Mercè Campo: «Yo no pensaba que al volver me ganaría la vida con el chino»
El Periódico de Cataluña, Barcelona, España
Barcelona. - -Corríjame si me equivoco. Cuando usted se fue no había prácticamente chinos en Barcelona, ¿no? -No, tiene razón, había muy pocos. Los únicos establecimientos chinos, de hecho, eran los restaurantes. Pero es que yo, cuando me fui, no lo hice pensando en que al volver me iba a ganar la vida con el chino. Para nada. Yo viajé para estudiar el idioma, y porque me apetecía estar allí.
-Cuatro años.
-En Pekín.
-Sí.
-Y lo de ser mediadora, ¿en qué momento se le ocurrió?
-Bueno, yo venía aquí por temporadas, a pasar las Navidades, por ejemplo, y me fijaba justamente en que cada vez había una comunidad china más numerosa. Y un año antes de volver, estando aquí, pensé en ello, y se me ocurrió que no era mala idea. Y aquí estoy. Aunque quién sabe. Tal vez en un tiempo ya no haga esto.
-Vaya. ¿Lo va a dejar?
-No, no; no es que tenga pensado nada, simplemente... Mire, para ligarlo con el tema chino, lo que podemos decir es que soy un poco taoísta.
-Taoísta.
-Más o menos. Me refiero a la parte de dejarte llevar, seguir la corriente, esperar a ver dónde te lleva.
-Cuénteme: ¿qué hace exactamente? ¿En qué consiste su trabajo?
-Pues mire: el CITE, que es el Centro de Información para Trabajadores Extranjeros, tiene un grupo de mediadores culturales del que formo parte. Trabajo con escuelas. En concreto, lo que hago es mediar entre los padres chinos y los profesores, o entre los padres y los directores.
-Entiendo que es algo más que traducir.
-Claro. No es solo una cuestión de lengua. Es la diferencia cultural.
-¿Me lo explica?
-Por ejemplo: el típico asunto con el que tengo que lidiar: la profesora que me pregunta por qué el niño chino lleva un pijama bajo la ropa.
-Espere. Lo repito para que quede claro: un pijama bajo la ropa.
-Eso. Y entonces yo tengo que explicarles que en China es habitual que a los niños les pongan una muda debajo de la ropa. No es un pijama. Es una muda. Por el frío. Porque cuando en China hace frío, hace mucho frío. Si usted mira verá que a los niños chinos los suelen abrigar mucho, pero es solo para evitar que enfermen. Ya está. No es más. Es una diferencia entre culturas, eso es todo.
-Supongo que, en general, le tocará desmontar prejuicios.
-Sí... Bueno, a veces ni siquiera son prejuicios. A veces, por ejemplo, es que los profesores de una experiencia te hacen una norma, y a mí me toca desmontar eso. Desde el profesor que cree que los chinos solo tienen cabeza para el trabajo, y entonces descuidan a los niños, hasta el que piensa que son muy celosos con sus hijos, sobreprotectores. Me ha ocurrido. Ambas cosas. Y no es porque sean chinos. Va según la familia.
-Así que a usted la llaman, va al colegio... ¿no les sorprende?
-El qué.
-Que no sea china.
-Ah, claro. Sí. Casi siempre esperan un chino, y de hecho la mayoría de mediadores lo son. Pero que alguien de aquí hable su idioma a los padres les gusta. Se sienten acogidos.
-Se puede decir... no sé, que ese viaje a China le cambió la vida, ¿no?
-Supongo, supongo que se puede decir. Pero es más bien que me abrió un camino. Yo estudié Antropología Social y siempre me ha gustado eso, el trabajo social, que es lo que hago ahora. De hecho, con el chino podría buscar algo en el mundo empresarial, pero no me llama la atención.
-Por teléfono me habló de otros trabajos. Siempre con el chino.
-Pues sí. Por una parte, ahora trabajo con el Consorci per a la Normalització Lingüística. Hago promoción de los cursos de catalán para la comunidad china y me encargo de la clase introductoria. La presentación. La sesión de presentación.
-Hábleme de la promoción.
-Es puerta a puerta. Voy por los comercios chinos ofreciendo los cursos. Y el otro... Me preguntó por los otros trabajos, ¿no? Bueno, el otro es este: profesora asociada de Estudios de Asia Oriental en la Universitat Oberta de Catalunya. Eso empecé a hacerlo desde Pekín, por internet.
-Pekín. ¿Lo echa de menos?
-Sí, claro. Mis amigos chinos de allí, mis amigos extranjeros de allí... y los rincones. En toda ciudad uno deja sus rincones.