Rumania: la deportación de gitanos en 1942, una tragedia olvidada
AFP (Agencia France-Presse)
BUCAREST. - En mayo de 1942, el mariscal rumano Ion Antonescu ordenó la deportación a Transnistria de los gitanos "nómadas, sin ocupación o delincuentes": casi 70 años después, los pocos supervivientes evocan esa tragedia olvidada, un estigma imborrable para muchos de ellos.
Gitanos deportados
"Nos deportaron para matarnos, pero, ya ven, yo no he muerto", agrega el anciano, que vive en una pequeña habitación oscura y nunca fue indemnizado por su deportación.
El viernes se celebrará en el mundo entero el día internacional dedicado a la memoria de las víctimas del Holocausto.
De los 208.000 gitanos censados en el país en 1942, unos 25.000, es decir el 12%, fueron deportados, según el informe sobre el Holocausto en Rumania redactado por una comisión internacional de historiadores dirigida por el Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel. Más de 11.000 de ellos murieron.
Entre 280.000 y 380.000 judíos rumanos y ucranianos murieron también en los territorios administrados por Bucarest.
"La deportación de gitanos conllevó numerosos abusos. Fueron también deportadas familias de conscriptos (que debían estar exentas), familias de rumanos, de turcos o de magiares, o personas que tenían una ocupación o tierras", según dicha comisión.
Gheorghe Stana tenía 7 años cuando llegó la orden de deportación. "Teníamos una casa, mi padre trabajaba como jornalero y sin embargo fuimos deportados todos, mi madre, mi hermana...", cuenta a la AFP Stana, originario de Vedea (sur).
La falta de alimentos, las enfermedades y el trabajo forzado diezmaron a los deportados. "Miles de personas murieron allí. Los muertos eran arrojados a una fosa, como animales. Sigo teniendo en los ojos esas imágenes", dice.
"Cuando la guerra terminó, nos dejaron irnos", acota Safta, narrando como volvió en tren hasta la frontera actual entre Moldavia y Rumania y luego a pie hasta Bucarest.
Ambos hombres afirman que "hablaron poco" a sus hijos de esa tragedia, pero que sobre todo trataron de no pensar más en ella.
El hecho de que la orden oficial de deportación sólo concernía a ciertas categorías de gitanos "tiene implicaciones profundas en la mentalidad" de la comunidad, explica el sociólogo Nicolae Furtuna, cuyo abuelo escapó a la deportación.
Muchas víctimas sienten "vergüenza de decir que fueron deportadas, es un estigma", dice el sociólogo, que compara su situación con la de las mujeres violadas.
Furtuna, que entrevistó a decenas de supervivientes, cuenta testimonios terribles. "Me contaron que algunos habían comido carne humana, otros escondieron en la casa el cuerpo de un pariente muerto para seguir recibiendo su ración de comida", dice, lamentando la falta de documentos escritos sobre esos acontecimientos.
"Son esos detalles, más que las cifras, los que te hacen vivir ese periodo", dice, recalcando que "es un deber moral transmitir esos testimonios" a los jóvenes, sean éstos gitanos o no.