El escritor y su doble: Cortázar traductor


Fuera del quicio



Aurora Lauzardo/Especial para En Rojo   

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Este año, La Editorial de la Universidad de Puerto Rico reeditó las Obras en prosa de Edgar Allan Poe, traducidas al español por Julio Cortázar, en dos volúmenes con unas ilustraciones preciosas de Nelson Sambolín. Tuve el honor de presentar esta joya editorial en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Comparto con ustedes parte de mi presentación, con la esperanza de que estas palabras los entusiasmen a incursionar en esta lectura imprescindible y, también, para que se hagan una idea del trabajo que supone el oficio de traductor. Yo le aconsejaría a cualquier escritor joven que tiene dificultades de escritura, si fuese amigo de dar consejos, que deje de escribir un tiempo por su cuenta y que haga traducciones; que traduzca buena literatura, y un día se va a dar cuenta que puede escribir con una soltura que no tenía antes. (Julio Cortázar, Conversaciones con Cortázar - Ernesto González Bermejo)

Cortázar, el escritor, ese perseguidor incansable de dobles, también tenía un doble en la vida real: Cortázar, el traductor. Traductor y escritor: un monstruo de dos cabezas que se desdobla una y otra vez en sus relatos. Traducción y escritura: la traducción como doble de la escritura, la traducción que traiciona la escritura, la traducción que anticipa la escritura. En el principio fue el traductor.

La carrera de Cortázar como traductor comenzó alrededor de 1937. Tenía veintipocos años y se desempeñaba como profesor en el Colegio Nacional de San Carlos de Bolívar. Habiendo publicado apenas algunos poemas y un par de cuentos, en esos años, traduce del francés para la revista Leoplán. Su primera traducción literaria en formato libro es Robinson Crusoe, que se publica en 1945. Al año siguiente, se publican sus traducciones de Memorias de una enana de Walter de la Mare, El hombre que sabía demasiado y otros relatos de Chesterton y Nacimiento de la Odisea de Jean Giono (ese año publica el cuento Casa tomada). En 1947, se publican sus traducciones de La poesía pura de Henri Brémond y El inmoralista de André Gide (ese año publica el cuento “Bestiario”).
En 1948, se recibe de traductor público y comienza a trabajar como traductor e intérprete para organismos internacionales como la UNESCO (a la cual llamaba Ionesco) y la Comisión de Energía Atómica en Viena. En 1951, publica la colección de cuentos Bestiario. Gracias a un contrato de la Editorial Sudamericana, en 1952, se traslada a París con su primera esposa, Aurora Bernárdez, quien también era traductora. Ese año publica el cuento Axolotl. El oficio de traductor le daba para vivir y viajar, pero, también, como decía en broma, le daba papel, una maquinilla y tiempo para escribir (en aquel tiempo trabajaba en sus Cronopios y en Rayuela).

En 1953, Francisco Ayala, entonces director de la Editorial de la Universidad de Puerto Rico, le encarga la traducción al español de la obra narrativa y ensayística de Edgar Allan Poe. Poco después de haber entregado los textos de Poe, Cortázar realiza su última gran traducción literaria, las Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, que publica la Editorial Sudamericana en 1955.

Al parecer, después de traducir tanta buena literatura, el escritor encontró, por fin, la soltura que necesitaba para escribir Final del juego (que se publica en 1956), Las armas secretas (que se publica en 1959) y terminar, en 1963, esa maravilla de novela que es Rayuela. Como dijo Carlos Fortea: “Es perfectamente comprensible que este escritor tardío vuelque su tiempo sobre su obra propia, después de haber alcanzado tan elevado nivel en dar voz a gigantes como él”.
El héroe y el traidor: Cortázar traductor de Poe.

Cuando uno traduce, es decir, cuando no tiene la responsabilidad del contenido del original, su problema no son las ideas del autor porque él ya las puso allí; lo que uno tiene que hacer es trasladarlas y, entonces, los valores formales y los valores rítmicos, que está sintiendo latir en el original, pasan a un primer plano. Su responsabilidad es trasladarlos, con las diferencias que haya, de un idioma al otro. (Julio Cortázar)
Cortázar trabajó en la traducción de Poe desde septiembre de 1953 hasta junio de 1954; es decir, 303 días. Los dos tomos de la obra en prosa de Poe tienen un total de 1661 páginas de texto traducido (a razón de unas 450 palabras por página). Esto supone que Cortázar tenía que traducir 5 páginas y media por día (contando sábados, domingos y días feriados; y más le valía, pues cualquiera que haya hecho una traducción en su vida sabe que, si las dejamos desatendidas, las páginas se multiplican como los conejitos de la “Carta a una señorita en París”). A esto hay que sumar 102 notas del traductor, una introducción de 85 páginas de la vida y obra de Poe y 54 páginas de notas sobre los textos traducidos y no traducidos.

