Parques, museos y fiordos sin salir de Oslo

El País, España

Un cambio de clima, moneda, costumbres y gastronomía que, seguro, no deja indiferente a nadie. La propuesto de Oslo, capital noruega, se adereza con una cariz de ensueño que envuelve por completo al visitante. EL VIAJERO se adentra en sus calles guiado por una cuidada selección de las recomendaciones aportadas por los lectores para una escapada redonda.

Parques, museos y fiordos sin salir de Oslo
La visita comienza en el extremo de un fiordo y rodeados de bosques, es decir, en una de las atracciones más populares de la ciudad tanto para habitantes como para turistas, el Parque Vigeland. Esta especie de jardín-museo, diseñado por Gustav Vigeland, está decorado con decenas de sugerentes esculturas en granito y bronce que representan las distintas etapas del ser humano, desde la infancia hasta la vejez.
Una suerte de puzle de estatuas humanas que convierten a este parque, según Luis Sánchez González, en uno de los "más sorprendentes y fantásticos de Europa". Sin duda, un ejemplo más de la armonía con la que esta ciudad mezcla en su justa medida siglos de tradición con la modernización característica de uno de los países europeos más avanzados en la calidad de vida de sus ciudadanos.
Un parque dentro de otro parque
Ignacio del Valle aclara que el Parque Vigeland se encuentra dentro de otro mucho mayor, el Fogner, uno de los "más pintorescos de Oslo", y en cuyos alrededores se pueden contemplar casas construidas en torno a 1900, época en la que esta zona de la ciudad fue ideada para acoger a las clases más adineradas, condición que ha mantenido desde entonces. Se trata de uno de los distritos más caros de Oslo, debido a su céntrica localización, sus amplias zonas verdes, la proximidad del mar y su cuidada arquitectura.
Pero no todo son parques -verdes en verano, blancos en invierno-. Oslo muestra y presume de su historia a través de museos y atracciones al aire libre. Para conocerla y aproximarse más a ella, Esther Cortés propone lugares como la Fortaleza de Akershus, cuyos diferentes museos - de las Fuerzas Armadas Noruegas, el Modelo de la Cristiandad, el Museo de la Prisión- y el castillo del siglo XIII abarcan 700 años de historia noruega, y traslada al viajero a la época medieval de la reina Margrete.
El recorrido continúa hasta el Museo de Historia y el Museo Folklórico, uno de los más grandes y populares de Noruega que cuenta con varias edificaciones al aire libre donde se representan las costumbres de cada una de sus regiones En el interior se exhiben objetos que muestran la evolución de este país desde el siglo XVI hasta la actualidad. Existen cinco edificios medievales en el museo y una iglesia que data del siglo XIII, además de exposiciones de arte, trajes folklóricos, juguetes y representaciones de la cultura sami, un pueblo nómada que se localiza en varios regiones de los países escandinavos.
Mirando al mar
Esther también invita a conocer "la apasionante historia marítima del país y de sus famosos exploradores en el Museo Fram, el Kon-Tiki, el Museo de Barcos Vikingos y el Marítimo. Pero esto no es todo, y es que por algo esta es la ciudad nórdica con más museos por habitante. Además, Oslo cuenta con una importante serie de museos de arte y galerías como el Munch, el Museo Nacional de Arte, Arquitectura y Diseño, el DogA (Centro Noruego de Diseño y Arquitectura) y el de Arte Contemporáneo Astrup Fearnle, entre otros.
Otra de las opciones que nos propone Luis Sánchez es un minicrucero familiar por el Fiordo de Oslo. "Los niños encontrarán dentro del barco un paraíso de juguetes, talleres infantiles y actividades durante la travesía, mientras los padres disfrutarán del espectacular paisaje de este fiordo, uno de los más largos de Noruega, y en cuyo trayecto hacia el norte desde su punto de partida, Copenhague (Dinamarca), el sol no llega a ponerse".
Comer sin arruinarse
Una de las características de Oslo es que no es precisamente barata. Velando por los bolsillos de los viajeros, Paloma Sancho López sugiere "saciar el hambre a base de comida rápida tipo un perrito caliente o un kebab". Sin embargo, si las bajas temperaturas piden "comer caliente, los mejores precios los encontrarás en los restaurantes asiáticos". Por ello, Paloma propone ir hasta Gronland, conocido como el Karachi Noruego y ubicado al noroeste de la estación de tren, donde además se encuentran muchos restaurantes paquistaníes con buenos precios.
Estos son algunos de los lugares que esta lectora sugiere para comer: Saigon Little Café (Mollergata 32), Hai Café (Calmeyers Gate 6), Far East (Berna Ankers Gate 2), Kafé Mitsu (Mollergata 42), Kroshna's Cuisine (un restaurante de autoservicio vegetariano en Kirkeveien 59b).
Para quienes por encima de todo quieran experimentar la gastronomía típica de Noruega, Paloma aconseja sentarse a la meda del Norrona Kafé (Grensen 29), del Den Gode Café (Fredensborgvn 13) o del Koshermat AS (Waldemar Thranes Gate 55).
Quizá el ahorro en lo gastronómico permita alojarse, por consejo de Rosa Estévanez, en el distinguido Bristol (Kristian IVs Gate 7), hotel de lujo ubicado en el centro de la ciudad. Rosa asegura que "no sólo disfrutarás de su gastronomía típica y de la comodidad de sus habitaciones, sino que podrás disfrutar de un increíble jardín y desayunar en la tradicional y conocida cafetería Hambro".
Para presupuestos más limitados, Santos Castellanos recomienda reservar una habitación en el Albergue Haraldsheim (Haraldsheimveien 4), situado a 4 kilómetros del centro de Oslo y donde por unos 28 euros podrás "alojarte en un lugar perfecto para grupos y familias que, además, es un punto ideal para realizar excursiones a los bosques de los alrededores".


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