¡Leed, leed, malditos!
Público, Madrid, España
ERE que ERE, la crisis avanza y según las últimas noticias está acercándose a los centros comerciales y a los primeros bloques de pisos adosados. Presuntos clientes de esa industria del ocio que llamamos literatura escudriñan cada mañana la cara de la jefa de Recursos Humanos tratando de adivinar el estado de salud de su tarjeta de crédito.
Ya sabemos que cada vez se venden más ejemplares de unos pocos títulos mientras los restantes rotan y rotan como huérfanos que esperan la mano de nieve que sabrá valorarlos, algo cada año más difícil dado el calentamiento del marketing editorial que sufrimos por mucho que las pequeñas editoriales sigan hurgando en las minas abandonadas en busca de las literaturas olvidadas. Lo único complicado es averiguar quién será el nuevo Stieg Larsson que salve a los editores de las devoluciones, a los libreros del fin de mes y a los lectores de las dudas. Menos mal que los narradores de hoy están tan domesticados que es de esperar nos ofrezcan novelas de catástrofes, extrañas epidemias o historias con nazis al fondo, mujeres vengadoras y sin escrúpulos, misterios en trama, gotitas de metaliteratura, un buen puñado de erotismo explícito y salpicón de nuevas tecnologías.
Previsiones: La novela histórica dará sus últimas boqueadas, la narrativa tecnocostumbrista agotará su propia novedad, se editarán tres ensayitos semiológicos sobre Belén Esteban, la poesía seguirá tan correcta y, como siempre, la novela negra será lo que leamos cuando estemos cansados de leer y releer las páginas de nuestras vidas malvendidas. Y los libros electrónicos al acecho.