Secuestradas y obligadas a casarse, una práctica en auge en Kirguistán

AFP (Agencia France-Presse)

Biskek, Kirguistán. - Han pasado tres años pero Guljan Turdubayeva no puede contener sus lágrimas al recordar el día en que un desconocido la secuestró para obligarla a casarse con él. Esta tradición es antigua en el país.

En Kirguistán, la historia de esta periodista no sorprende a nadie. Los raptos de novias, una práctica conocida bajo el nombre de Ala Kachuu (literalmente "toma y corre"), son recurrentes en este país, así como en otros Estados de Asia central y del Cáucaso.
"Era más bien bajo", explica Guljan Turdubayeva, secándose las lágrimas. "Aparte de eso, no me acuerdo realmente de él. Nunca lo había visto".
Esta mujer consiguió escapar de la casa de su secuestrador y no lo ha vuelto a ver desde entonces.
Pero muchas otras mujeres no tienen esta suerte. Según la ONU, más de 12.000 mujeres y jóvenes son secuestradas cada año en Kirguistán, a menudo con la complicidad de su familia, que esperan así poderlas casar.
El rapto permite pagar un dote a la familia de la futura esposa en un país donde la tradición de matrimonios convenidos no está tan arraigada como en los vecinos Uzbekistán o Tayikistán.
Para sacar a la luz estos secuestros, Guljan Turdubayeva y otras cuatro víctimas aceptaron que sus historias se convirtieran en un dibujo animado, realizado por artistas kirguises.
"La gente imagina que el drama del matrimonio por secuestro se reduce a una chica arrojada a un coche por varios hombres, pero no suele ser así", explica Tatiana Zelenskaya, una de las dibujantes del proyecto "Un día, ellos me robaron".
"El verdadero drama llega más tarde, cuando la futura familia política convence a la chica para que se quede", asegura. "¿Cómo consiguieron imponerle su voluntad y por qué acepta ella este matrimonio? Esto es lo que me gustaría comprender".
 

- Violación -

 
En uno de los dibujos animados, Guljan Turdubayeva se llama "Narguiza". Este personaje explica cómo la tía de la joven mujer ayudó a preparar su secuestro.
"Mi madre sigue hablándole, pero yo no se lo perdonaré nunca", dice "Narguiza".
A través de otro personaje, "Begaim", otra víctima relata cómo el hombre con quien tenía que casarse la violó. 
De las cinco mujeres que participan en este proyecto, solo Guljan Turdubayeva ha aceptado revelar su identidad, lo que demuestra el tabú que sigue rodeando la práctica del Ala Kachuu.
Muchos la felicitaron por su valor, pero también ha recibido correos electrónicos con insultos y amenazas, y mensajes en las redes sociales, donde los dibujos fueron difundidos. La mayoría de estos mensajes de odio fueron escritos por hombres.
"Algunos me han dicho 'eres idiota', tendrías que haberte quedado con él, son los dos kirguises, y eso es lo importante", explica a la AFP.
 

- Auge en los años 90 -

 
Secuestrar mujeres para obligarlas luego a casarse es una práctica que existe hace tiempo. Ya existía antes de que Kirguistán se convirtiera en una República Soviética en los años 1920 y resistió a los intentos de las autoridades soviéticas para erradicarla.
Con 80 años, la hermana del poeta y escritor más conocido del país, Chinguiz Aitmatov, se acuerda cómo, en 1959, su novio de aquella época la secuestró y la obligó a casarse. Ha sido su esposa durante casi 50 años.
Pero los raptos conocieron un nuevo auge en los años 1990, tras la caída de la URSS, cuando el país recuperó su independencia.
"Me acuerdo que en la escuela, una compañera fue secuestrada justo después del baile de final de curso", explica a la AFP Zulfiya Koshorbayeva, que trabaja en una oenegé en Biskek. "Casi la mitad de las alumnas de mi clase se ha casado de este manera".
Las autoridades kirguises aseguran que estos matrimonios van a la baja gracias a una ley que, votada en 2012, castiga con penas de hasta 10 años de cárcel a los secuestradores.
Pero según un informe de la ONU de 2016, un tercio de los kirguises desconoce todavía que el Ala Kachuu es un crimen.
Es necesario además que los raptos sean denunciados, advierte Koshorbayeva. "Es difícil para las chicas denunciarlo, temen que sus familias no las apoyen", apostilla.


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