Se está quedando solo
El Nuevo Siglo, Colombia
*Deserciones “uribistas” a granel
*La oposición nace de sus propias huestes
EDITORIAL
A medida que crece la audiencia de los uribistas anti-reeleccionistas el país se exacerba frente al mutismo del Presidente de la República sobre su perpetuación en el poder. Resulta increíble y pasmoso que no se tenga en cuenta una cláusula tan sencilla como que los períodos, incluidos los presidenciales, terminan acorde con lo establecido en la Constitución y las leyes y se mantenga la expectativa de volver a romper las vértebras normativas para quedarse aferrado al solio.
Ya no son sólo los principales y más emblemáticos asesores que colaboraron con la llegada del Primer Mandatario al poder, como Fabio Echeverri o Rudolf Hommes, o muchos empresarios que vieron en su ascenso un hecho plausible, o gremios que lo han acompañado como la ANDI, o altos jerarcas de la Iglesia Católica como Monseñor Pedro Rubiano, o el mismo presidente del BID Luis Alberto Moreno, o prestigiosas revistas y periódicos internacionales, lo mismo que el diario de mayor circulación nacional y otros de igual tendencia oficialista, o las calificadoras de riesgo, las voces “uribistas” que se muestran estupefactas ante la insistencia reeleccionista, sino otros miembros representativos de su propia cauda, como la ex senadora Gina Parody, que se vio abocada a renunciar tanto a su curul como al Partido presidencial para mostrar coherentemente su desacuerdo con las pretensiones de su antiguo mentor.
Y lo mismo sucede con uno de los jefes “uribistas” más connotados, Germán Vargas Lleras, cuyos mensajes han sido claros y perentorios en cuanto a que su partido Cambio Radical apoya la agenda presidencial, pero que ello no comporta, por no haber sido discutido ni avalado en la coalición gubernamental, propósitos reeleccionistas de ninguna índole, sino que por el contrario el Primer Mandatario siempre dejó claro, al momento de realizarse los acuerdos programáticos, que no se presentaría a mandatos adicionales. Y no es, ciertamente, con la férula burocrática que el Gobierno suele usar para torcer las voluntades, que se pueda modificar esa tesis de que la perpetuación en el poder jamás le ha producido frutos de bendición a ningún país y siempre termina en una hecatombe. Por ello, precisamente, se establecieron las instituciones, a fin, justamente, de evitar los abismos monárquicos y las gentes que permanecen adheridas y manejan el poder como si fuera un patrimonio personal.
Tampoco son las encuestas de las que se puedan derivar resultados sobre un cúmulo superlativo y fehaciente que clame por un tercer mandato, sino que el país se divide por mitades y cada vez es más lánguido el respaldo a un exabrupto que signifique el establecimiento de la monocracia en Colombia, siguiendo las acciones del primer Mandatario venezolano Hugo Chávez, que el orbe entero reconoce como el jefe del populismo latinoamericano y que no se para en mientes legales para cumplir sus ambiciones de eternizarse en el gobierno bajo pantomimas democráticas.
Y ya no son tampoco las firmas recogidas hace muchos meses, para forzar un referendo, las que hoy puedan representar un dato fidedigno sobre el tema, puesto que no sólo sirvieron para una pregunta equívoca, en medio de la popular Operación Jaque, sino que los tiempos han cambiado de forma rotunda como seguramente podría demostrarse al volver a concitar un ejercicio similar teniendo al frente la crisis económica, el ascenso del desempleo, la debacle de la política exterior, la negligencia ante las pirámides y los falsos positivos.
Es irreal, o por lo menos equivocado, que se diga que la reticencia a otro mandato, que señalaría la ruta de la reelección indefinida, proviene de lo que los áulicos gubernamentales, incluidos algunos periodistas adictos, sostienen sobre lo que ellos denominan truculentamente la Oposición, sino que ella nace particularmente de las huestes que veían en Uribe una solución a los problemas colombianos y que hoy lo observan con el recelo de ver en aquel barnices dictatoriales desconocidos por completo en la historia nacional, salvo por pequeños y nefastos interregnos que no lograron sepultar el espíritu democrático que ha acompañado al país durante siglos.
Aparte de que el referendo que actualmente se tramita está viciado de toda nulidad, incluidas las noctámbulas sesiones extraordinarias con que el Presidente desembozó sus intenciones, el hecho categórico es que se está quedando solo, de modo particular por quienes antes veían en él al redentor y hoy lo miran bajo un hálito de sospecha. Seguramente lo querrá así, embebido como está en su naturaleza mesiánica, pero sin apóstoles y cada vez más ensimismado.