Claro que esto lo habría hecho cualquier traductor, siempre y cuando no se hubiese topado con algo como:“Washish squashish, squeak, Sinbad, hey-diddle diddle, grunt unt grumble, hiss, fiss, whiss...” O con un cuento titulado “The man that was used up: a tale of the late Bugaboo and Kickapoo Campaign”, cuyos personajes llevan nombres tan peregrinos y significativos como Miss. Bas-Bleu, Mr. Chiponchipino, Reverend Doctor Drummummup, Captain Mann y Mrs. Pirouette. Menudas piruetas debió hacer nuestro héroe ante semejante empresa. Sólo un genio de la escritura como Cortázar podía traducir ese universo polisémico donde cada nombre significa algo, o no significa nada, o significa una cosa y otra también (Bacon significa tocino pero también es nombre de filósofo).

Uno de los cuentos de la colección es una verdadera pesadilla de la traducción. Se titula “X-ing a Paragraph”, que Cortázar traduce “X en un suelto”, y cuenta la historia del director de un periódico, el señor Cabezudo (Mr. Bullet-head), quien era incapaz de escribir una palabra que no tuviera una “o”. Cuando el señor Cabezudo entra en una disputa editorial con el director del periódico que le hacía la competencia, nuestro pobre traductor se encuentra ante un párrafo en el que todas las palabras tienen, al menos, una “o”.

“So, ho, John! How now? Told you so, you know. Don´t crow, another time, before you´re out of the woods! Does your mother know you´re out? Oh, no, no! so go home at once, now John, to your odious old woods of Concord! Go home to your woods, old owl, go! You won´t? Oh, poh, poh, John, don´t do so… You´re only a fowl, an owl, a cow, a sow, a doll, a Poll, a poor, old, good for nothing to nobody log, dog, hog, or frog, come out of a Concord bog…”

Cortázar resuelve genialmente este problema, incluyendo tantas oes en la traducción como oes tiene el original:

“¡Oh, John; oh, tonto! ¿Cómo no te tomo encono, lomo de plomo? ¡Ve a Concord, John, antes de todo! ¡Vuelve pronto, gran mono romo! ¡Oh, eres un sollo, un oso, un topo, un lobo, un pollo! ¡No un mozo, no! ¡Tonto goloso! ¡Coloso sordo! ¡Te odio, John! ¡Ya oigo tu coro loco! ¿Somos bobos nosotros? ¡Tordo rojo! ¡Pon el hombro y ve a Concord en otoño con los colonos!”, etc.

En la sección de Marginalia de las Obras en prosa encontramos una reflexión sobre la traducción que Poe publicó, en noviembre de 1846, en Graham´s Magazine:
“La fraseología de cada nación tiene un tinte de rareza para los oídos de las naciones que hablan diferentes lenguas. Para transmitir el verdadero espíritu de un autor, dicho tinte debería ser corregido en la traducción. Sería bueno enorgullecernos menos de la literalidad, y más de la destreza en la paráfrasis. ¿No está claro que, mediante esta destreza, se puede traducir de manera de proporcionar a un extranjero una concepción más justa de un original de lo que el original mismo podría darle?”

Cuando escribió estas palabras, Poe no era capaz de imaginar que, 110 años más tarde, uno de los escritores más grandes del mundo se ocuparía de verter su obra al español. O quizás, en alguno de sus sueños lo imaginó, doblado sobre la máquina de escribir, rodeado de diccionarios abiertos, devanándose los sesos a altas horas de la madrugada y decidió gastarle una broma. “Washish squashish, squeak, Sinbad, hey-diddle diddle, grunt unt grumble, hiss, fiss, whiss…”

Aquí la traducción de Cortázar de este pasaje completo: “Patapún catabón tirilín Simbad, mantantirulirulá rataplán chin pún – me dijo cierto día, después de cenar… Pero me apresuro a pedir mil perdones, pues olvidaba que Vuestra Majestad ignora el dialecto de los “cockneys” (como se denominaban los animales-hombres, quizá porque su lenguaje constituía el eslabón entre el caballo y el gallo). Con vuestro permiso lo traduciré: “Patapún catabón”, etc. Significa: “Me alegra descubrir, querido Simbad, que eres un excelente individuo; por nuestra parte, estamos cumpliendo ahora algo que se llama circunnavegación del globo, y ya que tienes tantos deseos de ver mundo, cerraré los ojos y te daré un pasaje gratis en el lomo de la bestia.”

Y nosotros, lectores de esta traducción, debemos, por el contrario, abrir muy bien los ojos para no perdernos ni un detalle del maravilloso viaje que supone la lectura de Poe en el lomo de esa bestia de las palabras que es Julio es Cortázar.

Jueves, 25 de Diciembre 2008
Claridad, Puerto Rico
           


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