Nación, Costa Rica
José Sancho (1935) era un economista con vocación para dejar de serlo. Él era un señor de saco y corbata quien, sin embargo, mantenía frescas las imágenes que recogió en su niñez puntarenense. Sus recuerdos guardaban el vuelo de los pelícanos, los reptiles asoleados y los cardúmenes que fantasmeaban bajo la superficie del estero. Cuando aprendió a ser escultor, tomaron cuerpo estas memorias.
Este 2010, Sancho cumplirá 35 años de una carrera artística que demoró en manifestarse. Asimismo, este mes inauguró una obra monumental que define como una de las dos más importantes de su producción:Columna arboriforme . La escultura es un pilar de 17 metros de altura, de color rojo, ubicado en el parque de la Paz, en San Sebastián (San José).
El artista ha sabido recorrer geografías exóticas (Galápagos, la Antártida, Camboya, la India, el África subsahariana…). Con esa apariencia de lobo de mar (pelo cano y eterna camisa a rayas blanquiazules), casi vale la pena inventarse la mentira de que llegó a esos sitios navegando en su velero. Para no matar la fantasía, más vale no preguntarle.
Influencias. En Costa Rica, la escultura nació con los antiguos pobladores precolombinos de su territorio, y su legado renació con los artistas de la llamada Generación Nacionalista, en los años 30.
“Hubo escultores de aquí que hicieron trabajos importantes y que incluso trascendieron; desde luego, ahí contamos a Paco Zúñiga, quien alcanzó la universalidad”, afirma el escultor.
Sancho reconoce que él guió su aprendizaje autodidacta de la mano de maestros como Juan Manuel Sánchez y Hernán González; pero, al igual que la obrade ellos, su escultura está primordialmente vinculada con la obra prehispánica. Sancho usa una síntesis similar a la que se mira en las ranas, los lagartos y los jaguares salidos de las piedras y de los jades de la época precolonial.
Junto con los motivos vegetales, la producción del artista se ha ocupado de la animalística y de los torsos femeninos. En cuanto a los materiales, el autor ha trabajado la escultura en piedra (mármol y piedra), la talla en madera, el ensamblaje en metal y, en menor medida, la fundición en bronce.
En el taller. La galería privada de Sancho y el jardín de su casa, en Escazú, son dos estancias de un zoológico imposible. Pingüinos y tortugas, pirañas y serpientes, ratas, perezosos e insectos imaginarios forman parte de su fauna.
Ahí está la obra Androgénesis , la que el autor identifica como su otra obra más importante. La escultura es una talla sobre granito negro de Zimbabue, en gran formato: figura una gran serpiente de piel pulida que se arrebuja dentro de un arco de texturas toscas.
Otro de sus materiales recurrentes es la piedra de río. El escultor explica que, en algunos casos, suele respetar el contorno exterior de la piedra, pero interviene su interior hasta llegar a “su corazón”. Así es como escarba las formas intrincadas de sus serpientes. Por el contrario, para crear distintos tipos de pingüinos, el escultor únicamente interviene los cantos mínima y superficialmente para sugerir los rasgos de las aves.
El trabajo de Sancho también se ha nutrido abundantemente de los metales de desecho. En este tipo de obras no modifica los materiales que usa, ya que le gusta que cada parte mantenga su diseño original. Así es como el artista puede convertir dos tenazas en una piraña.
En el caso de las maderas, Sancho revela que no se guía por la forma de un bloque para crear una figuración. No obstante, suele mantener la sección inferior de los troncos sin tallar para que el espectador mire de dónde surgieron sus figuras.
Señalando una de las obras, el escultor explica: “El espectador puede ver que, por ejemplo, esta rata no me la sugirió la forma del tronco, pero sí nace del tronco”.
El artista afirma que su forma de trabajar una obra es “terminarla antes de empezarla”. Aclara que primero concibe la obra en su imaginación y, en una segunda etapa, proyecta la obra en el bloque de material en que trabajará. La tercera etapa es la ejecución.
“Para trabajar de esta manera hay que tener en la memoria dos aspectos: primero, las posibilidades y las limitaciones de los materiales; segundo, las posibilidades y limitaciones de las herramientas”, agrega.
Hace 35 años, cuando José Sancho todavía usaba traje y corbata, sus vecinos tiraron un viejo medidor de agua. Medio jugando, el economista recuperó el aparato “Made in Poland”, le agregó otras piezas y le dio la apariencia de un alacrán hecho en Costa Rica. Al terminar, su primera obra de arte lo envenenó con un impulso nuevo: ya era un escultor.
“Ya no pude seguir siendo economista, ni pensar en seguir haciendo estudios de factibilidad. La vocación reprimida eclosionó y, a los cuarenta años, pasé a ser otro ser humano”.