AC/DC aplasta Montjuïc


# • El concierto incluyó material de su nuevo disco, ‘Black ice’, muchos clásicos y ‘gags’ escénicos
# • El grupo brindó un ‘show’ atronador y espectacular en un Estadi Olímpic lleno, ante 62.000 personas
Puede ser que en tiempos de estrecheces financieras se impongan los valores seguros y fiables. O que el rock duro, más o menos metálico, ha multiplicado su base social. O, sencillamente, que AC/DC se ha convertido en una marca referencial a la que cada año más gente quiere ver al menos una vez en la vida, como los Stones, U2, el Cirque du Soleil o David Copperfield.



AC/DC aplasta Montjuïc
Pues bien, que conste en acta que el repertorio de gags escénicos del grupo australiano (la campana gigante, el cañón, la muñeca hinchable, el strip-tease de Angus Young...) desfiló anoche con alta precisión y fidelidad a la leyenda en un Estadi Olímpic lleno, con 62.000 personas según la organización.
También lo hicieron las canciones, una veintena, entre ellas una amplia selección de la etapa clásica (y no superada) de la banda australiana, entre finales de los 70 y principios de los 80 (la etapa del malogrado Bon Scott y el primer disco de la nueva era, Back in black), y cinco menciones a su disco de regreso, Black ice, que encajaron sin quedar mal.
Sesión de rock de trazo grueso; feroz y orgulloso de su escaso margen de maniobra. El imperio del riff. Sin experimentos, ni sets acústicos, ni baladas. Con afecto instintivo por la tralla y gestos de glorificación de un ideario eternamente adolescente: cerveza, chicas, rock’n’roll, noches sin límites y fascinación por el infierno y el lado oscuro. Un decálogo impartido con aparente convicción por cinco caballeros cuyas edades oscilan entre los 54 años (Angus Young) y los 61 (Brian Johnson).

TRENES Y CUERNOS / Las diferencias respecto al concierto del 31 de marzo en el Palau Sant Jordi, cuyas entradas el grupo agotó en menos de cuatro horas, fueron de escala. Todo más grande, apabullante y épico. Una pasarela central más larga y dos gigantescas gorras rojas tocadas con sendos cuernos diabólicos ubicadas sobre las torres de amplificadores. Pero la locomotora que entró en escena en la primera canción, Rock’n’roll train, ha sido la mayor aportación del Black ice tour a la imaginería del grupo.
Como aquella noche en el Palau Sant Jordi, el gadget triunfador en las paradas de merchandising fue, precisamente, el par de cuernos luminosos que cientos de asistentes tuvieron a bien colocarse en la cabeza.
El orden del día siguió con dos evocaciones a Scott: Hell ain’t a bad place to be y la canción con la que en 1981 lloraron su pérdida, Back in black. La sala de máquinas, a pleno rendimiento: la guitarra rítmica de Malcolm Young, el bajo de Cliff Williams y la batería de Phil Rudd, titulares de la banda desde los 70.

ANGUS YOUNG, ESTRELLA / Pero el foco se debatió entre Brian Johnson y el siempre admirado Angus Young. El primero, con su garganta en siniestro total, forzándola y castigándola a placer, porque una canción de AC/DC no se puede interpretar como cualquier otra: exige dejarse las cuerdas vocales en la operación.
En cuanto a Young, sigue siendo una mezcla de líder carismático y mascota, aunque cada vez más cerca de lo segundo. Solos desbocados, traviesos, propios de un niño que acaba de descubrir el poder de la guitarra eléctrica y la amplificación.
Johnson anunció una canción «especialmente para Barcelona», pero hay que decir que la pieza en cuestión, Dirty deeds done dirt cheap, lleva sonando cada noche de la gira desde el primer show. La retórica del rock de estadios.
Los guitarrazos mantuvieron su rumbo inflexible con Shot down in flames, y Thunderstruck desató el habitual efecto sensorial mezcla de terremoto y crisis epiléptica. Uno de los momentos más heavy metal de la noche. El nuevo material mantuvo el tipo con Big Jack y Black ice, y Angus Young se lució sin contenciones en la bluesística The Jack, en la que, como es costumbre, terminó mostrando unos calzoncillos adornados con el logotipo de AC/DC.
Johnson se colgó de la campana en Hells bells y el show integró más clásicos en una recta final alimentada con Whole lotta Rosie, un Highway to hell digno de una clase magistral de Casal rock y los cañonazos de For those about to rock. AC/DC, el grupo que siempre da lo que se espera de él.
Lunes, 8 de Junio 2009
El Periódico de Catalunya, España
           


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