Una relación adúltera con la literatura
El País, Madrid, España
Juan Carlos Onetti era un sedentario, casi nunca viajaba y, cuando no tenía más remedio, intentaba quedarse en su habitación de hotel, parapetado tras una novela negra y una botella de whisky."Onetti", lo dijo Mario Vargas Llosa en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, "no viajaba porque no necesitaba viajar".
Vargas Llosa habló durante una hora de Juan Carlos Onetti y, cuando terminó, el público se preguntó: ¿ya ha pasado una hora? El escritor peruano tiene esa rara habilidad de hablar tan bien como escribe. El oyente, sea uno o más de mil -como el jueves-, se queda embelesado con cada una de sus frases, y las sigue allá donde le quieran llevar. En esta ocasión, el motivo era la presentación de un libro de Vargas Llosa, El viaje a la ficción (Alfaguara), y el escritor fue respondiendo a las preguntas del periodista Juan Cruz.
Vargas Llosa retrató a Onetti como un ser desvalido ante la vida, vulnerable, tímido, pero dotado a su vez de una gran inteligencia y una gran cultura literaria, aunque no académica. "Fue un escritor indiferente al prestigio o al éxito. Como decía Flaubert de los escritores auténticos, para Onetti escribir era su manera de vivir". Una manera de vivir que nació casi con él. "Fue un lector precoz y voraz. Aprendió a los cinco años. Y él contaba que, para poder leer con tranquilidad, se escondía primero en un ropero y luego en el fondo de un aljibe que había en su casa. Y esto es una metáfora de lo que significaba para él la literatura: apartarse del mundo. Lo que Onetti no podía ser en la vida, lo era en la literatura".
"Onetti", contó Vargas Llosa, "rescata una parte oscura del ser humano que tendemos a negar, aunque sabemos por experiencia que eso forma parte de lo que somos. Su visión de la condición humana y del mundo es negativa, pesimista; es una visión negra, desesperanzada, atroz. Los personajes de Onetti suelen ser fracasados, frustrados, gente que tiene ambiciones mediocres o irrisorias. Y en su literatura sentimos eso que llamamos el mal, una voluntad despectiva, una falta de solidaridad, de conmiseración con el prójimo, una necesidad de destruir, ensuciar, envilecer aquello que no es vil ni sucio, que representa una forma de generosidad o pureza...". Y el público seguía escuchando embobado, en silencio, como en la antigüedad lo hacían los habitantes de las cavernas, sentados alrededor de alguien que lograba a través de la ficción escaparse de la realidad. "Los novelistas", dijo Vargas Llosa, "son los herederos de aquellos primeros contadores de cuentos que en las cavernas enriquecieron con su fantasía la vida de los otros. Y la obra de Onetti está construida sobre esa temática: hombres y mujeres frustrados por su realidad que huyen a través de la ficción".
Y después de decir eso, Vargas Llosa, contador de historias, se fue de la sede de la Feria Internacional del Libro para inaugurar una exposición titulada La libertad y la vida que, en el otro extremo de la ciudad, repasa su trayectoria vital y su obra. Allí están sus primeros poemas -"háganme el favor de mirarlos, pero no se les ocurra leerlos"- su máquina de escribir, un vídeo donde se le ve entrevistando a Borges, otro donde pronuncia un mitin como candidato a la presidencia del Perú... "Aunque he hecho muchas cosas en la vida", quiso dejar claro Vargas Llosa, "el periodismo, la política, lo mucho que he viajado... lo central, a lo que nunca traicioné, ha sido la literatura. Lo importante, lo fundamental, es lo que he escrito...".