Sin fecha para el traslado de los restos de Franco
DPA (Deutsche Press Agency-Agencia de Prensa Alemana)
Madrid. - El Gobierno español del socialista Pedro Sánchez sigue sin concretar la fecha para exhumar y sacar los restos del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos, el imponente y polémico mausoleo levantado en el norte de Madrid tras la guerra civil española (1936-1939).
Sánchez, quien nada más llegar al Gobierno anunció su intención de dar este paso, tampoco ha revelado la fórmula jurídica que empleará.
Hace unos días, el mandatario socialista aseguró que los restos del dictador serán trasladados antes de las vacaciones de agosto.
Su portavoz, Isabel Celaá, señaló esta semana que todavía no se ha definido la "fórmula completa" para proceder a la exhumación, a la que la familia del dictador se opone, según medios españoles.
Celaá tampoco detalló la situación de la negociación iniciada por Patrimonio Nacional con la familia. Unos días antes, la portavoz había admitido la "complejidad" del caso.
Franco fue enterrado tras su muerte, en 1975, en la basílica del Valle de los Caídos, un recinto a 60 kilómetros de Madrid que fue concebido por el propio dictador para depositar allí los restos de los muertos en la guerra civil y que construyeron principalmente presos republicanos.
Su tumba se encuentra junto al altar del templo y es visitada a diario por las personas que se acercan al monumento.
El Valle de los Caídos: turistas, polémica y flores para Franco
"Papá, ¿por qué quieren desenterrar a Franco?". "No sé, hijo, por marear a los muertos". La escena tiene lugar junto a la tumba de Francisco Franco en el Valle de los Caídos, el colosal monumento que el dictador ordenó construir tras la guerra civil española y que fue levantado con el sudor de los presos republicanos.
Allí yacen hoy más de 33.000 muertos en la contienda, de uno y otro bando, pero también el propio dictador, que fue enterrado en un lugar privilegiado, bajo la cúpula de una imponente basílica horadada en la roca y a escasos metros de su altar, coronado por una cruz tallada con la madera de un enebro que el mandatario eligió personalmente.
En una calurosa mañana de julio, la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de exhumar su cadáver y entregarlo a su familia es el tema central de conversación entre los visitantes, que conforman un heterogéneo grupo en el que se mezclan nostálgicos del franquismo, jóvenes curiosos y algún que otro extranjero ávido de historia.
"Visitas no faltan", asegura el sacristán de la basílica, quien corta la conversación en cuanto es preguntado por los restos de Franco.
Hasta la gran explanada que se extiende ante la puerta principal del templo, a los pies de la Sierra de Guadarrama, se acercan estos días más turistas de lo habitual. Algunos acuden "por el morbo" de ver la tumba antes de que desaparezca. Otros (la mayoría), por rendir homenaje al dictador. Una decena de ramos de flores cubre su lápida.
"Me parece muy mal que quieran llevarse de aquí a Franco, esto es historia", dice a dpa Sonia, una mujer de 41 años que visita por primera vez el Valle de los Caídos. "Tengo en el bolso una bandera de España, pero los de seguridad no me dejan sacarla", comenta, molesta.
En el mausoleo, que Franco "vendió" en su momento como un monumento a la reconciliación, está prohibido exhibir símbolos de cualquier tipo.
El visitante no encuentra ni un solo cartel informativo -ni souvenir- relacionado con la tumbra de Franco, la de José Antonio Primo de Rivera -fundador del partido fascista Falange Española y figura venerada por el Franquismo- o sobre los 33.000 muertos de la guerra (1936-39) que conforman una gran fosa común, según algunos estudios.
En el exterior, sin embargo, en la arcada que flanquea la entrada a la basílica, llama la atención el escudo de la España franquista.
"Si se llevan a Franco y cierran el Valle de los Caídos también tendrían que quitar los pantanos que construyó. Y, por esa regla de tres, el Coliseo romano, porque allí se hicieron barbaridades", se quejan bajo uno de los arcos Agustín y Abraham, padre e hijo.
