Tony Blair
En el libro, que lleva por título "A Journey" (Un viaje), el hombre que transformó la política británica aborda asimismo la compleja relación que mantuvo durante la década que permaneció en el poder (1997-2007) con su ministro de Finanzas y luego sucesor Gordon Brown, a quien acusa de la reciente derrota laborista, y en una de las revelaciones más inesperadas que las presiones del cargo le llevaron a "apoyarse" en el alcohol.
En cuanto a la guerra de Irak, que empañó su última etapa en el poder, el ex primer ministro habla de la "angustia" que sintió y todavía siente ante los familiares de las víctimas del conflicto iraquí.
"Lo siento profundamente" por todos los que murieron, no sólo los militares británicos sino también los estadounidenses y otros aliados de la coalición, así como por los ciudadanos iraquíes, diplomáticos y hasta rehenes.
Blair, hoy de 57 años, afirma sin embargo que "no puede lamentar la decisión de ir a la guerra", aunque "nunca pudo imaginar la pesadilla que se desarrolló" después.
El ex primer ministro mantiene también que derrocar al presidente iraquí Sadam Husein fue la decisión correcta, incluso si al final falló la principal justificación al no encontrarse armas de destrucción masiva.
"En base a lo que sabemos sigo creyendo que dejar a Sadam en el poder era un riesgo más importante para nuestra seguridad que derrocarlo, y que aún cuando las repercusiones hayan sido terribles, podría decirse que la realidad de Sadam y de sus hijos a cargo de Irak habría sido peor", escribe.
Admite que aunque "la campaña militar de conquista fue un éxito brillante", la campaña civil de reconstrucción no lo fue".
"No habíamos anticipado el papel de Al Qaida o de Irán", en la planificación del post-conflicto, señala el ex primer ministro, hoy enviado especial del Cuarteto para Oriente Medio.
Al referirse al ex presidente estadounidense George Bush, de quien fue el principal aliado en la guerra de Irak, Blair señala que llegó "a admirarlo y a quererlo".
"Tenía una integridad genuina (...) Era en un sentido extraño, un verdadero idealista", agrega Blair cuyos adversarios le pusieron el apodo de "caniche de Bush".
Tony Blair, quien se encuentra en Washington para el inicio de las negociaciones directas entre israelíes y palestinos, defiende también su idea de la "guerra contra el terrorismo" lanzada tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, y hace un llamamiento a las fuerzas internacionales a "continuar" en Afganistán "tanto tiempo como sea necesario para derrotar el extremismo".
Aunque la política internacional constituye una parte importante del libro, algunas de sus reflexiones más duras las reserva para el ámbito interno y esencialmente para Brown, quien le sucedió en 2007, a quien define como alguien "exasperante" y con "cero inteligencia emocional".
Pese a reconocer que se trata de alguien "brillante", Blair dice que estaba convencido que "nunca iba a funcionar como primer ministro", pero que cuando se colocó en la posición de sucesor era "casi imposible pararlo" sin desestabilizar al gobierno.
Además, acusa a Brown de la derrota de los laboristas en los comicios de mayo tras 13 años de poder ininterrumpido por haberse alejado del Nuevo Laborismo.
"Si hubiese continuado con la política de Nuevo Laborismo, el tema personal hubiera seguido haciendo difícil la victoria, pero no habría sido imposible", afirma Blair, cuyo libro debería convertirse en un éxito de ventas.
A título más personal, el que fuera el primer ministro más joven de la historia cuando llegó a Downing Street, señala que la presión que sintió durante sus años de gobierno le llevó a aumentar su consumo de alcohol.
"Un whisky solo o un gin tonic antes de cenar, un par de vasos de vino o incluso media botella también. No excesivamente excesivo. Tenía un límite. Pero era consciente de que se había convertido en un apoyo", confesó.
En cuanto a la guerra de Irak, que empañó su última etapa en el poder, el ex primer ministro habla de la "angustia" que sintió y todavía siente ante los familiares de las víctimas del conflicto iraquí.
"Lo siento profundamente" por todos los que murieron, no sólo los militares británicos sino también los estadounidenses y otros aliados de la coalición, así como por los ciudadanos iraquíes, diplomáticos y hasta rehenes.
Blair, hoy de 57 años, afirma sin embargo que "no puede lamentar la decisión de ir a la guerra", aunque "nunca pudo imaginar la pesadilla que se desarrolló" después.
El ex primer ministro mantiene también que derrocar al presidente iraquí Sadam Husein fue la decisión correcta, incluso si al final falló la principal justificación al no encontrarse armas de destrucción masiva.
"En base a lo que sabemos sigo creyendo que dejar a Sadam en el poder era un riesgo más importante para nuestra seguridad que derrocarlo, y que aún cuando las repercusiones hayan sido terribles, podría decirse que la realidad de Sadam y de sus hijos a cargo de Irak habría sido peor", escribe.
Admite que aunque "la campaña militar de conquista fue un éxito brillante", la campaña civil de reconstrucción no lo fue".
"No habíamos anticipado el papel de Al Qaida o de Irán", en la planificación del post-conflicto, señala el ex primer ministro, hoy enviado especial del Cuarteto para Oriente Medio.
Al referirse al ex presidente estadounidense George Bush, de quien fue el principal aliado en la guerra de Irak, Blair señala que llegó "a admirarlo y a quererlo".
"Tenía una integridad genuina (...) Era en un sentido extraño, un verdadero idealista", agrega Blair cuyos adversarios le pusieron el apodo de "caniche de Bush".
Tony Blair, quien se encuentra en Washington para el inicio de las negociaciones directas entre israelíes y palestinos, defiende también su idea de la "guerra contra el terrorismo" lanzada tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, y hace un llamamiento a las fuerzas internacionales a "continuar" en Afganistán "tanto tiempo como sea necesario para derrotar el extremismo".
Aunque la política internacional constituye una parte importante del libro, algunas de sus reflexiones más duras las reserva para el ámbito interno y esencialmente para Brown, quien le sucedió en 2007, a quien define como alguien "exasperante" y con "cero inteligencia emocional".
Pese a reconocer que se trata de alguien "brillante", Blair dice que estaba convencido que "nunca iba a funcionar como primer ministro", pero que cuando se colocó en la posición de sucesor era "casi imposible pararlo" sin desestabilizar al gobierno.
Además, acusa a Brown de la derrota de los laboristas en los comicios de mayo tras 13 años de poder ininterrumpido por haberse alejado del Nuevo Laborismo.
"Si hubiese continuado con la política de Nuevo Laborismo, el tema personal hubiera seguido haciendo difícil la victoria, pero no habría sido imposible", afirma Blair, cuyo libro debería convertirse en un éxito de ventas.
A título más personal, el que fuera el primer ministro más joven de la historia cuando llegó a Downing Street, señala que la presión que sintió durante sus años de gobierno le llevó a aumentar su consumo de alcohol.
"Un whisky solo o un gin tonic antes de cenar, un par de vasos de vino o incluso media botella también. No excesivamente excesivo. Tenía un límite. Pero era consciente de que se había convertido en un apoyo", confesó.