No todo son malas noticias en Israel

El País, Madrid, España

La prensa israelí dedica estos días grandes espacios al asunto de Holyland (Tierra Santa), una monstruosa promoción inmobiliaria en las afueras occidentales de Jerusalén. Es monstruosa por el tamaño y por el aspecto.

No todo son malas noticias en Israel
Enric González, Jerusalén. -
En 1993, la cosa tenía que consistir en tres hoteles edificados en un terreno que había heredado el promotor Hillel Cherney. Debía ocupar, según los planos iniciales, 12.000 metros cuadrados. En 1994, el Ayuntamiento de Jerusalén autorizó una ampliación importante, hasta 30.000 metros cuadrados. En 1999, el Ayuntamiento decidió que no, que 300.000 metros cuadrados y 16 edificios, con 638 viviendas, quedaban mejor que los tres hotelitos. Muchos ciudadanos protestaron, y el alcalde, Ehud Olmert (luego primer ministro conservador), respondió añadiendo 200 viviendas adicionales. Ya en 2005, un nuevo alcalde, el rabino ultraortodoxo Uri Lupolianski, completó el desastre con la ampliación definitiva: hoy son 1.120 viviendas, en uno de los complejos urbanísticos más feos de Oriente Próximo (y eso es decir mucho).  

La policía acusa ahora a Lupolianski (detenido esta semana) de recibir casi un millón de dólares en sobornos para autorizar las ampliaciones. La misma acusación pesa sobre Olmert. Aún no se han presentado cargos. Ambos se declaran inocentes, y afirman que quienes cobraron fueron cargos subalternos.  

Todo esto no es necesariamente malo, salvo para quienes tengan que ver todos los días el adefesio.  

Millones de personas están dispuestas a matar y a morir por Jerusalén, ciudad sagrada para tres religiones. Olmert y su sucesor, Lupolianski, pertenecen concretamente al sector político que considera Jerusalén una capital eterna, indivisible, incompartible, donada directamente por Dios al pueblo de Israel.
El escándalo de Holyland demuestra que, cuando hay dinero de por medio, incluso las herencias divinas son materia de especulación. Gracias a este caso de corrupción, con decenas de implicados, Jerusalén es un poco menos sagrada y un poco más normal. Más parecida a Marbella, digamos. Y eso no está mal. La codicia suele ser más manejable que el fanatismo religioso.


Nuevo comentario: