No se vislumbra crisis sino acercamiento ruso-turco tras asesinato de embajador
AFP (Agencia France-Presse)
Moscú, Rusia. - El asesinato del embajador ruso en Turquía, interpretado por ambas partes como una "provocación" para socavar sus relaciones apenas restablecidas, probablemente no creará una nueva crisis entre dos países socios que buscan superar sus divergencias sobre el conflicto sirio.
Las imágenes escalofriantes transmitidas en directo de la muerte de Andrei Karlov suscitaron un paralelo con el asesinato en junio de 1914 en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando, que a través del mecanismo de las alianzas precipitó la Primera Guerra Mundial. Pero esta comparación perdió sentido rápidamente puesto que Rusia y Turquía, a pesar de ser rivales en Siria, manifestaron inmediatamente su voluntad de apaciguamiento.
En las primeras horas de la noche del lunes tras el asesinato de Karlov, abatido a balazos por un policía turco en Ankara, el presidente Recep Tayyip Erdogan telefoneó a su homólogo ruso Vladimir Putin.
De paso, el jefe de Estado ruso anunció, con el acuerdo turco, el envío de investigadores a Ankara para intentar identificar a los instigadores del asesinato. Estos dieciocho investigadores, agentes de los servicios secretos y diplomáticos, llegaron el martes a la capital turca.
Y, sobre todo, el presidente ruso definía claramente lo que considera como objetivo de este asesinato: "perturbar la normalización de las relaciones ruso-turcas", apenas salidas del atolladero tras un año de crisis.
La prensa rusa era unánime al considerar que el asesinato de Karlov no afectaría estas relaciones. "Rusia y Turquía ya declararon que esta tragedia no hizo más que unirlos", resumía el diario en línea Gazeta.ru.
"Los rusos no van a culpar a los turcos (por este asesinato), pero van a buscar aprovecharlo para obtener réditos más importantes" en el contexto sirio, estima James Nixey, experto en Rusia del centro de reflexión Chatham House.
En este sentido, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, explicaba este martes "que la única cosa razonable para hacer" por parte de Moscú y Ankara es "estar aún más cercanos y eficaces en la cooperación contra los que están detrás de esta provocación". La víspera, la diplomacia turca ya había afirmado que haría todo lo posible por preservar la amistad entre ambos países.
Entre los países herederos de los Imperios ruso y otomano las relaciones no siempre han sido cordiales. Durante casi un año, Putin y Erdogan se libraron a una guerra de palabras cuyo telón de fondo era el desacuerdo sobre la suerte destinada al presidente sirio Bashar al Asad, aliado de Moscú, pero cuya partida deseaba Ankara.
El diferendo se convirtió en una grave crisis diplomática en noviembre de 2015, cuando Turquía derribó un bombardero ruso que volaba sobre su frontera con Siria. Putin denunció entonces "una puñalada por la espalda".
Furioso, acusó durante meses a Erdogan y a su familia de mantener vínculos con la organización yihadista Estado Islámico (EI) dedicándose al tráfico de petróleo. Recién en agosto de 2016 ambos presidentes se reconciliaron tras un mensaje de "arrepentimiento" de Erdogan a Putin y una visita del primero a Moscú.
En estas últimas semanas, ambos países acentuaron la "normalización" de sus relaciones al negociar la evacuación de rebeldes y civiles de los barrios del este de Alepo (norte de Siria).
"Los dos países decidieron acercarse. Los turcos reconocieron que Bashar al Asad continuará en el poder y que tendrán que contar con la presencia rusa en Siria", estima Dominique Moisi del Instituto Montaigne de París.
Casualidades del calendario, los ministros de Exteriores y Defensa rusos y turcos, junto a sus pares iraníes, se reunían este martes en Moscú, sin Washington ni los europeos invitados.
El jefe de la diplomacia rusa, Serguei Lavrov, llamó durante el encuentro con su homólogo turco a encontrar acuerdos, pero sin hacer "concesiones a los terroristas".
De esta manera, estadounidenses y europeos han quedado apartados del proceso de paz en Siria. Las negociaciones se realizan entre rusos e iraníes de un lado, y turcos del otro.
En las primeras horas de la noche del lunes tras el asesinato de Karlov, abatido a balazos por un policía turco en Ankara, el presidente Recep Tayyip Erdogan telefoneó a su homólogo ruso Vladimir Putin.
De paso, el jefe de Estado ruso anunció, con el acuerdo turco, el envío de investigadores a Ankara para intentar identificar a los instigadores del asesinato. Estos dieciocho investigadores, agentes de los servicios secretos y diplomáticos, llegaron el martes a la capital turca.
Y, sobre todo, el presidente ruso definía claramente lo que considera como objetivo de este asesinato: "perturbar la normalización de las relaciones ruso-turcas", apenas salidas del atolladero tras un año de crisis.
La prensa rusa era unánime al considerar que el asesinato de Karlov no afectaría estas relaciones. "Rusia y Turquía ya declararon que esta tragedia no hizo más que unirlos", resumía el diario en línea Gazeta.ru.
"Los rusos no van a culpar a los turcos (por este asesinato), pero van a buscar aprovecharlo para obtener réditos más importantes" en el contexto sirio, estima James Nixey, experto en Rusia del centro de reflexión Chatham House.
En este sentido, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, explicaba este martes "que la única cosa razonable para hacer" por parte de Moscú y Ankara es "estar aún más cercanos y eficaces en la cooperación contra los que están detrás de esta provocación". La víspera, la diplomacia turca ya había afirmado que haría todo lo posible por preservar la amistad entre ambos países.
- Acercamiento sobre Siria -
Entre los países herederos de los Imperios ruso y otomano las relaciones no siempre han sido cordiales. Durante casi un año, Putin y Erdogan se libraron a una guerra de palabras cuyo telón de fondo era el desacuerdo sobre la suerte destinada al presidente sirio Bashar al Asad, aliado de Moscú, pero cuya partida deseaba Ankara.
El diferendo se convirtió en una grave crisis diplomática en noviembre de 2015, cuando Turquía derribó un bombardero ruso que volaba sobre su frontera con Siria. Putin denunció entonces "una puñalada por la espalda".
Furioso, acusó durante meses a Erdogan y a su familia de mantener vínculos con la organización yihadista Estado Islámico (EI) dedicándose al tráfico de petróleo. Recién en agosto de 2016 ambos presidentes se reconciliaron tras un mensaje de "arrepentimiento" de Erdogan a Putin y una visita del primero a Moscú.
En estas últimas semanas, ambos países acentuaron la "normalización" de sus relaciones al negociar la evacuación de rebeldes y civiles de los barrios del este de Alepo (norte de Siria).
"Los dos países decidieron acercarse. Los turcos reconocieron que Bashar al Asad continuará en el poder y que tendrán que contar con la presencia rusa en Siria", estima Dominique Moisi del Instituto Montaigne de París.
Casualidades del calendario, los ministros de Exteriores y Defensa rusos y turcos, junto a sus pares iraníes, se reunían este martes en Moscú, sin Washington ni los europeos invitados.
El jefe de la diplomacia rusa, Serguei Lavrov, llamó durante el encuentro con su homólogo turco a encontrar acuerdos, pero sin hacer "concesiones a los terroristas".
De esta manera, estadounidenses y europeos han quedado apartados del proceso de paz en Siria. Las negociaciones se realizan entre rusos e iraníes de un lado, y turcos del otro.