Selma, 1965: "Queríamos el derecho a votar, a cualquier precio"

AFP (Agencia France-Presse)

Selma, Estados Unidos. - En 1965, hace 20 años, Henry Allen participó en la marcha de Selma por los derechos cívicos que acabó en un baño de sangre. Ese día, conocido como el "domingo sangriento", cambió el curso de la historia de Estados Unidos.

"Ya nos habían golpeado y detenido un montón de veces y no habíamos luchado tanto tiempo para que la máquina se detuviera. No podíamos parar. Queríamos el derecho a votar, a cualquier precio", cuenta, con su determinación intacta, este bombero retirado de 70 años que destaca el papel decisivo de su líder Martin Luther King.

Henry formó parte de un grupo de unos 600 activistas que partieron de la localidad de Selma para marchar unos 90 Km hasta Montgomery, la capital de Alabama (sureste de EEUU).

La marcha duró poco: a la salida del puente Edmund Pettus, bajo las órdenes del gobernador de Alabama George Wallace, la policía ordenó a los manifestantes que regresaran. Como éstos no obedecieron, fueron reprimidos a la fuerza.

Las terribles imágenes de esta brutal represión tuvieron un tremendo impacto en todo Estados Unidos y contribuyeron a la adopción, unos meses después, de la "Voting Rights Act" (Ley del derecho al voto), que suprimió los numerosos obstáculos a los que se enfrentaba la comunidad negra para ir a las urnas.

"Comenzaron a golpearnos y después de eso nos persiguieron hasta la iglesia (situada del otro lado del puente). Eso duró toda la noche", recuerda Henry tras el volante de su coche, mientras atraviesa este pequeño pueblo un poco descuidado y lleno de referencias a la lucha contra la segregación racial.

Cincuenta años más tarde, Barack Obama, el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos, pronunciará el sábado un discurso en este mismo puente que cruza el río Alabama y es parte de la historia del país.

"No había hostilidad en estas marchas, no atacábamos a nadie", destaca Henry.

El pastor Frederick Reese tiene ahora 85 años, pero jugó un papel clave aquel día, medio siglo atrás. Según él recuerda, el surgimiento de este movimiento tenía una reivindicación clara y simple: el derecho al voto para todos los ciudadanos estadounidenses.

"Ninguna de estas marchas eran violentas, no teníamos armas ni cuchillos", cuenta a la AFP. La palabra de orden carecía de ambigüedades: "Si no aceptas la no violencia, no participas".

 

- King nos dio visibilidad -

 

Para los organizadores, acostumbrados desde hacía años a la represión, la reacción violenta de las fuerzas del orden era bastante previsible.

Pero para el movimiento fue decisiva la implicación de Martin Luther King, quien no participó en la marcha del 7 de marzo pero lideró, tres semanas después, una manifestación de varios miles de personas que caminaron hasta Montgomery.

"Cuando King llegó al pueblo, trajo a la prensa con él. Eso fue bueno", cuenta Henry Allen, aún seducido por la personalidad y el carisma del permio Nobel de la Paz que murió asesinado el 4 de abril de 1968 a los 39 años en Memphis (Tennessee, sur).

"(King) nos dio visibilidad. Antes, en 1963, nos habían golpeado. En 1964 también nos golpearon. Pero no teníamos a los medios".

A principios de los años '60, la ley estadounidense no impedía, en sentido estricto, el derecho al voto a los negros. Pero en varios estados del sur, había medidas arbitrarias que convertían el ejercicio de este derecho prácticamente imposible. De los aproximadamente 15.000 afroamericanos que vivían en Selma para la época, sólo 300 podían sufragar.

"Podías ir e intentar inscribirte, pero tenías que rendir un examen sobre la Constitución de Alabama", cuenta Louretta Wimberly, quien participó activamente en la organización de las marchas.

"Si superabas el examen, te podían hacer cualquier otra pregunta, la que quisieran", añade. Además, era necesario pagar un impuesto de 9 dólares para finalmente poder participar en la vida democrática.

La historia de estas marchas pacíficas en esta pequeña ciudad acaba de ser llevada a la gran pantalla con el título "Selma" y estuvo nominada al Óscar a la Mejor película. En la cinta, una enfermera interpretada por Oprah Winfrey intenta en vano, y al precio de un humillante interrogatorio, inscribirse en estas listas electorales.



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