Por fin en casa de Mamá África

Telesur, Venezuela

Johhanesburgo. - Dicen que Sudáfrica huele a fútbol. Estadios, camisetas e hinchadas inundan el paisaje. Nuestras miradas se posan al Sur del continente y también nos permiten descubrir el país detrás de la pelota. Por una hendija se cuela un sonido cálido: la voz de Miriam Makeba.

Miriam Makeba
Miriam Makeba

Miriam Makeba nació en la cárcel. O casi. Tal vez por eso dedicó su vida a elevar su voz -maravillosa, por cierto- en favor de los oprimidos, de aquellos cuya libertad era negada.

La historia es simple. Su padre era sangoma, un curandero de la tribu xhosa, cuya actividad era considerada ilegal por el gobierno de los Afrikaans, aquellos inmigrantes alemanes, ingleses y holandeses que gobernaban Sudáfrica desde fines del siglo XIX, haciendo de la segregación racial una política de estado.

Su voz dulce, melancólica, se entrelazaba con los relatos sobre torturas, fusilamientos y fosas comunes que eran habituales en su país natal.
Por ese motivo el padre y la madre de Zensile Makeba (Miriam, como el mundo la conociera) fueron encarcelados 10 días después de aquel 4 de marzo de 1932, cuando la niña nació.

Sus primeros seis meses los pasó en la cárcel, en las afueras de Johannesburgo. Luego la familia regresó al Soweto, el barrio negro más populoso y marginal de la principal ciudad sudafricana.

Cuando Miriam tenía seis años la familia decidió mudarse a Pretoria, la capital administrativa del país. Allí comenzó a cantar en el coro del colegio metodista Kilmerton Training School. Más tarde, en 1950, se unió a distintos grupos vocales como los " Cuban Brothers" y los "Black Manhattan Brothers", con los que realizó giras por Sudáfrica y otros países del continente.

En paralelo a la actividad artística, la joven Makeba comenzó a militar fervientemente en contra del "apartheid". Las letras de sus canciones también se hicieron eco de ese compromiso. Los cantos alegres y costumbristas dieron paso a historias de personas y familias cuyas vidas habían sido partidas por la brutalidad del régimen blanco.

Paulatinamente el gobierno comenzó a apuntar sobre Makeba y las presentaciones en vivo se convirtieron en un dolor de cabeza. O bien los recitales eran suspendidos sin motivo, o terminaban en escándalos provocados por agitadores.

Luego de la detención y posterior fusilamiento de uno de sus tíos, Miriam Makeba decidió salir de Sudáfrica. Corría 1957 y tenía sólo 27 años.

Llegó primero a Londres y luego a Nueva York. Allí conoció a Harry Belafonte, un cantante estadounidense de ascendencia jamaiquina con una comprometida actividad en la lucha por los derechos civiles de la comunidad negra.

De la mano del "Rey del Calypso", Miriam comenzó a actuar en conciertos, mezclando canciones tradicionales del folklore sudafricano con temas de jazz y pop.

El éxito nuevamente llegó rápido y Makeba supo aprovecharlo. Se valió de todos los foros en los que actuaba para denunciar la humillación a la que era sometida la mayoría negra en la Sudáfrica, gobernada por los dictadores boers.

En 1959 participó en el documental antiapartheid "Come Back Africa", que se consagró en el Festival de Cine de Venecia. De allí en más las ofertas de presentaciones en Estados Unidos y Europa fueron incesantes.

Su voz dulce, melancólica, se entrelazaba con los relatos sobre torturas, fusilamientos y fosas comunes que eran habituales en su país natal.

La respuesta del gobierno sudafricano no se hizo esperar. En 1960 le revocaron su carta de ciudadanía y no le permitieron regresar al entierro de su madre.

Más tarde, en el '63, prohibieron su música en todo el país, luego de que Makeba denunciara la brutalidad policial y el terrorismo del gobierno ante un comité especial de Naciones Unidas.

En 1967 se convirtió en la primera -y única- cantante africana en llegar al tope de las listas de ventas y difusión de Estados Unidos. El hit "Pata Pata" se convirtió en un éxito mundial que fue grabado por más de 100 artistas. La canción -un homenaje a una danza festiva tradicional de los suburbios de Johannesburgo- le permitió ser una de las artistas más valorada por las compañías discográficas.

Sin embargo, dos años más tarde Makeba volvería a ser desconsiderada por la industria y sus presentaciones en Estados Unidos y Europa se reducirían al mínimo.

El motivo fue su matrimonio con Stokely Carmichael, por entonces líder de las Panteras Negras, el grupo más radical de los activistas afroamericanos.

"Descubrí que esta atractiva mujer, aparentemente apacible y madura, era una criatura política; una militante inflexible a favor de la libertad de su gente", narraba Carmichael en la introducción de una biografía de la cantante publicada hace pocos años.

Y de verdad lo era. Makeba aprovechó la nueva prohibición para recorrer el Tercer Mundo y propagar su mensaje en contra de la segregación racial por los cinco continentes.

Paseó su ritmo por las naciones nacientes de la África descolonizada. Cantó en Nairobi con motivo de la independencia de Kenia, en Luanda, con la independencia angoleña, en la inauguración de la Organización de la Unión Africana en Addis Abeba y en Mozambique.

También visitó Sudamérica donde se contagió del ánimo libertario que aquí dominaba. Le dedicó canciones a Salvador Allende en 1972 (lo que le valió una dura silbatina en el Festival de Viña del Mar algunos años más tarde), y se consustanció tanto con la lucha tupamara como con el candombe en su paso por Uruguay. Llegó a la Argentina donde fue desairada por la prensa grande y las autoridades aunque resultó abrigada por el público.

Cuando el "apartheid" cayó en Sudáfrica, en 1990, fue invitada a participar en los actos de celebración. Regresó a su patria luego de un exilio de 34 años y volvió a hacerlo en 1994, cuando Nelson Mandela se convirtió en el primer presidente negro del país.

Fue galardonada en todo el mundo por sus acciones en favor de la paz y Mandela le ofreció a Makeba el área cultural de su gobierno. Sin embargo, ella prefirió continuar su lucha desde el lugar donde mejor supo hacerlo: los escenarios.

Fue allí donde la encontró la muerte, el 10 de noviembre de 2008. Estaba en un pueblito cercano a Nápoles participando en un concierto en defensa del escritor Roberto Saviano, amenazado de muerte por la camorra napolitana.
Cientos de miles de personas asistieron a su funeral en Johannesburgo. Allí Nelson Mandela dijo que "Miriam Makeba fue la madre de nuestra lucha y de nuestra nación, fue la primera dama de la canción de Sudáfrica y se ganó, merecidamente, el título de Mamá África".



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