Oficial de dictadura argentina dice que la orden era no dejar nadie con vida

AFP (Agence France-Presse)

BUENOS AIRES, (AFP) - Un ex oficial de inteligencia naval argentino confesó el jueves ante un tribunal que la orden dada por el alto mando de la Marina durante la última dictadura militar (1976-1983) fue no dejar a nadie con vida entre los prisioneros y disidentes.

Oficial de dictadura argentina dice que la orden era no dejar nadie con vida
Antonio Pernías, acusado de decenas de delitos de lesa humanidad incluido el de actuar en el secuestro, tortura y desaparición de dos monjas francesas, declaró desde el banquillo que la orden de exterminio le fue revelada por un vicealmirante jefe de operaciones navales, José María Mendía.
"Mire Pernías (dijo el vicealmirante), a mí me dieron la orden de que no tenía que quedar ninguno", relató en otra sesión del megajuicio oral de la causa "Escuela de Mecánica de la Armada" (ESMA), uno de los mayores centros de tortura y aniquilamiento de detenidos políticos en Argentina.
Unas 5.000 personas estuvieron detenidas ilegalmente en la ESMA, de las que sólo sobrevivieron un centenar, durante el régimen militar que dejó 30.000 desaparecidos según organismos de derechos humanos.
Pernías se amparó en el hecho de ser un subordinado que sólo cumplía órdenes al esgrimir "la obediencia debida", pero negó haber secuestrado o visto en la ESMA a las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon.
No obstante dijo que recibió la orden de exterminio cuando acompañó al vicealmirante Mendía a un cementerio de la provincia de Buenos Aires para un peritaje al conocerse que habían sido enterrados cadáveres como NN.
En 2005, la Justicia logró identificar aquellos cuerpos, entre los que estaban Duquet y tres mujeres de la entidad humanitaria Madres de Plaza de Mayo, entre ellas su primera presidenta, Azucena Villaflor. Sin embargo, la monja Domon sigue desaparecida.
"Fue un error y un horror" el secuestro de las religiosas, se defendió en el juicio el oficial de inteligencia, que operaba junto con uno de los principales acusados del grupo de 18 marinos, el capitán Alfredo Astiz, alias 'El Ángel rubio de la muerte'.
Por otra parte, Pernías admitió la existencia de torturas, a las que llamó "interrogatorios reforzados" que se aplicaban "lo más humanamente posible".
También reconoció que hubo "traslados" de detenidos, otro eufemismo para cuando llevaban a los detenidos a los 'vuelos de la muerte', durante los cuales los arrojaban vivos al mar.
Cuatro de esas víctimas fueron Duquet, Villaflor y las otras dos mujeres, cuyos cadáveres fueron arrastrados por las olas hasta la costa de un balneario a 300 km al sur de Buenos Aires y enterrados en forma clandestina.


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