"Yo creo que Franco debe estar fuera. Estar enterrado aquí es un privilegio que el resto de ciudadanos no tenemos. Esto es para los que murieron en la guerra", critica Américo, un hombre de 44 años.
En el interior de la basílica está prohibido tomar fotografías. Algunos de los visitantes se enfadan cuando se enteran. "Yo he venido desde Jaén (sur) para hacerme la última foto con Franco", dice un turista con gesto airado cuando una vigilante le llama la atención por intentar hacerse un "selfie" ante la lápida de granito, colocada en noviembre de 1975 tras la muerte del dictador.
Otros, contrarios a Franco, pisan la tumba o escupen cuando los vigilantes se despistan.
De momento no hay fecha concreta para la exhumación ni se sabe con total certeza si se materializará. El jefe del Gobierno español dijo hace unas semanas que tendrá lugar antes de las vacaciones de agosto, pero la familia del dictador se opone al traslado.
Entre los trabajadores del monumento especulan con el momento. "Yo creo que lo harán el 18 de julio cuando cerremos", dice uno de ellos en alusión al aniversario del inicio de la guerra civil en 1936, que arrancó con una sublevación de una parte del Ejército contra el Gobierno de la Segunda República.
La cruz de piedra que corona el Valle de los Caídos, de 150 metros de altura, se vislumbra a gran distancia. A lo largo de los casi 60 kilómetros de camino desde Madrid ninguna señal anuncia el recinto. Solo hay una en el desvío que hay que tomar para llegar hasta él.
En su interior trabajaron miles de prisioneros del franquismo, la mayoría presos políticos, desde 1940 hasta 1958, cuando se inauguró.
Tras varias propuestas fallidas para quitar de allí la tumba de Franco, 43 años después de la muerte del dictador el Gobierno del socialista Sánchez quiere ahora convertir el Valle de los Caídos en un "memorial de paz y reconciliación que atienda a las víctimas de ambos bandos" de la guerra civil y "donde todo el mundo pueda reconocerse". "No puede ser el referente de la tumba de un dictador", dijo hace unos días la portavoz del Ejecutivo, Isabel Celaá.
"La democracia por fin va a dar una orden a Franco. Y Franco va a tener que obedecer", explica a dpa el presidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica, Emilio Silva.
La fórmula propuesta por el Ejecutivo español, sin embargo, no convence a la entidad. "Vuelve a aplicar la lectura de los dos demonios, de 'los dos bandos fueron malos'. En Alemania nadie pensaría en construir un monumento para judíos y nazis y llamarlo símbolo de reconciliación", señala su presidente.
Desde la polémica Fundación Francisco Franco, que difunde y promueve la figura del dictador, se oponen al traslado de sus restos y advierten de que acudirán a los tribunales ante "cualquier intento de violentar la legalidad".
En Madrid aparecieron carteles esta semana con el lema "El Valle no se toca" junto a una bandera de España y una fotografía de Franco.
"Esto ya es reconciliación. Hay gente que cuenta la historia de tal manera que parece que fue el horror de los horrores", dice a dpa junto a la tumba de Franco Luz Divina, una mujer de 65 años a quien "la lapidita" del dictador no molesta. "Este lugar es de los españoles. Lo hicieron los españoles por los que murieron. No pueden quitarlo", añade a su lado su amiga Concha.
Además de la basílica, coronada por la imponente cruz, el Valle de los Caídos cuenta con una abadía de monjes benedictinos, una escolanía y una hospedería monástica abierta al turismo.
"Yo creo que Franco no es lo más importante del Valle de los Caídos. Es un monumento con mucho valor histórico y artístico. Los extranjeros que vienen a verlo sin prejuicios se quedan maravillados", descata a dpa Álex Navajas, director del alojamiento.
"No hay que ser franquista ni antifranquista para apreciar esto. Los monjes rezan a diario por la reconciliación y por los muertos (en la guerra civil) de ambos bandos", añade.
La hospedería cuenta con una biblioteca con 25.000 volúmenes y con un restaurante que ofrece un menú del día en platos grabados con el escudo del Valle de los Caídos, acuñado por Franco. "No es un escudo franquista, tiene que ver con el franquismo en el sentido de que pertenece a esa época", zanja Navajas.
