgencia pueden venir cazas Rafale desde Yamena, la capital de Chad, a unos 1.110 kilómetros.
"Pueden llegar en 40 minutos", explica el general Jean-Pierre Palasset, comandante de la fuerza francesa Barkhane en el Sahel.
Los soldados franceses ya están acostumbrados a la vida en el desierto. "Es como estar de camping, aunque las tiendas están climatizadas. Nada nos da miedo", explica el sargento jefe Alexandre, del 19º regimiento de ingenieros.
Sin embargo, todo está bajo control, empezando por la salud de los soldados. Doce especialistas, entre ellos cirujanos, anestesistas y enfermeros, trabajan en una unidad médica con salas de operación y material radiológico y de transfusión.
"Trabajamos juntos desde hace tres años. En la traumatología de guerra es muy importante tener espíritu de equipo", explica el jefe de la unidad, el coronel anestesista Patrice Ramiara. "El objetivo es evacuar a los heridos. Hay que poder llevarlos a Francia en 24 horas", explica.
En un taller improvisado protegido por una lona, los mecánicos trabajan como pueden para mantener en marcha el material. "Aquí hemos podido cambiar el motor de un helicóptero Caracal", explica el general Palasset.
La tarea no es fácil porque los camiones que abastecen la zona tardan 15 días en venir desde Niamey, la capital de Níger, y los aviones militares, la única alternativa al transporte terrestre, se ven con frecuencia afectados por el viento.