Más que poeta mujer y madre

Listín, República Dominicana

Santo Domingo, República Dominicana. - Visité la librería ‘La Trinitaria’ para conseguir un ejemplar que Chiqui Vicioso escribió sobre Salomé. Cuántos libros. El aroma a historia que desprendía cada ejemplar era único. Una vieja mecedora me invitaba a tomar asiento y disfrutar de ella, pero inmediatamente fui al punto: le expresé a su propietaria mis deseos de tener uno de los libros de Chiqui sobre Salomé.

Así, doña Virtudes Uribe puso en mis manos ‘Salomé U: Cartas a una ausencia’. Lo tomé, recorrí sus páginas y me devolví a mis labores.
Ese día llegue a casa con la responsabilidad de leer. Me identifiqué con la obra que presenta a Salomé en una dimensión distinta a su patriotismo, al instituto, a sus poemas. La emoción y el interés ahora estaban en abundancia. 
La lectura invita a descubrir una vida intensa a partir de su faceta de mujer, amando y extrañando a su esposo Francisco Henríquez y Carvajal, mientras él adquiría conocimientos médicos en París. 
La mujer
La mayoría de las personas la conocen solo por el Instituto de Señoritas. Otros saben que es la autora del poema ‘El Ave y el Nido’. Algunos celebran el Día del Poeta en honor a ella. Pero, pocos saben de su vida como madre y mujer. 
Ella estaba enamorada de la vida y, en la persona de Francisco Henríquez y Carvajal, conoció el amor. A su lado procreó cuatro criaturas, que se convirtieron en su mayor inspiración. 
Gracias al ‘Epistolario de la Familia Henríquez Ureña’, se puede encontrar esas palabras que llenaron de tantas emociones y sentimientos a esta ilustre poeta. 
A lo largo de la historia, todos sus escritos, de una u otra forma, han servido de inspiración para realizar teatro, música o radionovelas. 
Sus poemas expresan aquellos sentimientos que solo los que la rodeaban fueron capaces de percibir.  A causa de sus viajes de estudios, Francisco, no formó parte de cada muestra de afecto que ella atesoraba entregarle. 
En sus cartas aparece registrado su mayor anhelo: “Yo deseaba un hogar pequeño, un hogar sin lujos donde vivir contigo y mis hijos sin cuidarme del mundo, con tu cariño por toda riquezaÖ Es lo mismo que le dije a Francisco, cuando se me acercó por primera vez para saber si ‘en el acento de mis labios había la misma dulzura que en el de mi poesía’ ¡Por Dios!”
‘Pancho’, como ella le dijera de cariño, fue la persona encargada de enseñarle Matemáticas, abrir sus conocimientos a la Filosofía, Geometría y esas materias que las mujeres no acostumbraban a recibir para la época. La amistad entre ambos se estrechó, llegando a convertirse en un gran amor. 
En su obra de teatro, Vicioso registra las ansias de Salomé al recordar las enseñanzas de Francisco: “Qué conmovedor sonaba con aquello de que no se juzgaba a un literato y de que se acercaba a mí como un niño se acerca a un superior a quien respeta y quiere, para lograr dar a la fama de mi nombre bases más sólidas de las que hoy posee”. 
Fue dedicada. Estuvo pendiente de sus responsabilidades de esposa y de madre sin descuidar su labor docente. 
Sufrió los altibajos de las relaciones, pues sintió que en algún momento su esposo no le era fiel, ya que en una carta le escribió: “Creer en la fidelidad de los hombres es una falsa creenciaÖ”, Imagínense qué pensaría Francisco si le mandara a decir lo mismo! A fin de cuentas la que esta rodeada de poetas soy yo!
Su madre y hermana le decían que prestara atención, que viera la realidad como era, todo debido a que Francisco solo se refería a los niños en sus constantes cartas desde París. Su hermana Mom la cuestionaba: “Salomé, ¿Por qué Francisco solo habla de sus hijos y solo a ellos manda saludos? ¿Por qué en ninguna de sus cartas te dice cuanto te ama, o cuanto te extraña?”
Ella no había caído en cuenta de esto, y nunca se le había ocurrido que las cosas fueran así, quizá por su insistencia de verlas cosas a su modo, “si no tuviera esa capacidad, yo no fuera poetisa”, le decía a Mom. 
La madre
La partida del esposo produjo gran pesar en el hogar, no solo por los pocos ingresos económicos, sino por la separación de la familia, que para Salomé era lo más importante. A pesar de tener a ‘Pancho’ lejos, ella continúo esforzándose por inculcar en sus pequeños todo el amor y las enseñanzas propias del hogar. 
El historiador dominicano Santiago Castro Ventura, en su libro ‘Salomé Ureña jornada fecunda’, explica que, desde París, Francisco le manifestaba su preocupación por la pobreza de su familia, mientras que Salomé mantenía un estricto control del cuidado de los niños. 