En recepción, un visitante tocado con un sombrero con la bandera de España hace el "check-in" (registro de entrada). "Yo he venido aquí a descansar", asegura, ajeno a la polémica.
Hace unos días, el mandatario socialista aseguró que los restos del dictador serán trasladados antes de las vacaciones de agosto.
Su portavoz, Isabel Celaá, señaló esta semana que todavía no se ha definido la "fórmula completa" para proceder a la exhumación, a la que la familia del dictador se opone, según medios españoles.
Celaá tampoco detalló la situación de la negociación iniciada por Patrimonio Nacional con la familia. Unos días antes, la portavoz había admitido la "complejidad" del caso.
Franco fue enterrado tras su muerte, en 1975, en la basílica del Valle de los Caídos, un recinto a 60 kilómetros de Madrid que fue concebido por el propio dictador para depositar allí los restos de los muertos en la guerra civil y que construyeron principalmente presos republicanos.
Su tumba se encuentra junto al altar del templo y es visitada a diario por las personas que se acercan al monumento.
El Valle de los Caídos: turistas, polémica y flores para Franco
"Papá, ¿por qué quieren desenterrar a Franco?". "No sé, hijo, por marear a los muertos". La escena tiene lugar junto a la tumba de Francisco Franco en el Valle de los Caídos, el colosal monumento que el dictador ordenó construir tras la guerra civil española y que fue levantado con el sudor de los presos republicanos.
Allí yacen hoy más de 33.000 muertos en la contienda, de uno y otro bando, pero también el propio dictador, que fue enterrado en un lugar privilegiado, bajo la cúpula de una imponente basílica horadada en la roca y a escasos metros de su altar, coronado por una cruz tallada con la madera de un enebro que el mandatario eligió personalmente.
En una calurosa mañana de julio, la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de exhumar su cadáver y entregarlo a su familia es el tema central de conversación entre los visitantes, que conforman un heterogéneo grupo en el que se mezclan nostálgicos del franquismo, jóvenes curiosos y algún que otro extranjero ávido de historia.
"Visitas no faltan", asegura el sacristán de la basílica, quien corta la conversación en cuanto es preguntado por los restos de Franco.
Hasta la gran explanada que se extiende ante la puerta principal del templo, a los pies de la Sierra de Guadarrama, se acercan estos días más turistas de lo habitual. Algunos acuden "por el morbo" de ver la tumba antes de que desaparezca. Otros (la mayoría), por rendir homenaje al dictador. Una decena de ramos de flores cubre su lápida.
"Me parece muy mal que quieran llevarse de aquí a Franco, esto es historia", dice a dpa Sonia, una mujer de 41 años que visita por primera vez el Valle de los Caídos. "Tengo en el bolso una bandera de España, pero los de seguridad no me dejan sacarla", comenta, molesta.
En el mausoleo, que Franco "vendió" en su momento como un monumento a la reconciliación, está prohibido exhibir símbolos de cualquier tipo.
El visitante no encuentra ni un solo cartel informativo -ni souvenir- relacionado con la tumbra de Franco, la de José Antonio Primo de Rivera -fundador del partido fascista Falange Española y figura venerada por el Franquismo- o sobre los 33.000 muertos de la guerra (1936-39) que conforman una gran fosa común, según algunos estudios.
En el exterior, sin embargo, en la arcada que flanquea la entrada a la basílica, llama la atención el escudo de la España franquista.
"Si se llevan a Franco y cierran el Valle de los Caídos también tendrían que quitar los pantanos que construyó. Y, por esa regla de tres, el Coliseo romano, porque allí se hicieron barbaridades", se quejan bajo uno de los arcos Agustín y Abraham, padre e hijo.
"Yo creo que Franco debe estar fuera. Estar enterrado aquí es un privilegio que el resto de ciudadanos no tenemos. Esto es para los que murieron en la guerra", critica Américo, un hombre de 44 años.
