Recorte del gasto: 'Tarde, pero bien'
El Periódico de Catalunya, Barcelona, España
Barcelona. - Tienen su razón los que sostienen que el nuevo recorte presupuestario es una rectificación. Un golpe de timón que responde a lo que pide «el sistema económico mundial», como admitió ayer el propio presidente del Gobierno. Zapatero minusvaloró, durante gran parte del 2008, los efectos de la crisis. Luego apostó, como muchos países del G-20, a que la acción del Estado suavizara la recesión y evitara otra depresión como la de 1929.

José Luis Rodríguez Zapatero
Deuda bajo sospecha
Hubo exceso de confianza. Cierto que la ratio deuda pública-PIB, ahora en el 53%, es bastante menor que la media de la zona euro. Pero nuestro endeudamiento total (público y privado) es alto porque la inversión empresarial y familiar de los años del boom tuvo financiación exterior. La banca tomó dinero en el mercado mundial y lo prestó a las empresas y familias (de ahí la burbuja inmobiliaria). Y ahora el paro hace que el déficit público (6,4% de media europea) llegue aquí al 11,2%. Estados Unidos y Gran Bretaña tienen un déficit similar, pero la zona euro, una unión monetaria en construcción, nos hace más vulnerables. Keynes dijo que el déficit público sirve para combatir la recesión. Tenía razón, pero hay que financiarlo. Por eso el gran nerviosismo de los mercados con la deuda pública de los estados ha obligado a inflexionar la política presupuestaria.
La rectificación
El Gobierno ha sido lento y ha dilatado los plazos, no solo en el déficit, sino también en las reformas, empezando por la laboral. Pero ya en el presupuesto del 2009 subió el IVA y la imposición sobre el ahorro por un importe de 6.000 millones de euros. Y fue criticado por todo el arco político y por parte del empresariado. Luego, cuando empezó la tormenta griega, recortó otros 5.000 millones para este año (un total de 40.000 en los próximos tres años) para llegar a un déficit del 3% en el 2013. Pero en la última semana el pánico financiero ha forzado la mano.
Reducir el déficit un 0,5% del PIB extra este año y otro 1% el 2011, para bajarlo del 11,2% al 6% en dos años, no sale gratis. Obliga, entre otras cosas, a rebajar el sueldo de los funcionarios un 5%, a congelar las pensiones –excepto las mínimas– en el 2011, y a reducir la inversión pública en 6.000 millones. Es una rectificación de envergadura para un presidente que prometía salir de la crisis con pocos costes.
Pero no somos el único país que debe cambiar el rumbo. En Alemania –donde ya se jubilan a los 67años–, Merkel ha enterrado su promesa electoral de bajar los impuestos. Sarkozy anuncia mas austeridad y en el programa de Cameron manda el recorte del gasto público. Adaptarse a lo que pide «el sistema económico mundial» es razonable. Salvo que se pretenda vivir de espaldas a él. Imposible porque estamos endeudados. Sería iniciar un viaje hacia la marginación.
Pero el volantazo tendrá costes. Daña la credibilidad del Gobierno y, peor aún, retrasará la salida de la crisis. Zapatero debería haber actuado antes. Improvisa, aunque también lo hacen la UE y la mayoría de gobiernos.
Sin alternativas
La rectificación –pasar del ajuste suave al ajuste duro– ha sido inevitable. La medicina es amarga pero lo exige la necesidad de no separarnos de la disciplina económica de los países europeos. Y es un ajuste duro, pero no destruye el Estado del bienestar. Se ha reaccionado tarde, ha faltado rigor y no ha habido pedagogía. El Gobierno debe explicar que mantener los logros sociales exige saber adaptarlos a las circunstancias. Y que el fin de la cirugía no es liquidar, sino preservar. Zapatero ha rectificado. La crítica es fácil, pero, sin alternativas factibles, es
inútil e irresponsable.