Desayuno con el patriarca de Jerusalén


ROMA. - No es ningún secreto que el Vaticano ha visto con gran preocupación, desde el principio, las ‘primaveras’ árabes y la revuelta siria en particular. Los cambios del statu quo en Oriente Medio, aunque signifiquen el fin de regímenes autoritarios, no llevan a una democracia de tipo occidental y derivan en un peligro, a menudo mortal, para las minorías cristianas en la región.



El Iraq después de Sadam Husein y el Egipto posterior a Mubarak han sido claros ejemplos. Los cristianos se sentían mucho más seguros y protegidos bajo estas dictaduras que en el caos que las siguió, por el auge de los radicales islámicos y por una nueva correlación de fuerzas que los ha dejado muy vulnerables.

La inquietud por Siria ha sido expresada hoy en Roma, en términos casi dramáticos, por monseñor Fouad Twal, patriarca latino de Jerusalén. Pocas horas antes de tomar el avión para Jordania,  el arzobispo Twal ha compartido desayuno, muy cerca del Vaticano, con un grupo de periodistas italianos y extranjeros. Twal tiene responsabilidad sobre los católicos de Chipre, Israel, Palestina y Jordania.

“La Iglesia es la única que alza la voz para decir la verdad”. Así inició Twal sus reflexiones, para subrayar que en los conflictos envenenados de Oriente Medio es la jerarquía católica la que trata de mantener la objetividad y la distancia, denunciando los problemas reales y defendiendo siempre el interés de las personas.  Su primera prioridad, ahora, es gestionar el alud de refugiados sirios, que se aproximan al millón en Jordania. Los que consiguen trabajar, lo hacen por salarios muy inferiores, y eso crea tensiones con la mano de obra jordana. Twal admitió que la Iglesia intenta sacar a todos los cristianos sirios de los campos de refugiados y buscarles otro lugar para vivir, para evitar problemas con los refugiados musulmanes. “Los sacamos de los campos porque no es su  sitio”, dijo el patriarca.

Twal no ocultó su crítica a la hipocresía occidental, de Estados Unidos y de Francia en particular, por querer acabar con el régimen sirio, por dictatorial, mientras callan sobre otros gobiernos de la región que son peores. “Si hablan de derechos humanos, ¿por qué no han comenzado por Arabia Saudí?”, se preguntó Twal, con ironía. El arzobispo consideró inaudito que las monarquías del golfo Pérsico den lecciones de democracia a Siria.

El patriarca latino de Jerusalén lamentó también la actitud intransigente de Israel para superar el contencioso con los palestinos. Casi se enfadó cuando una periodista italiana, para provocarlo, le dijo que Israel es la única democracia en Oriente Medio. Twal expresó sus dudas de que pueda etiquetarse como democracia a un Estado que ocupa militarmente territorios ajenos y que somete a sus habitantes a unas condiciones de vida muy severas, a una dependencia de todo tipo de servicios, desde el agua a la electricidad, a graves restricciones de movimientos. Según Twal, no se atisba una salida al conflicto porque falta confianza recíproca y un diálogo sincero. Pero de sus palabras se dedujo una simpatía inequívoca por la causa de los palestinos.  El arzobispo no ofreció un panorama optimista, aunque tampoco quiso que se le viera vencido por el derrotismo.  De ahí su mensaje de despedida:  “Somos la Iglesia del calvario, pero también de la resurrección y de la esperanza”.
 
Eusebio Val

Lunes, 11 de Noviembre 2013
La Vanguardia, Barcelona, España
           


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