Orgullo español en la Cataluña independentista

AFP (Agencia France-Presse)

BADALONA. - Lejos del fervor independentista que se vive en Cataluña estos últimos años, miles de personas con camisetas y banderas españolas acuden a Badalona a ver un partido de la selección nacional de baloncesto.

Antiguo pueblo pesquero justo al norte de Barcelona, Badalona es uno de los pocos municipios catalanes gobernados por el Partido Popular, la formación conservadora en el poder en España radicalmente opuesta a la consulta independentista prevista en esta región en noviembre.

Mientras en muchos pueblos catalanes las banderas independentistas cuelgan incluso de los ayuntamientos, esta exaltación nacionalista apenas se aprecia entre los grandes bloques de apartamentos de esta ciudad de 220.000 habitantes, la tercera más poblada de la región.

"En Badalona y su entorno, la inmensa mayoría de los ciudadanos quieren seguir siendo catalanes y españoles con normalidad", asegura su alcalde, el conservador Xavier García Albiol.

"Cuando salgo a la calle, el 95% de los ciudadanos no me hablan de la consulta ni de la independencia, sino de sus problemas cotidianos", cuenta.

Su formación y el pequeño partido centrista Ciudadanos, que suman 28 de los 135 escaños del parlamento regional, son las principales voces políticas en contra del proceso independentista iniciado por el presidente regional Artur Mas, de la coalición nacionalista conservadora CiU.

Con 7,5 millones de habitantes y un 20% de la riqueza española, esta región del noreste de España, orgullosa de su lengua y su cultura, vive un auge independentista espoleado por la crisis y un creciente sentimiento de maltrato económico por Madrid.

Mas, junto a una mayoría del parlamento catalán, pretende convocar una consulta soberanista el 9 de noviembre, pero su celebración es una incógnita porque Madrid la considera ilegal.

Según el último sondeo realizado en abril por el gobierno catalán, la votación daría un 47,1% de "sí" y un 27,9% "no". En Badalona, muchos parecen optar por la segunda opción.

"Me siento orgulloso de ser español y me siento orgulloso de ser catalán y no tengo por qué decidir entre ambos", asegura Javier Vargas, un ingeniero de 41 años.

María López, una jubilada de 67 años, es más contundente: "Si me hacen votar, lo pienso decir muy claro: ¡no! ¿Para qué queremos la independencia? ¡Nos moriríamos de hambre!".

 

- "Un callejón sin salida" -

 

A medida que el conflicto llega a su fase decisiva, los partidarios de permanecer en España, discretos al principio, se empiezan a movilizar.

Alrededor del pabellón olímpico de Badalona, miembros de la recién creada Sociedad Civil Catalana (SCC) buscan nuevos afiliados bajo el lema "España nos une", aprovechando un partido de la selección española de baloncesto.

Liderada por los hermanos Pau y Marc Gasol, catalanes, España juega ante Ucrania un partido de preparación para el Mundial de baloncesto que comenzó el sábado.

"La selección española es un ejemplo de lo que pretendemos. Hay gente de todas partes del país que trabajan juntos. La unidad nos hace más fuertes", dice José Domingo, secretario de SCC, mientras reparte panfletos informativos.

Esta asociación civil se presentó en abril con el objetivo de movilizar a los catalanes "por una Cataluña abierta en una España de todos". Desde entonces, consiguió 16.000 firmas de apoyo.

"La independencia es un despropósito: no nos conviene económicamente, políticamente no está justificada y socialmente nos divide", dice Joaquim Coll, vicepresidente de la entidad.

Esta disparidad de opiniones se reflejará el 11 de septiembre, día grande de la región, cuando se espera una gran manifestación independentista en el centro de Barcelona para presionar en favor de la consulta.

En Tarragona, 100 km al sur de la capital catalana, SCC convocará un acto bajo el lema "recuperemos la sensatez" para denunciar un proceso que entienden como "un callejón sin salida".

"Se ha engañado a la gente. Se les ha dicho que tienen un supuesto derecho a decidir que no existe y que independizarse no tendrá consecuencias políticas y económicas. Es una especie de hipnosis colectiva", opina Coll, convencido de que la consulta ni se puede ni se va a celebrar.

"Esto terminará con mucha frustración y mucho resentimiento de gente de buena fe que se ha creído toda esta gran mentira", advierte.



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