Shugo Ikoh, el singular maridaje del teatro nô y la ópera
AFP (Agencia France-Presse)
TOKIO. - A los 39 años, Shugo Ikoh no es un japonés ordinario, ya que habla dos lenguas extranjeras, vive desde hace 12 años en Europa, se interesa más por el arte que por el dinero y tiene el extraño proyecto de reunir en un mismo espectáculo el teatro nô japonés y la ópera.
Shugo Ikoh
Shugo tuvo la idea de esta extraña alquimia en 2008, cuando tras ser premiado por una fundación japonesa que respalda a jóvenes artistas, la Gotoh Memorial Foundation, le propusieron montar una ópera en una sala dedicada al teatro nô, en Tokio. Admite que al principio la idea le pareció extraña.
Sin embargo, nació en su cabeza una curiosa ecuación: intermezzo=kyôgen, es decir la pieza a menudo cómica que se representa entre dos austeras piezas del teatro nô. Había hallado el eslabón.
"El secreto --explica a la AFP-- para elegir las obras (de Charpentier y Pergolesi), era hallar afinidades íntimas con el estilo del teatro nô, y especialmente del kyôgen".
"Para celebrar ese feliz maridaje, era necesario preservar la esencia de esos dos artes: la ópera es ante todo música, mientras que el nô y el kyôgen son movimientos lentos, gestos llenos de significado", explica el director de teatro.
Resume de esta forma su espectáculo: "cierren los ojos: están en la ópera. Ábranlos y tápense los oídos: están en el nô". Pero si se mira y oye al mismo tiempo, se produce el efecto mágico.
"No se puede mostrar cualquier ópera en un teatro nô. Puccini, Verdi o Wagner son demasiado grandes y complicados. En el escenario del nô, se puede tener a un máximo de diez personas, mientras que en Wagner puede haber un centenar", explica Shugo en un inglés con fuerte acento germánico.
Nada sin embargo lo predestinaba al mundo de la ópera, su gran pasión. "Yo estaba estudiando economía en Tokio cuando mi vida cambió por completo, a los 18 o 19 años, cuando vi 'El Murciélago' de Strauss por el Volksoper de Viena. Salí conmovido diciéndome: eso es lo que yo quiero hacer".
A pesar de todo, continuará con su Master de economía, pero con la cabeza puesta en su nuevo Grial: convertirse en escenógrafo de ópera. Hacia el cambio de milenio obtiene un empleo en el Teatro nacional de Tokio. "No era nada de índole artística, simplemente llenar formularios y hacer llamadas telefónicas", pero ya tenía un pie en su sueño.
La suerte lo visita, encarnada en un director inglés, David Edwards, que le propone ir a estudiar a Londres. Shugo permanecerá cinco años en la capital británica, donde aprende el oficio y al mismo tiempo trabaja como asistente "freelance" en el Royal Opera Covent Garden. Al mismo tiempo estudia alemán, porque su objetivo es Viena.
Nuevo encuentro: un director de teatro austríaco bien conectado con el Wiener Staatsoper y el Volksoper. El Staatsoper le entreabre una puerta: lo toman como asistente.
Luego de presentar su creación en París y Suiza, Shugo tiene otros proyectos: otro maridaje nô-opéra, "en el estilo íntimo del kyôgen" sobre cantatas de Louis-Nicolas Clérambault y de Bach, y también la idea de juntar ópera y kabuki, la otra forma teatral japonesa, más adaptada a las grandes salas.
Piensa también en un espectáculo musical, a estrenarse en 2014 en Lituania, sobre la vida de un cónsul japonés, Chiune Sugihara, que salvó de la muerte a miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial otorgándoles visa de tránsito hacia Japón.
Para Shugo, que de niño vivió inmerso en el universo musical (aprendió a tocar violín y piano) y el nô, sus doce años europeos le enseñaron algo: es "más japonés que nunca".
"Fue necesario salir de Japón para verlo desde una óptica más clara que nunca, sobre todo a su cultura. Nunca leí tanto sobre mi país como desde que estoy en el extranjero".
Su lado asiático no le simplifica la tarea a la hora de trabajar en Austria: "la mayor parte del tiempo, los artistas quedan perplejos y curiosos. En Japón, si un director dice algo, todos obedecen. Aquí tengo que convencer, explicar el porqué de las cosas. No es tan fácil. Y encima, en alemán o en inglés. En fín, ya me acostumbré", comenta riendo.