AFP (Agencia France-Presse)
ISLAMABAD. - Los opositores paquistaníes Imran Khan y Tahir ul-Qadri intentaban este domingo en Islamabad aumentar la presión sobre el gobierno, del que exigen la dimisión, pese a una movilización muy inferior a sus expectativas.
Imran Khan, antigua estrella del cricket con aires de seductor reconvertido en política, y Tahir ul Qadri, jefe político-religioso moderado instalado desde hace años en Canadá, prometieron un "tsunami" de un millón de manifestantes en su marcha hacia la capital.
Los dos opositores, que salieron el jueves de Lahore (este) a la cabeza de una caravana motorizada, llegaron el viernes por la noche a la capital, donde miles de fieles seguían concentrados el domingo.
"Damos 48 horas al gobierno para que dimita, que disuelva las asambleas y se presente ante la justicia", declaró el sábado por la noche Tahir ul Qadri, quien lideró a principios de 2013 una gran marcha contra la corrupción en Islamabad, antes de boicotear las elecciones.
Son precisamente los resultados de estas legislativas de mayo de 2013 las que se encuentran en el centro de la crisis actual.
El Partido de la Justicia (PTI) de Imran Khan, que llegó en tercera posición durante los comicios, denuncia fraudes masivos durante las elecciones que llevaron a Nawaz Sharif a la cabeza de un gobierno mayoritario.
Tahir ul-Qadri, va más allá y exige la disolución no solo del parlamento nacional, sino también de las asambleas provinciales, incluida la de la provincia de Khyber Pakhtunkhwa (noroeste), irónicamente liderada por el PTI de Imran Khan.
El clérigo de doble nacionalidad paquistaní y canadiense acusa también al primer ministro Nawaz Sharif y a su hermano Shahbaz, ministro en jefe de la provincia de Penjab, de ser responsables de los enfrentamientos que dejaron al menos diez muertos en junio entre sus fieles.
El gobierno inicialmente se opuso a esta manifestación, bloqueó los puntos de ingreso a la capital e incluso puso en arresto domiciliario a Qadri, pero luego dio marcha atrás.
Las autoridades desplegaron 30.000 policías y paramilitares en Islamabad, según el ministerio del Interior, y el personal de las embajadas y de la ONU estaban confinados por temor a que las manifestaciones provocaran disturbios.
Si el gobierno no responde al ultimátum "el pueblo decidirá y no seré yo responsable", amenazó Qadri, cuyos fieles se reunieron a un escaso kilómetro del parlamento.
El primer ministro Sharif debía reunir a su círculo cercano el domingo por la tarde en su mansión de Raiwind, cerca de Lahore, para evaluar el siguiente paso para apaciguar la situación en la capital, según fuentes cercanas al caso.
"Si los líderes políticos no logran resolver la crisis y que estalla la violencia, entonces serán los militares quienes tomen la iniciativa para solucionar el problema a través de la mediación o por otra forma", estima el analista Hasan Askari. "Y eso no hará más que aumentar la influencia del ejército en el país", añade.
Desde su independencia en 1947, Pakistán ha vivido tres golpes de Estado militares y el equilibrio entre el poder civil y el ejército sigue siendo frágil y fuente de especulaciones constantes.