AFP (Agencia France-Presse)
Gaza, Palestina. - Muntaser Bakr, un niño palestino de 11 años, sobrevivió hace cinco meses a un misil que mató a su hermano y a tres de sus primos en una playa de Gaza; ahora hace frente a las terribles secuelas del traumatismo que sufrió.
La opinión pública mundial quedó conmocionada por la muerte en directo de esos cuatro pequeños de entre nueve y 11 años de edad, cuando jugaban al balón en una playa del enclave palestino, blanco entonces de un intenso bombardeo de las fuerzas israelíes.
A fines de agosto, un alto el fuego, el tercero en seis meses en Gaza, dejó tras de sí cerca de 2.200 palestinos muertos, miles de heridos y repercusiones psicológicas en numerosos gazaríes.
Los más afectados son los niños. Más de 500 murieron y cientos de miles necesitarían hoy ayuda psicológica para paliar los traumatismos de la guerra. Muntaser Bakr es solo uno de los muchos casos.
"Después de lo ocurrido, empezó a ir a un centro de salud mental. Si su consulta y la toma de medicamentos se atrasan siquiera 10 minutos, no podemos controlarlo", cuenta su padre Ahed Bakr.
- Desde la guerra, vive "en otro mundo" -
Ahed, de 55 años, que perdió a su hijo Zacarías, de nueve, aquel 16 de julio en la playa de Gaza, mira, ansioso, a Muntaser comerse las uñas encerrado en su silencio. "Se vuelve ultraviolento, rompe todo y se golpea la cabeza contra la pared. Trató incluso de arrojarse al vacío desde el tejado", dice.
El niño agrede también a los demás. "El otro día, lo encontramos tratando de colgar a sus primos", cuenta su padre.
Desde que vio morir a su hermano y a sus primos, Muntaser vive "en otro mundo" y rehúsa ir al colegio, lo que su padre confiesa aceptar por miedo: "¿Y si un día trata de matar a uno de sus compañeros?", plantea.
Saliendo bruscamente de su mutismo, Muntaser empieza a hablar con los ojos bajos: "No quiero ir al colegio, antes iba con Zacarías y él me ayudaba", "pero ahora está muerto".
Cuando un periodista de la AFP se acerca a él, el niño retrocede de golpe y grita: "No quiero hacer nada, sólo agarrar un Kalashnikov y matarlos a todos para vengar a Zacarías y a mis primos".
Un silencio, y luego sigue: "de noche sueño con ellos, sueño que los abrazo. No voy más a la playa porque es allí donde murieron". Después, el niño se encierra de nuevo en el silencio.
- Recuerdos "imposibles de borrar" -
"Los recuerdos que esos niños han almacenado durante la guerra son duros e imposibles de borrar, y esto concierne a todos los niños gazaríes", afirma Samir Zaqut, que trabaja en el sector de la salud psicológica en Gaza. "Fueron sometidos a choques sucesivos, a traumatismos continuos: después de tres guerras en seis años ¿cómo podrían recuperar una vida normal?"
Al sufrimiento se agrega la falta de infraestructuras y de médicos especialistas de salud mental en el pequeño enclave, en el que viven hacinados 1,8 millón de palestinos, de los cuales casi la mitad tienen menos de 14 años, señala Zaqut.
Al final de la guerra, Kamela Abu Hadaf se encontró sola frente a los traumatismos de sus cinco hijos, que volvieron a orinarse en la cama. Hoy, ha encontrado la ayuda de médicos alemanes que organizan sesiones de escucha de los niños.
Una manera de respaldar a padres que carecen de medios para afrontar ese nuevo drama. "Durante la guerra, estaban aterrorizados, pero también los adultos estábamos despavoridos, así que no supimos tranquilizarlos", cuenta Kamela, de 45 años de edad.
Raghda Ahmed, madre de familia de 30 años de edad, se preocupa por su hijo Wisam, de ocho. "Desde la guerra, no se separa de mí, ni siquiera un minuto. Me dice 'quédate conmigo, así si los aviones bombardean moriremos juntos'", cuenta.
"A menudo, me quedo con él incluso en el colegio", agrega Raghda. Cuando está hablando, su hijo la interrumpe: "¿Para qué sirve ir al colegio y estudiar si de todos modos nos vamos a morir en la próxima guerra?".