Una prédica contra la obesidad en supermercados de EEUU
AFP (Agencia France-Presse)
Irvine, Estados Unidos. - Un dilema común frente al anaquel de un supermercado en Estados Unidos: lo quiero comprar pero... ¿será saludable?, ¿engorda?, ¿con qué lo sustituyo? Es en ese momento que muchos desean tener un especialista a su lado.
"Haz la compra con tu doctor" es un programa organizado por una red de hospitales de California, que despliega médicos y nutricionistas en mercados para orientar a los clientes sobre sus hábitos alimenticios en un país donde un tercio de la población es obesa.
Chih-I Lee admite que su debilidad son las bebidas gaseosas, pero asegura que sus tres hijos no las consumen y que comen todos sus vegetales; a Sara Foronda le preocupa la tendencia familiar a la diabetes y lucha contra las galletas que se le meten por los ojos; y Mike Keegan intenta comprar productos orgánicos aunque no siempre, porque sobrepasan su presupuesto.
Todos caminan con sus carritos en un supermercado en Irvine, una pequeña ciudad de casi 260.000 habitantes a 60 km de Los Ángeles, y de repente chocan con una mujer en bata blanca. Es Mónica Doherty, una enfermera especializada en medicina familiar.
"Educamos a los consumidores sobre opciones para ayudarlos a maximizar su salud", afirmó Doherty, mientras va aclarando dudas y dando consejos, incluso de recetas: sustituir el puré de papas por puré de coliflor, o refrescos por aguas carbonatadas sin azúcar.
La obesidad es una epidemia en Estados Unidos: aqueja a 32,6% de su población, según la Organización Mundial de la Salud y 36,5% según el gobierno. Y aunque California no es uno de los estados donde más prolifere (24,2%), la situación en el condado de Orange, donde queda Irvine, sí es alarmante: seis de cada 10 adultos son obesos.
"La obesidad muchas veces es multifactorial y una mala elección en la tienda" y este programa "es de educación, casi que de entrenamiento en nutrición", explicó a la AFP Richard Afable, presidente del grupo St. Joseph Hoag Health, que organiza estas jornadas por tercer año consecutivo.
Programas similares se han realizado en otros estados como Arizona o Pensilvania, y algunas grandes redes de supermercados ya cuentan con nutricionistas entre su personal.
La prédica por una mejor alimentación en un supermercado en Irvine comienza en la entrada, donde Marina Sarwary ofrece a los clientes tomarles la presión arterial.
Y mientras coloca el brazalete y bombea la perilla del tensiómetro aprovecha para dar las primeras recomendaciones.
Doherty está mientras tanto en los pasillos, escoltada por Jai Coutra, empleado por el programa para entregar unas bolsas de cortesía con folletos y un envase y cucharillas para medir, y ayudar en la prédica.
"Queremos exhortarte a que balancees tu dieta: comer fibra y evitar comida procesada, menos azúcar, quitar el sodio...", le dice a Foronda en la sección de verduras.
"Tengo que tener cuidado con lo que como, mantenerme alejada de los dulces, pero es difícil porque de arriba a abajo en cada estante ves galletas", señaló esta ama de casa de 40 años y madre de tres niños.
"Soy más cuidadoso, ahora reviso la tabla nutricional, algo que antes nunca hacía. Pero para comer sano hay que gastar más dinero. Trato de comprar mis vegetales y frutas orgánicas, pero no siempre se puede", indicó Mike Keegan, de 56 años.
La comida saludable es más cara, especialmente en Estados Unidos donde se subsidia el cultivo del maíz y la soja, ingredientes principales de la comida chatarra, y lograr que la gente coma mejor implica un problema socioeconómico mayor, según expertos.
"Normalmente se confunde acceso a la comida con comida barata", escribió en su blog Mark Bittman, periodista e investigador de la Unión de Científicos Preocupados (Union of Concerned Scientists, UCS), un grupo científico sin fines de lucro.
La solución "comienza al garantizar que cada estadounidense tenga suficiente dinero para comprar comida a su costo real", añadió el excolumnista del New York Times.
