Un 15 de agosto en Yasukuni, epicentro de la memoria japonesa

AFP (Agencia France-Presse)

TOKIO. - Lejos de la polémica sobre los "criminales de guerra", cuyos nombres se mezclan con los de millones de soldados, una multitud anónima visitó el miércoles el santuario Yasukuni de Tokio para orar por los muertos, en este aniversario de la capitulación del Japón imperial.

Un homenaje a los muertos, en Yasukuni
Un homenaje a los muertos, en Yasukuni
Desde las primeras horas de la mañana miles de personas convergen lentamente y en orden hacia el santuario, no muy lejos del palacio imperial japonés.
Es un flujo continuo que sale de las estaciones del tren subterráneo. El camino al santuario está vigilado por la policía. Personas de edad avanzada penan por la larga pasarela que lleva al interior del santuario.
Para llegar, hace falta pasar por tres enormes pórticos sintoístas. Luego, la multitud -entre la que se percibe a los nacionalistas con ropas paramilitares y banderas- aguarda, en silencio.
Seguidamente en grupos de unas pocas decenas de personas, pueden finalmente llegar al corazón de la memoria militar japonesa. Una cuerda es extendida detrás de cada grupo, separándolos del próximo.
"Mi padre murió en 1945 en una batalla naval. Partió al frente y murió por su nación. Vengo a saludar su alma y las de otros soldados que combatieron por Japón", dijo a la AFP el jubilado Hibiya Shibata, de 70 años.
Dos palmadas para llamar a los espíritus, una corta oración y unas pocas monedas arrojadas en ofrenda, que tintinean en una reja antes de desaparecer. Es tiempo de ceder el lugar al próximo grupo.
Sin embargo, invitados y personalidades llegan y pasan directamente, sin tener que esperar.
Dos ministros japoneses llegaron al santuario, provocando la ira inmediata de China y de Corea del Sur, ya que para esos países el santuario Yasukuni es el símbolo del pasado militarista de Japón.
Aunque la mayoría de las personas en el santuario llegaron para homenajear la memoria de sus familiares, es imposible no hablar del "caso que enoja".
"Me parece normal que ministros vengan a recogerse aquí. Como representantes de Japón, incluso tienen el deber", dijo Hidekatsu Okamoto, un empleado público de 45 años.
Para él, "China y Corea del Sur tienen sus puntos de vista. A cada uno lo suyo, inclusive Japón. Pero si hay algo que no se puede cambiar, es que nuestros abuelos murieron por nosotros. Debemos respetarlos."
En medio de la pasarela que conduce al santuario ornado con flores blancas, la multitud pasa bajo una gran tienda aireada por ventiladores.
Un grupo de ocho ancianos, todos con impecables ropas negras adornadas con un crisantemo, escuchan el himno japonés antes de inclinarse.
Poco más allá, un veterano de la guerra posa mostrando fotografías de él mismo como joven soldado.
Yoshio Ogino, también un octogenario, no recuerda "su" guerra, pero no deja de estar presente. "Vengo todos los años con mi mejor amigo. Me parece que esto es normal", dijo.
Al ser interrogado sobre los criminales de guerra cuyos nombres fueron incluidos en las listas del santuario, el tono de su voz cambia: "soy contrario al hecho de que criminales de guerra, como el general (Hideki) Tojo sean honrados aquí, y que venga gente a orar por ellos".
Entre los 14 nombres de criminales incluidos en el santuario destaca el del general Tojo, primer ministro que ordenó el ataque a la base estadounidense Pearl Harbor, en diciembre de 1941.
Acusado de crímenes de guerra (autorizar el asesinato de centenas de miles de civiles en China, Filipinas, Indochina y otras naciones del Pacífico, así como decenas de miles de prisioneros de guerra), Tojo fue ahorcado en diciembre de 1948.


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