¿Tanto libro para esto?

Observa, Uruguay

Una ola de desprecio intelectual surgida de los sectores pensantes revela la propia decandencia de esta elite subdesarrollada. Primero fueron los cultos que salieron en su cruzada contra la TV chatarra. ¡Censuremos!, llegó a proponer alguno de estos letrados cuya idea de TV culta generalmente compite con el Lexotán.

¿Tanto libro para esto?
Gabriel Pereyra.-
Nada nuevo: la gente es una fenómena cuando vota y elige lo mismo que nosotros, y come bazofia cuando se sienta frente a la TV.
O cuando escucha música, porque luego de los censores catódicos surgieron los policías del oído, que criticaron un transitorio plan gubernamental para enseñar a bailar la cumbia villera. “Basura musical, ignorantes”, gritaron algunas lumbreras de las sinfónicas vernáculas.
Luego, los doctores de la Suprema Corte de Justicia, en un fallo sobre los límites del derecho a expresarse en los medios de comunicación, escribieron este concepto: “Para emitir un juicio en un medio masivo de comunicación sobre la corrección o no de las decisiones judiciales y sobre la existencia o no de las garantías debidas, se requiere idoneidad que el ciudadano común no tiene”. Con ser peligroso, el fallo es descacharrante. Como el vulgo –presumiblemente buena parte de los que miran TV chatarra y escuchan cumbia villera– no es idóneo en Derecho, no se pueden cuestionar los fallos judiciales ante sus ígnaros ojos y oídos, ergo, tampoco se puede cuestionar la política energética, ni la acción legislativa, ni la física cuántica, porque la gente, dicen los doctores, es ignorante y allí se debe quedar.
Y cuando no hablan los doctores lo hacen los antropólogos. Uno de estos académicos que supuestamente se educó para comprender (y hacer comprender a otros) los comportamientos humanos en determinado contexto, se disgustó porque una murga se burló de los charrúas; el antropólogo, después de tanto libro leído, no encontró mejor calificativo contra los murguistas que el de “planchas”.
¡Qué cosas aleccionantes están emergiendo desde la intelectualidad local! Censores contra la TV chatarra; comisarios de opereta que consideran atrasados a los que escuchan cumbia villera; doctores en leyes que restringen la libertad basándose en la ignorancia del “ciudadano común”; universitarios enamorados de sacrosantos iconos que califican de “planchas” a quienes no piensan como ellos.
Estos son algunos ejemplos del nivel de tolerancia, comprensión social y diversidad cultural que se respira en la academia, en los círculos cultos, en el universo de los supuestamente pensantes.
Si uno los oye hablar en sus tertulias de cámara, la opinión de estos cerebros es unánime: culturalmente la cosa se pudrió. Seguramente tengan razón, pero también seguramente se excluyen de la pudrición que implica una sociedad en la que abajo impera la decadencia y arriba la intolerancia.
Alguien dijo alguna vez que los pueblos son como los pescados, que se pudren por la cabeza. Lo decía en relación al poder, a los gobernantes. Yo lo digo en relación a la cultura imperante, a la decadente intelligentzia que, un día sí y otro también, nos dicta esta cátedra oscurantista y autoritaria.


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