A medida que crece la audiencia de los uribistas anti-reeleccionistas el país se exacerba frente al mutismo del Presidente de la República sobre su perpetuación en el poder. Resulta increíble y pasmoso que no se tenga en cuenta una cláusula tan sencilla como que los períodos, incluidos los presidenciales, terminan acorde con lo establecido en la Constitución y las leyes y se mantenga la expectativa de volver a romper las vértebras normativas para quedarse aferrado al solio.
Ya no son sólo los principales y más emblemáticos asesores que colaboraron con la llegada del Primer Mandatario al poder, como Fabio Echeverri o Rudolf Hommes, o muchos empresarios que vieron en su ascenso un hecho plausible, o gremios que lo han acompañado como la ANDI, o altos jerarcas de la Iglesia Católica como Monseñor Pedro Rubiano, o el mismo presidente del BID Luis Alberto Moreno, o prestigiosas revistas y periódicos internacionales, lo mismo que el diario de mayor circulación nacional y otros de igual tendencia oficialista, o las calificadoras de riesgo, las voces “uribistas” que se muestran estupefactas ante la insistencia reeleccionista, sino otros miembros representativos de su propia cauda, como la ex senadora Gina Parody, que se vio abocada a renunciar tanto a su curul como al Partido presidencial para mostrar coherentemente su desacuerdo con las pretensiones de su antiguo mentor.
Y lo mismo sucede con uno de los jefes “uribistas” más connotados, Germán Vargas Lleras, cuyos mensajes han sido claros y perentorios en cuanto a que su partido Cambio Radical apoya la agenda presidencial, pero que ello no comporta, por no haber sido discutido ni avalado en la coalición gubernamental, propósitos reeleccionistas de ninguna índole, sino que por el contrario el Primer Mandatario siempre dejó claro, al momento de realizarse los acuerdos programáticos, que no se presentaría a mandatos adicionales. Y no es, ciertamente, con la férula burocrática que el Gobierno suele usar para torcer las voluntades, que se pueda modificar esa tesis de que la perpetuación en el poder jamás le ha producido frutos de bendición a ningún país y siempre termina en una hecatombe. Por ello, precisamente, se establecieron las instituciones, a fin, justamente, de evitar los abismos monárquicos y las gentes que permanecen adheridas y manejan el poder como si fuera un patrimonio personal.
Tampoco son las encuestas de las que se puedan derivar resultados sobre un cúmulo superlativo y fehaciente que clame por un tercer mandato, sino que el país se divide por mitades y cada vez es más lánguido el respaldo a un exabrupto que signifique el establecimiento de la monocracia en Colombia, siguiendo las acciones del primer Mandatario venezolano Hugo Chávez, que el orbe entero reconoce como el jefe del populismo latinoamericano y que no se para en mientes legales para cumplir sus ambiciones de eternizarse en el gobierno bajo pantomimas democráticas.
Y ya no son tampoco las firmas recogidas hace muchos meses, para forzar un referendo, las que hoy puedan representar un dato fidedigno sobre el tema, puesto que no sólo sirvieron para una pregunta equívoca, en medio de la popular Operación Jaque, sino que los tiempos han cambiado de forma rotunda como seguramente podría demostrarse al volver a concitar un ejercicio similar teniendo al frente la crisis económica, el ascenso del desempleo, la debacle de la política exterior, la negligencia ante las pirámides y los falsos positivos.
Es irreal, o por lo menos equivocado, que se diga que la reticencia a otro mandato, que señalaría la ruta de la reelección indefinida, proviene de lo que los áulicos gubernamentales, incluidos algunos periodistas adictos, sostienen sobre lo que ellos denominan truculentamente la Oposición, sino que ella nace particularmente de las huestes que veían en Uribe una solución a los problemas colombianos y que hoy lo observan con el recelo de ver en aquel barnices dictatoriales desconocidos por completo en la historia nacional, salvo por pequeños y nefastos interregnos que no lograron sepultar el espíritu democrático que ha acompañado al país durante siglos.
Aparte de que el referendo que actualmente se tramita está viciado de toda nulidad, incluidas las noctámbulas sesiones extraordinarias con que el Presidente desembozó sus intenciones, el hecho categórico es que se está quedando solo, de modo particular por quienes antes veían en él al redentor y hoy lo miran bajo un hálito de sospecha. Seguramente lo querrá así, embebido como está en su naturaleza mesiánica, pero sin apóstoles y cada vez más ensimismado.