Muere Chavela Vargas


MÉXICO. - La cantante costarricense de 93 años ha fallecido después de agravarse los problemas respiratorios que sufría por una afección pulmonar | Llevó una vida extrema, marcada por el exceso y la excepción | Ganó mucha plata, pero toda se la bebió, como contaba ella misma a menudo



Chavela Vargas
Chavela Vargas

Chavela Vargas, figura totémica de la canción popular mexicana que elevó el género de las rancheras a una dimensión universal, murió ayer en un hospital de Cuernavaca por las complicaciones de una bronconeumonía. Tenía 93 años y llevaba sobre su pecho el collar chamánico que sólo lucía en sus conciertos. “Silencio, silencio: a partir de hoy las amarguras volverán a ser amargas (...) se ha ido la gran dama Chavela Vargas ”, publicó la cuenta oficial de la cantante en Twitter.

Mujer libre y aguerrida, mantuvo el espíritu de lucha hasta el final, en una agonía que duró más de una semana, y rechazó cualquier tratamiento para prolongar artificialmente su vida. “Ella quiso tener una muerte natural”, dijo el doctor José Manuel Núñez, su médico de cabecera.

Mandando sobre su destino, como acostumbraba. Así se fue la gran voz de México, aunque en realidad nació en Costa Rica, de donde huyó con sólo 17, años tras romper con su familia. Esa primera decisión tajante sería el inicio de una vida extrema, marcada por el exceso y la excepción.

“Mala o buena, no me parezco a nadie. Ese es el éxito”, dijo en los días de su reaparición artística, a principios de los años 90, cuando regresó de un larguísimo abismo de alcohol para redimirse ante el gran público. Porque hasta su rescate, en el que el cineasta español Pedro Almodóvar actuó como demiurgo, Chavela Vargas  fue una artista marginal, siempre a contracorriente, bregando en un mundo de hombres –el de la canción ranchera– que acabó rindiéndose a su deslumbrante singularidad.

Cuando empezó a cantar, a finales de los años 50, sorprendió por su actitud desafiante y su apuesta radical. “No sólo fue su apariencia la que se saltaba las reglas establecidas, sino que musicalmente prescindió del mariachi, con lo que eliminó de las rancheras su carácter de fiesta y mostró al desnudo su profunda desolación”, observó una vez su amigo, el desaparecido ensayista Carlos Monsiváis.

Siempre de pantalón y con su sempiterno jorongo rojo y negro, desafió las conciencias de los bienpensantes. “Me paseaba por el Paseo de la Reforma en mi MG negro, con mi cigarro, y me gritaban cosas espantosas: ‘¡Puta, hija de la chingada, maricona!’. Yo me moría de la risa y les saludaba con un gran gesto”, rememoraba en una entrevista.

De personalidad dominante, franca y optimista, fumadora de puros y con pistola al cinto en sus épocas más bravas, la Vargas  nunca ocultó ni sus adicciones ni su lesbianismo. La pintora Frida Kahlo  fue uno de sus amores y entre sus amistades se contaron Diego Rivera, Pablo Picasso o Carlos Fuentes. Formó parte de la extraordinaria generación de artistas e intelectuales que pobló México a mediados del siglo XX.

Decía que no dejaría de cantar si no hasta que las fuerzas la abandonaran y aseguraba que prefería una vida con paz en el alma que una existencia repleta de dinero. Ganó mucha plata, pero toda se la bebió, contaba ella misma, para luego aclarar: “Soy una mujer con una fuerza brutal que logró salir de los infiernos”.

Tenía más de 40 años cuando debutó en los escenarios, luego de pasar dos décadas malviviendo en las calles de la Ciudad de México, que la adoptó para siempre y la inmortalizó en las paredes del Tenampa, la cantina de la plaza Garibaldi, cuna del mariachi en la capital, donde compartió parrandas interminables con el legendario compositor de rancheras José Alfredo Jiménez, que creó para ella canciones eternas como Un mundo raro. Su discografía, con más de 30 títulos, incorpora temas célebres como Macorina, La llorona, Piensa en mi, No sufras más, Paloma negra, Fallaste corazón, Qué bonito amor o Cruz de olvido. En abril del 2012 lanzó La luna grande, su último trabajo, una musicalización de textos dramáticos, sonetos y romances de García Lorca.

A sabiendas de que podía costarle la vida, decidió cumplir un último deseo y viajar a España  en julio para rendir su particular homenaje al poeta, porque, a su entender, “Federico está en todo lo hermoso del mundo, en cada cosa hermosa que ocurre”. En Madrid tuvo que ser hospitalizada de emergencia por fatiga y de regreso a México volvió a ser ingresada por una insuficiencia respiratoria que finalmente se la llevó a la tumba. “Soy Chavela Vargas, tengo 93 años y estoy grabando un disco (que saldrá muy pronto) para dar una bofetada a los jóvenes que a sus veintitantos se sienten cansados”, escribió en su cuenta de Facebook, al anunciar su último trabajo.

 

 

Homenaje popular desde la plaza Garibaldi

Desde la plaza de Garibaldi, su refugio en noches infinitas de parranda, los mariachis acompañarán a Chavela Vargas hasta el Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana, donde mañana recibirá un homenaje de cuerpo presente. Sus cenizas serán luego aventadas sobre el cerro del Chalchi, en Tepoztlán, el pueblo vecino a Cuernavaca donde vivía la cantante.


Domingo, 5 de Agosto 2012
La Vanguardia, Barcelona, España
           


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