Cada ocurrencia de los infantes era motivo para ella escribir. Los días de lluvias, los juegos, los paseos mañaneros, fueron inspiraciones para que esta madre plasmara las experiencias que más luego servirían de testimonio a su pequeña Camila, quien no tuvo la oportunidad de compartir con ella. 
En una de las misivas escribió a su esposo: “El día está lluvioso y nublado, no he querido que salgan y los tengo aquí a los tres. Ahora juegan en mi aposento con una animación encantadora. Si pudieras verlos”.
Sus hijos llenaban el hogar de alegría haciendo que su madre no mostrara tristeza por la ausencia de Francisco. Su mayor admiración era ver a sus hijos aprender en cada momento todas esas clases que ella con paciencia  e interés les enseñaba. 
Encargaba a Francisco el envío de útiles educativos para Fran y Pibin, como le decía a sus pequeños Francisco Noel  y Pedro Henríquez Ureña. 
Para 1889, su corazón tuvo que ver partir a su primogénito Francisco Noel al lado de su padre: “¡He tenido suficiente calma para ver partir a mi hijo! ¿La tendré para permanecer sin verlo todo el tiempo que te falta para concluir? ”.
Admirada por el avance de su hijo Pedro en las matemáticas, le escribió a Pancho: “Le pedí que escribiera 20,000 y lo escribió. ¿Qué te parece? ¿No es verdaderamente asombroso en un niño de cuatro años?”.
Sus enseñanzas fueron impartidas con gracia y suspicacia. Infundía en sus hijos el amor por la poesía, por aprender, por la lectura y el conocimiento. Sus amistades cercanas le decían que ella quería más a Pedro que a los demás, y ella con toda su educación y amor de madre les respondió: “Yo me miro en mis tres hijos y no concibo la felicidad sin uno de los tres. Los tres son inteligentes, los tres me prometen grandes satisfacciones para el porvenir. ” 
Su final
Su hija menor, Salomé Camila Henríquez Ureña, nació en 1894, mientras la poeta se encontraba muy afectada por la tuberculosis. Por lo general, una mujer embarazada no transmite esta enfermedad a su criatura, Camila no fue la excepción pues ella no padeció de esta patología.
El “Epistolario de la familia Henríquez Ureña”  registra que la poeta luego de siete meses de dar a luz a hija, escribió: “Yo siempre con mis fiebres unas altas y otras bajas; no ha sido posible salir. La niña muy hermosa y muy bonita”.  Castro Ventura resalta que:  “Pese a su grave afección de salud, mantenía el cuidado de su hijos, buscando no infectarlos.”
En febrero de 1896,  según el referido autor, el padre estuvo fuera del país nuevamente, esta vez por razones políticas, y como si sintiera la muerte cerca, Salomé le escribió: “yo estoy llamada a morir en mi rincón como tú me dijiste.” Para esa época, su hijo mayor, Francisco, tenía 13 años; Pedro, 12; Sillano, como era conocido Max a nivel familiar, alcanzaba  los 10 años y Camila estaba a punto de cumplir sus primeros dos. 
Ella presentía que pronto dejaría este mundo, y se esforzaba por valorar los trabajos de sus pequeños. Por esa realidad que la perseguía, se preocupaba para que el último recuerdo que sus hijos tuvieran de su madre fuese su amor, dedicación y entrega.
Cercana a su muerte, le expresó a su esposo que necesitaba morir  al lado de su madre. Max, quien siempre la acompañó, al igual que Pedro, explicó que su madre se sentía cada vez peor y por tal razón decidió regresar a su ciudad natal, pues presentía ya su fin. 
Con el corazón que solo las mujeres entienden, ella eligió morir en el seno de su anciana madre. Para el seis de marzo de 1896, la muerte fue su eterna compañera. Su partida fue motivo de duelo nacional.
(+)
SUS HIJOS: OTRO GRAN LEGADO BRINDADO A SU PATRIA
Sus pequeños fueron musas de sus grandes poemas. Al nacer Francisco  Noel, escribio ‘En el nacimiento de mi primogenito’.
‘En horas de angustias’, lo escribió luego de pasar varias horas de desvelo a raíz de la terrible enfermedad de difteria que padeciera Pedro. 
Su poema ‘Patria’, fue escrito tras la sorprendente pregunta de su hijo Pedro, que con solo dos años  abordo a su madre, ¿Qué es patria? La respuesta la recibió con ese poema. 
¿Qué es Patria? / ¿Sabes acaso lo que preguntas, mi amor? / Todo un mundo se despierta en mi espíritu a esa voz. / Todo un mundo de recuerdos que han dejado en mi interior / esperanzas que no mueren en la fe del corazón. /
Su gran poema “Mi Pedro” ha quedado como modelo de perfección formal y riqueza ética.
Otros poemas fueron escritos en ausencia de Pancho, entre ellos: ‘A mi esposo ausente’, ‘El cantar de mis cantares’ y ‘Tristezas’, esta último inspirada en una hermosa oración que le pronunciara su hijo Fran, ¿Tú te acuerdas, mamá? ¡El sol, que bonito era cuando estaba aquí papa!.


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