Progresismo Reloaded

María de los Ángeles Fernández, La Tercera, Chile

Escrito en colaboración con Ricardo Lagos Weber, vicepresidente Partido por la Democracia (PPD)
Publicado en diario La Nación, 26 de diciembre de 2008.

Progresismo Reloaded
La crisis financiera internacional y el triunfo de Barak Obama en Estados Unidos han colocado una nueva luz a la visión y propuestas progresistas. Se reconoce por todas partes que estamos asistiendo, no tanto a una época de cambios, sino “a un cambio de época”. Los ecos procedentes de las principales economías, las cuales han destinados siderales sumas de recursos públicos para evitar un colapso financiero, muestran que hasta los presidentes de derecha se han visto obligados a reconocer el papel del Estado, aunque sólo sea por el rol de salvataje que debieron asignarle frente a la ausencia de escrúpulo de los agentes financieros. Destaca la honestidad de Greespan, quien ha reconocido haber estado por casi diez años “parcialmente” equivocado y que la ideología de libre mercado que le servía de aliciente tenía fallas. La autorregulación de los mercados ha dado paso a una participación estatal y de socorro financiero inimaginable hasta hace poco. Al parecer, de los cinco dedos de la mano invisible de Adam Smith, al menos dos dedos corresponden a la acción del Estado.
La ciudadanía tiene que estar alerta, máxime en un año electoral como el que se avecina y preguntarse quién está en mejores condiciones para defenderla. Ante una crisis, bien lo sabemos, un político de derecha recurre, de manera automática, a la idea de bajar los impuestos, disminuir las tareas del Estado a sus funciones de gendarme y conservar la sociedad sin alteraciones. La derecha considera natural que ésta se divida en  ganadores y perdedores, evitando los cuestionamientos morales acerca de esta situación. Quizás es ésta la razón por la cual Piñera poco o nada creativo pudo decir en la más reciente Enade. Sin embargo, un progresista piensa, no sólo en cómo mantener la libertad y la igualdad, sino también en cómo proteger a los más débiles.
En tiempos donde se observa una disputa por interpretar la crisis, no hay que dejar pasar las advertencias de Naomi Klein en este mismo diario sobre los peligros del retorno de la ideología neoliberal, anticipando que “la ideología regresará triunfal cuando el rescate esté hecho. Las deudas masivas que el público está acumulando para afianzar a los especuladores se convertirán, entonces, en una crisis presupuestaria global, que será el racional para profundos recortes en los programas sociales y para un renovado impulso a favor de privatizar lo que queda del sector público”. Dicho de otra forma, de no reaccionar a tiempo, existe el peligro de que asistamos al surgimiento de ideas re-reformadoras de la crisis, de cuño liberal.
Algo de eso ya estamos viendo en Chile, por cuanto neoliberales con cómoda instalación en algunos medios de comunicación no trepidan en afirmar que lo que ha sucedido es una “falla de Estado” y de políticas públicas. Se preocupan de advertir que toda fórmula que contravenga el fundamentalismo de mercado estaría  contaminada por una aproximación ideológica. ¿Creerán lo mismo todos aquellos que han debido entregar su esfuerzo en materia de capitalización individual a las administradoras de fondos de pensiones? Las pérdidas han sido catastróficas y de seguro, Ud. que lee esta columna, se ha visto afectado. Si estos recursos hubieran sido administrados por una entidad estatal, no es descabellado aventurar que las penas del infierno habrían sido solicitadas para los directivos a cargo de la administración de dichos fondos. Dicho sea de paso, el último estudio Latinobarómetro 2008 arroja un dato sorprendente y que, por cierto, nadie se ha ocupado de difundir  como corresponde: en Chile, el 90% de las personas cree que las pensiones deben estar mayoritariamente en manos del Estado, siendo el país con el más alto porcentaje de la región. Este mismo estudio, para el año 2007, advertía que los chilenos desconfiaban del mercado y pedían un mayor protagonismo por parte del Estado.
Parece ser el tiempo de que se exprese el progresismo con convicción, los “progresistas progresistas” o los progresistas a secas, pero con mayúscula. Necesitamos entrar en una nueva etapa en la que pensemos seriamente lo público-estatal. En este marco, debiera priorizarse la recuperación de la idea de control político versus las aparentes bondades de la neutralidad técnica, una estrategia de desarrollo que enfrente la heterogeneidad estructural, la creación de defensorías específicas, la dignificación de los funcionarios públicos, más políticas “antiplacebo” y sustentables en el tiempo como es hoy el programa “Chile crece contigo” o lo fue antes el “Chile solidario”, así como regulaciones efectivas, evitando la captura del Estado por agentes privados ubicados en áreas donde están en juego bienes públicos esenciales. Requerimos pensar en fórmulas donde la intervención estatal no sólo sea sustantiva, sino moderna y republicana. Chile lo reclama por cuanto los ciudadanos parecen estar volcando sus esperanzas en el Estado. Si somos tachados de estatistas pues lo somos, y en buena hora.


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