En el interior de la basílica está prohibido tomar fotografías. Algunos de los visitantes se enfadan cuando se enteran. "Yo he venido desde Jaén (sur) para hacerme la última foto con Franco", dice un turista con gesto airado cuando una vigilante le llama la atención por intentar hacerse un "selfie" ante la lápida de granito, colocada en noviembre de 1975 tras la muerte del dictador.
Otros, contrarios a Franco, pisan la tumba o escupen cuando los vigilantes se despistan.
De momento no hay fecha concreta para la exhumación ni se sabe con total certeza si se materializará. El jefe del Gobierno español dijo hace unas semanas que tendrá lugar antes de las vacaciones de agosto, pero la familia del dictador se opone al traslado.
Entre los trabajadores del monumento especulan con el momento. "Yo creo que lo harán el 18 de julio cuando cerremos", dice uno de ellos en alusión al aniversario del inicio de la guerra civil en 1936, que arrancó con una sublevación de una parte del Ejército contra el Gobierno de la Segunda República.
La cruz de piedra que corona el Valle de los Caídos, de 150 metros de altura, se vislumbra a gran distancia. A lo largo de los casi 60 kilómetros de camino desde Madrid ninguna señal anuncia el recinto. Solo hay una en el desvío que hay que tomar para llegar hasta él.
En su interior trabajaron miles de prisioneros del franquismo, la mayoría presos políticos, desde 1940 hasta 1958, cuando se inauguró.
Tras varias propuestas fallidas para quitar de allí la tumba de Franco, 43 años después de la muerte del dictador el Gobierno del socialista Sánchez quiere ahora convertir el Valle de los Caídos en un "memorial de paz y reconciliación que atienda a las víctimas de ambos bandos" de la guerra civil y "donde todo el mundo pueda reconocerse". "No puede ser el referente de la tumba de un dictador", dijo hace unos días la portavoz del Ejecutivo, Isabel Celaá.
"La democracia por fin va a dar una orden a Franco. Y Franco va a tener que obedecer", explica a dpa el presidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica, Emilio Silva.
La fórmula propuesta por el Ejecutivo español, sin embargo, no convence a la entidad. "Vuelve a aplicar la lectura de los dos demonios, de 'los dos bandos fueron malos'. En Alemania nadie pensaría en construir un monumento para judíos y nazis y llamarlo símbolo de reconciliación", señala su presidente.
Desde la polémica Fundación Francisco Franco, que difunde y promueve la figura del dictador, se oponen al traslado de sus restos y advierten de que acudirán a los tribunales ante "cualquier intento de violentar la legalidad".
En Madrid aparecieron carteles esta semana con el lema "El Valle no se toca" junto a una bandera de España y una fotografía de Franco.
"Esto ya es reconciliación. Hay gente que cuenta la historia de tal manera que parece que fue el horror de los horrores", dice a dpa junto a la tumba de Franco Luz Divina, una mujer de 65 años a quien "la lapidita" del dictador no molesta. "Este lugar es de los españoles. Lo hicieron los españoles por los que murieron. No pueden quitarlo", añade a su lado su amiga Concha.
Además de la basílica, coronada por la imponente cruz, el Valle de los Caídos cuenta con una abadía de monjes benedictinos, una escolanía y una hospedería monástica abierta al turismo.
"Yo creo que Franco no es lo más importante del Valle de los Caídos. Es un monumento con mucho valor histórico y artístico. Los extranjeros que vienen a verlo sin prejuicios se quedan maravillados", descata a dpa Álex Navajas, director del alojamiento.
"No hay que ser franquista ni antifranquista para apreciar esto. Los monjes rezan a diario por la reconciliación y por los muertos (en la guerra civil) de ambos bandos", añade.
La hospedería cuenta con una biblioteca con 25.000 volúmenes y con un restaurante que ofrece un menú del día en platos grabados con el escudo del Valle de los Caídos, acuñado por Franco. "No es un escudo franquista, tiene que ver con el franquismo en el sentido de que pertenece a esa época", zanja Navajas.
En recepción, un visitante tocado con un sombrero con la bandera de España hace el "check-in" (registro de entrada). "Yo he venido aquí a descansar", asegura, ajeno a la polémica.