Neda y el periodismo
Público, España
Hasta que hemos visto a Neda morir mirando a cámara en YouTube, lo de Irán era una película sin bueno y tenía poco público. Sabíamos que Ahmadineyad y su valedor Jamenei eran muy malos y muy integristas, pero a Musaví, Jatami y Rafsanyani, el trío opositor, no les hubiéramos confiado a nuestro perro. Ahora todo ha cambiado.

¿Dónde estamos los periodistas? ¿Salimos del hotel? “Llamamos a nuestra corresponsal –explica en El País Francisco Perejil desde Madrid– y nos dijo que debido a la lenta conexión de Internet no tenía opciones de ver el vídeo y mucho menos de comprobar si era fidedigno”. Si la censura iraní es tan férrea como nos lamentamos, ¿por qué en Internet hay a diario imágenes de las protestas colgadas por ciudadanos iraníes? ¿No nos pagaban a nosotros para eso, aun a costa de ser expulsados, encarcelados o, incluso, asesinados?
A este último asunto se refería un reportaje del Christian Sciencie Monitor repicado y traducido en soitu.es. “Un adulto corriente puede observar y dar noticias (…), añadir audio, fotos y elementos en vídeo (…). Y gran parte de esta labor se hace por amor al arte. Hasta que los periodistas logren volver a colocar el valor de este trabajo por encima de este nivel, merecen cobrar poco”. Puede que sea cierto.
Deontología
Reflexionaba Enric González en el ex diario independiente de la mañana sobre la deontología del oficio, cuando los medios han perdido el privilegio de determinar cómo se presenta la noticia. “El problema, ahora, consiste en que el ‘valor informativo’ lo deciden otros. Lo decide, mientras nosotros hojeamos el Libro de estilo, nuestra antigua clientela”. Si contásemos algo distinto, quizás resolveríamos ese problema menor.
Juan Carlos Escudier