Trabajadores ilegales parten de Catar gracias a una amnistía
AFP (Agencia France-Presse)
Doha, Catar. - Kalawani ha vivido los últimos seis años en situación irregular en Catar, pero pronto podrá volver a Sri Lanka, su país natal, gracias a una amnistía decidida por el emirato para unos 9.000 sin papeles.
La medida, que expira el jueves después de tres meses en vigor, permite a los inmigrantes ilegales partir de Catar sin "consecuencias judiciales".
Kalawani, una exempleada del hogar, huyó de su patrón después de que este rechazara pagarle su sueldo (1.000 riyales, 275 dólares), un fenómeno corriente en el emirato.
"No recibí ningún sueldo de parte de mi padrino (patrón)", afirma esta mujer, mientras hace cola en un centro cerca de Doha para obtener la autorización para partir.
En Catar, en virtud del sistema de la "kafala", un trabajador migrante que desea cambiar de empleo debe primeramente obtener el acuerdo de su "padrino".
Kalawani no lo obtuvo, por lo que se convirtió en "ilegal".
Ayudada por su familia, acabó trabajando en un bar, no sin riesgo puesto que su visado de entrada en Catar sólo le permitía trabajar como empleada del hogar. Podría haber sido condenada a una multa elevada o a una pena de cárcel por delito de fuga.
"Esta amnistía me conviene. Quiero volver a casa", dice.
Sólo necesita presentar su pasaporte, un carné de identidad o un visado de entrada en Catar, y un billete de vuelta o bien dinero para comprar uno.
Una vez que el expediente sea aprobado, tendrá siete días para dejar el país.
Al exterior del centro del servicio especial "Search and Follow Up Department", unas 25 personas esperan pacientemente poder registrarse.
Después, entran en una gran tienda de campaña con espacios de espera distintos para los hombres y las mujeres.
"Cuando empezamos (la amnistía), había un centenar de personas al día. Ahora que nos acercamos al final, hay unas 300", explica un agente.
No hay cifras oficiales del número de "ilegales" entre los 1,8 millones de trabajadores migrantes de Catar, un país criticado por sus condiciones de trabajo, especialmente en las obras para el Mundial de Fútbol de 2022.
Catar se defiende esgrimiendo las reformas ya iniciadas, como un sistema de pago que garantiza la remuneración de los trabajadores en la fecha prevista, o las iniciativas futuras que prevén poner fin a las estrictas reglas del padrinazgo.
La mayoría de candidatos a la amnistía son originarios de Asia, sobre todo de Bangladés, Nepal y Filipinas, según varios responsables.
En la sala donde los "ilegales" reciben el acuerdo final para partir, se halla Sajad, originario de India.
"Tuve varios problemas con mi padrino, por cuestiones de salario y de seguridad", explica este hombre que se halló durante ocho meses fuera de la ley.
Supo de la existencia de la amnistía a través de Facebook. El anuncio inicial fue hecho en las redes sociales y traducido a 14 lenguas.
"Desde aquí, me voy directo a mi casa", asegura Sajad con una sonrisa.
A su lado, un nigeriano, que prefiere conservar el anonimato, está menos contento. Este electricista fue calificado de "fugitivo" tras haber partido de vacaciones a su país.
Mientras estaba en Nigeria, un allegado murió e informó a su patrón de que regresaría un poco más tarde de lo previsto para asistir al funeral, pero su empresa dijo a las autoridades que había "huido".
Cuando regresó a Catar, fue encarcelado. Gracias a una comisión de derechos humanos, quedó en libertad.
"Es vergonzoso cómo tratan a las personas", asegura.
Ahmed Faram, un conductor nepalí de 42 años, está en situación ilegal desde hace más de dos años y se ha resignado a partir.
Pero "si es posible, volveré" a Catar para trabajar, confía.
No lejos de Faram, un obrero paquistaní se halla en una situación todavía más difícil. Explica que su patrón le confiscó su pasaporte y le exige 10.000 riyales (2.750 dólares) para devolvérselo.
"No puedo regresar a casa", deplora.
Kalawani, una exempleada del hogar, huyó de su patrón después de que este rechazara pagarle su sueldo (1.000 riyales, 275 dólares), un fenómeno corriente en el emirato.
"No recibí ningún sueldo de parte de mi padrino (patrón)", afirma esta mujer, mientras hace cola en un centro cerca de Doha para obtener la autorización para partir.
En Catar, en virtud del sistema de la "kafala", un trabajador migrante que desea cambiar de empleo debe primeramente obtener el acuerdo de su "padrino".
Kalawani no lo obtuvo, por lo que se convirtió en "ilegal".
Ayudada por su familia, acabó trabajando en un bar, no sin riesgo puesto que su visado de entrada en Catar sólo le permitía trabajar como empleada del hogar. Podría haber sido condenada a una multa elevada o a una pena de cárcel por delito de fuga.
"Esta amnistía me conviene. Quiero volver a casa", dice.
Sólo necesita presentar su pasaporte, un carné de identidad o un visado de entrada en Catar, y un billete de vuelta o bien dinero para comprar uno.
Una vez que el expediente sea aprobado, tendrá siete días para dejar el país.
- 300 personas al día -
Al exterior del centro del servicio especial "Search and Follow Up Department", unas 25 personas esperan pacientemente poder registrarse.
Después, entran en una gran tienda de campaña con espacios de espera distintos para los hombres y las mujeres.
"Cuando empezamos (la amnistía), había un centenar de personas al día. Ahora que nos acercamos al final, hay unas 300", explica un agente.
No hay cifras oficiales del número de "ilegales" entre los 1,8 millones de trabajadores migrantes de Catar, un país criticado por sus condiciones de trabajo, especialmente en las obras para el Mundial de Fútbol de 2022.
Catar se defiende esgrimiendo las reformas ya iniciadas, como un sistema de pago que garantiza la remuneración de los trabajadores en la fecha prevista, o las iniciativas futuras que prevén poner fin a las estrictas reglas del padrinazgo.
- "Fugitivo" -
La mayoría de candidatos a la amnistía son originarios de Asia, sobre todo de Bangladés, Nepal y Filipinas, según varios responsables.
En la sala donde los "ilegales" reciben el acuerdo final para partir, se halla Sajad, originario de India.
"Tuve varios problemas con mi padrino, por cuestiones de salario y de seguridad", explica este hombre que se halló durante ocho meses fuera de la ley.
Supo de la existencia de la amnistía a través de Facebook. El anuncio inicial fue hecho en las redes sociales y traducido a 14 lenguas.
"Desde aquí, me voy directo a mi casa", asegura Sajad con una sonrisa.
A su lado, un nigeriano, que prefiere conservar el anonimato, está menos contento. Este electricista fue calificado de "fugitivo" tras haber partido de vacaciones a su país.
Mientras estaba en Nigeria, un allegado murió e informó a su patrón de que regresaría un poco más tarde de lo previsto para asistir al funeral, pero su empresa dijo a las autoridades que había "huido".
Cuando regresó a Catar, fue encarcelado. Gracias a una comisión de derechos humanos, quedó en libertad.
"Es vergonzoso cómo tratan a las personas", asegura.
Ahmed Faram, un conductor nepalí de 42 años, está en situación ilegal desde hace más de dos años y se ha resignado a partir.
Pero "si es posible, volveré" a Catar para trabajar, confía.
No lejos de Faram, un obrero paquistaní se halla en una situación todavía más difícil. Explica que su patrón le confiscó su pasaporte y le exige 10.000 riyales (2.750 dólares) para devolvérselo.
"No puedo regresar a casa", deplora.