Víctimas usan las letras para sanar heridas de la guerra en Colombia

DPA (Deutsche Press Agency-Agencia de Prensa Alemana)

Bogotá, Colombia. - Las víctimas del conflicto armado colombiano han conseguido una manera de hacer catarsis y dejar atrás el dolor de una guerra que los ha tocado de forma drástica: la literatura.

Fennis Tovar es una ellas. El secuestro que sufrió a manos de grupos autodefensas no detuvo su sueño de convertirse en escritora, sino que alimentó el deseo de hablarle al mundo por medio de la prosa.

"Toda la vida quise ser escritora, desde pequeñita me inventaba obras, escribía ideas en papeles", explica a dpa Tovar, que cuenta a la vez que ese pasatiempo era su escape a la violencia intrafamiliar que sufría en casa. "Brindar amor por medio de las letras", agrega.

Creció en Villavicencio, una ciudad a unos 120 kilómetros de Bogotá, y cuando tuvo edad de trabajar fue engañada y secuestrada por las Autodefensas Unidas de Colombia.

Con la promesa de un trabajo de cocinera en una finca, ella y otro grupo de personas fueron llevados a una zona rural del departamento del Meta y días después se dieron cuenta que ese lugar funcionaba como un campamento de paramilitares. Cuando Tovar quiso irse era demasiado tarde, la mantuvieron retenida por ocho meses.

"Allá conocí a la protagonista de mi primera novela 'Las tres orillas', una mujer victimaria, y se despertó una conexión de género, éramos las únicas dos mujeres ante una gran cantidad de hombres", relata Tovar, que a sus 52 años exhibe sus escritos en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, que se celebra hasta el 2 de mayo.

Para 2014, 15 años después de lograr salir del cautiverio, Tovar tomó lápiz y papel. "Fue como si mi mano se moviera sola, escribí unas 26 páginas de seguido. Fue como si cada palabra me ayudara a valorar más mi vida y darme cuenta que sí podía ser la persona que quería".

La historia de Antonio Sánchez es distinta: fue desplazado de su pueblo forzosamente por la guerrilla de las FARC, secuestraron a su esposa por casi un año y fue extorsionado durante años, hasta que su empresa quebró.

"Yo vendía vestidos de baño en Pereira, me iba bien, tenía tres hijos y mi esposa. Tenía unos 30 años en ese entonces", explica Sánchez, quien ahora tiene 62.

"En 2001 secuestraron a mi hermano y dos años después a mi esposa, la violaron en cautiverio", explica y agrega que casi un año después su mujer fue liberada y decidió huir de esa ciudad. 

Fue entonces cuando conoció varias regiones de Colombia, entre ellas La Guajira, donde habitan comunidades indígenas Wayuu, en las que se inspiró para combinar la sabiduría ancestral y sus vivencias propias, incluidas en su primer libro.

Pensó en terminar con su vida, aburrido de sus tragedias por culpa de un conflicto armado que no sabía muy bien por qué lo tocaba constantemente. "Tenía un veneno para ratas y pensé en tomármelo, estaba cansado, pero recapacité. Empecé a escribir y no paraba, ahí me di cuenta que esa podía ser mi salida para todo lo que me estaba pasando", dijo.

Este modo de expresión para sanar heridas del conflicto armado es analizado por el escritor argentino Andrés Neuman, quien durante su visita a Bogotá dijo a dpa que es un "momento muy valioso, porque lo que no se escribe no prescribe". 

"Las víctimas de cualquier conflicto tienen algunos estados, el primero es la negación, el silencio; luego viene la catarsis, una necesidad de contar lo que ha pasado", dijo el ganador del premio Alfaguara de novela en 2009.

Neuman habla con propiedad del tema, pues para su último libro "Fractura" se tuvo que adentrar en la vida de un sobreviviente directo e indirecto del las bombas de Hiroshima y Nagasaki.

Gracias a esta experiencia, el escritor advierte sobre la necesidad de no ver a las víctimas solamente como eso, pues se caería en el error de victimizarlas perpetuamente.

"Muchos de los que nosotros llamamos víctimas no se asumen como tales, ya sea por ansias de superación de ese trauma o por una incomodidad en la interlocución (...) se debe comprender que ella es otras cosas; una víctima puede contar su historia y aparte ser padre, hermano, amante deportista, dibujante. Es tan opresor silenciarlo como referir todo lo que hace a su condición de víctima", explicó.



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