Según Bittman, se trata de incentivar la agricultura a un costo real, permitiendo sembrar con calidad, y que las personas tengan los ingresos para pagar esos productos. Pero es una opción que por lo pronto difícilmente saldrá del papel.
Chih-I Lee admite que su debilidad son las bebidas gaseosas, pero asegura que sus tres hijos no las consumen y que comen todos sus vegetales; a Sara Foronda le preocupa la tendencia familiar a la diabetes y lucha contra las galletas que se le meten por los ojos; y Mike Keegan intenta comprar productos orgánicos aunque no siempre, porque sobrepasan su presupuesto.
Todos caminan con sus carritos en un supermercado en Irvine, una pequeña ciudad de casi 260.000 habitantes a 60 km de Los Ángeles, y de repente chocan con una mujer en bata blanca. Es Mónica Doherty, una enfermera especializada en medicina familiar.
"Educamos a los consumidores sobre opciones para ayudarlos a maximizar su salud", afirmó Doherty, mientras va aclarando dudas y dando consejos, incluso de recetas: sustituir el puré de papas por puré de coliflor, o refrescos por aguas carbonatadas sin azúcar.
- Entrenamiento en nutrición -
La obesidad es una epidemia en Estados Unidos: aqueja a 32,6% de su población, según la Organización Mundial de la Salud y 36,5% según el gobierno. Y aunque California no es uno de los estados donde más prolifere (24,2%), la situación en el condado de Orange, donde queda Irvine, sí es alarmante: seis de cada 10 adultos son obesos.
"La obesidad muchas veces es multifactorial y una mala elección en la tienda" y este programa "es de educación, casi que de entrenamiento en nutrición", explicó a la AFP Richard Afable, presidente del grupo St. Joseph Hoag Health, que organiza estas jornadas por tercer año consecutivo.
Programas similares se han realizado en otros estados como Arizona o Pensilvania, y algunas grandes redes de supermercados ya cuentan con nutricionistas entre su personal.
La prédica por una mejor alimentación en un supermercado en Irvine comienza en la entrada, donde Marina Sarwary ofrece a los clientes tomarles la presión arterial.
Y mientras coloca el brazalete y bombea la perilla del tensiómetro aprovecha para dar las primeras recomendaciones.
Doherty está mientras tanto en los pasillos, escoltada por Jai Coutra, empleado por el programa para entregar unas bolsas de cortesía con folletos y un envase y cucharillas para medir, y ayudar en la prédica.
"Queremos exhortarte a que balancees tu dieta: comer fibra y evitar comida procesada, menos azúcar, quitar el sodio...", le dice a Foronda en la sección de verduras.
"Tengo que tener cuidado con lo que como, mantenerme alejada de los dulces, pero es difícil porque de arriba a abajo en cada estante ves galletas", señaló esta ama de casa de 40 años y madre de tres niños.
- Costo real -
"Soy más cuidadoso, ahora reviso la tabla nutricional, algo que antes nunca hacía. Pero para comer sano hay que gastar más dinero. Trato de comprar mis vegetales y frutas orgánicas, pero no siempre se puede", indicó Mike Keegan, de 56 años.
La comida saludable es más cara, especialmente en Estados Unidos donde se subsidia el cultivo del maíz y la soja, ingredientes principales de la comida chatarra, y lograr que la gente coma mejor implica un problema socioeconómico mayor, según expertos.
"Normalmente se confunde acceso a la comida con comida barata", escribió en su blog Mark Bittman, periodista e investigador de la Unión de Científicos Preocupados (Union of Concerned Scientists, UCS), un grupo científico sin fines de lucro.
La solución "comienza al garantizar que cada estadounidense tenga suficiente dinero para comprar comida a su costo real", añadió el excolumnista del New York Times.
Según Bittman, se trata de incentivar la agricultura a un costo real, permitiendo sembrar con calidad, y que las personas tengan los ingresos para pagar esos productos. Pero es una opción que por lo pronto difícilmente saldrá del papel.