Un líder religioso chiita apadrina la lucha anticorrupción en Irak
AFP (Agencia France-Presse)
Bagdad, Irak. - El principal jefe religioso chiita de Irak, el ayatolá Alí as Sistani, se ha convertido en un estandarte de la lucha lanzada este verano contra la negligencia y la corrupción en el país. Ha pedido que se combata a la corrupción, lo que ha provocado decisiones del gobierno y el parlamento.
Sistani, venerado por millones de iraquíes, se puso de parte de las reformas promovidas por el primer ministro, Haider al Abadi.
Su apoyo acalló a los opositores, que prefieren no arriesgarse a contrariar a la principal autoridad religiosa del país.
Se une así a las numerosas manifestaciones celebradas en las últimas semanas en Bagdad y en el sur del país contra la corrupción y los políticos, coincidiendo con los cortes eléctricos diarios por temperaturas de más de 50° Celsius.
"A muchos iraquíes se les ha agotado la paciencia y se han manifestado contra las condiciones miserables en el país. Quieren mejoras", explicó el ayatolá Sistani en una carta en respuesta a preguntas de la AFP.
Haciéndose eco de las demandas de los manifestantes, el líder religioso "da a Abadi la soltura política necesaria para embarcarse en un proceso de cambio", estima Hayder al Joei, investigador asociado al centro de reflexión Chatham House.
"Algunas medidas podrían haberse tomado sin los llamamientos de Sistani. Pero el primer ministro no había tenido tanto poder ni libertad para aplicarlas sin el apoyo crucial de Nayaf", la ciudad del sur del país donde reside el ayatolá, de 85 años, explica el experto.
En su carta, el ayatolá precisa que la Marjaiya, la principal autoridad religiosa chiita del país, estimó que era el momento de emprender reformas.
El 7 de agosto, tras una serie de manifestaciones, el ayatolá pidió "medidas drásticas" contra la corrupción, que el primer ministro anunció dos días después.
Con una rapidez asombrosa, el parlamento aprobó el 11 de agosto el plan de reformas, que incluye el recorte de puestos ministeriales y del número de guardaespaldas de dirigentes.
El viernes siguiente, Sistani mencionó la necesidad de reformar el sistema judicial. Abadi respondió pidiendo más independencia judicial.
Recluido en su apartamento de Nayaf, el ayatolá Sistani interviene en contadas ocasiones en la vida política del país.
Pero cuando sale de su silencio, su influencia es enorme, llegando a impedir en 2014 un tercer mandato del ex primer ministro Nuri al Maliki o a movilizar a los jóvenes en la lucha contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI).
El apoyo de Sistani "no anula la amenaza" de los opositores a las reformas, matiza Fanar Haddad, investigador asociado a la Universidad de Singapur.
"El mayor obstáculo vendrá -dice- de los propios partidos políticos, como el del primer ministro, que se aprovechó de la corrupción endémica que gangrena el país".
Sistani advierte que una ausencia de reformas reforzaría el riesgo de una "división" del país.
En su opinión Irak ya ha pagado muy caro la corrupción. Sin ella, afirma, el EI "no habría podido tomar el control de gran parte del territorio iraquí".
El ayatolá no es el único dignatario chiita involucrado en el combate. El influyente jefe Moqtada al Sadr llamó el lunes a los iraquíes a manifestarse contra la corrupción este viernes en Bagdad.
Su apoyo acalló a los opositores, que prefieren no arriesgarse a contrariar a la principal autoridad religiosa del país.
Se une así a las numerosas manifestaciones celebradas en las últimas semanas en Bagdad y en el sur del país contra la corrupción y los políticos, coincidiendo con los cortes eléctricos diarios por temperaturas de más de 50° Celsius.
"A muchos iraquíes se les ha agotado la paciencia y se han manifestado contra las condiciones miserables en el país. Quieren mejoras", explicó el ayatolá Sistani en una carta en respuesta a preguntas de la AFP.
Haciéndose eco de las demandas de los manifestantes, el líder religioso "da a Abadi la soltura política necesaria para embarcarse en un proceso de cambio", estima Hayder al Joei, investigador asociado al centro de reflexión Chatham House.
"Algunas medidas podrían haberse tomado sin los llamamientos de Sistani. Pero el primer ministro no había tenido tanto poder ni libertad para aplicarlas sin el apoyo crucial de Nayaf", la ciudad del sur del país donde reside el ayatolá, de 85 años, explica el experto.
En su carta, el ayatolá precisa que la Marjaiya, la principal autoridad religiosa chiita del país, estimó que era el momento de emprender reformas.
- Determinante -
El 7 de agosto, tras una serie de manifestaciones, el ayatolá pidió "medidas drásticas" contra la corrupción, que el primer ministro anunció dos días después.
Con una rapidez asombrosa, el parlamento aprobó el 11 de agosto el plan de reformas, que incluye el recorte de puestos ministeriales y del número de guardaespaldas de dirigentes.
El viernes siguiente, Sistani mencionó la necesidad de reformar el sistema judicial. Abadi respondió pidiendo más independencia judicial.
Recluido en su apartamento de Nayaf, el ayatolá Sistani interviene en contadas ocasiones en la vida política del país.
Pero cuando sale de su silencio, su influencia es enorme, llegando a impedir en 2014 un tercer mandato del ex primer ministro Nuri al Maliki o a movilizar a los jóvenes en la lucha contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI).
El apoyo de Sistani "no anula la amenaza" de los opositores a las reformas, matiza Fanar Haddad, investigador asociado a la Universidad de Singapur.
"El mayor obstáculo vendrá -dice- de los propios partidos políticos, como el del primer ministro, que se aprovechó de la corrupción endémica que gangrena el país".
Sistani advierte que una ausencia de reformas reforzaría el riesgo de una "división" del país.
En su opinión Irak ya ha pagado muy caro la corrupción. Sin ella, afirma, el EI "no habría podido tomar el control de gran parte del territorio iraquí".
El ayatolá no es el único dignatario chiita involucrado en el combate. El influyente jefe Moqtada al Sadr llamó el lunes a los iraquíes a manifestarse contra la corrupción este viernes en Bagdad.