Rescatan la pureza del mast’aku con altares


Tiataco despidió a los “ajayus”, las almas de los difuntos, ayer. La “semana de los muertos” llegó a su final con “La Fiesta de la Vida y la Muerte”, que desde hace años tiene lugar en esa comunidad del valle alto (Arbieto), el sábado siguiente de Todos Santos, bajo el nombre de: Feria de la Wallunk’a Nativa y el Mast’aku.



Rescatan la pureza del mast’aku con altares
La despedida de las almas estuvo marcada por el mast’aku (ofrenda). El ritual rescató la pureza de las mesas, que se arman para recibir a los ajayus en este mundo, denominado el Kay Pacha. Como de costumbre las ofrendas se colocaron debajo la sombra de los gigantescos árboles del Bosque de Algarrobos de Tiataco, un escenario mágico por la altura de las ramas y su armonía con la fiesta.
En Tiataco las almas fueron despedidas como hace años, cuando el mast’aku se servía sobre las tumbas y cuando los familiares construían altares del piso al techo. Con eso se aseguraban de que el alma baje a la tierra y vuelva al cielo, dijo uno de los organizadores del Centro Cultural y Ecológico de Tiataco, Limber Soto. 
Continuó: “Lo que antes se hacía era el mast’aku (tendido en el piso). Pero, con el tiempo han cambiado las cosas. Si vemos desde arriba está Jesús, en un nivel más bajo está la foto del difundo, que desciende por la escalera hasta la mesa donde le ponen las comidas y todas las ofrendas. Representaría todos los niveles de vida desde el cielo hasta la tierra”. 
En la cúspide del altar están el sol y la luna. Los expertos coincidieron en decir que los astros alumbran el recorrido del alma en la tierra, pero también son reconocidos como las primeras divinidades de los incas. Alrededor suelen estar serpientes, llamas y sapos. Todos los animales son vistos como aliados del alma. En cambio, la serpiente sirve para invocar al dios de la lluvia, el rayo, cuando comienza la siembra en noviembre.
En Tiataco no escatimaron en el banquete para los difuntos al rescatar el mast’aku en las tumbas. El ritual, en vías de extinción en las ciudades, cobró vida en la comunidad, distante a 35 kilómetros de la capital.
Cubrieron de blanco y negro, dos tumbas: la de un niño y de una mujer. Para representar su paso en la tierra colocaron dos muñecos de pan o las populares t’antawawas. Sus imágenes eran el elemento central del mast’aku y alrededor les sirvieron sus platos favoritos, frutas, urpus (bocadillos de masa), galletas, dulces y chicha.  
Las almas de Tiataco, además, compartieron con sus similares de Potosí y México. El encuentro fue posible gracias a la llegada de pobladores del Norte de Potosí, que armaron un altar para despedir a los ajayus. Fue una ofrenda sobria y austera, porque la vida en el altiplano está ligada a la pobreza y eso también se refleja en el tributo a los muertos.
Los residentes mexicanos se integraron con una mesa, que se destacó por la imagen de la Virgen de Guadalupe junto a alegorías de calaveras, hechas de chocolate. Pero, también resaltó su riqueza gastronómica con los  frejoles, tortillas y calabaza.
JÓVENES ENAMORAN EN EL COLUMPIO

Rescatan la wallunk’a nativa en el bosque

Después de la despedida de las almas comenzó el cortejo de los jóvenes en la fiesta del columpio más conocida como la wallunk’a nativa. En un esfuerzo por rescatar el decorado original de la celebración los organizadores de la feria se dieron a la tarea de adornar las canastas, típicas de la fiesta, con flores silvestres y coloridos tostados.

Luego, levantaron los arcos para colgar las canastas. Forraron los pilares de madera, con tejidos artesanales y los arreglaron con ilusiones y claves silvestres, las mismas flores que cubrían las canastas.

Con ayuda de los comunarios anclaron las sogas para el columpio, en las ramas más gruesas de los algarrobos. Luego, de la rigurosa decoración comenzaron a columpiarse las primeras jóvenes en busca de hallar en ese bosque a su príncipe azul.

La antropóloga Melvi Mojica contó que la wallunk’a es vital en los jóvenes, como el sitio de encuentro para buscar pareja. El columpio obliga a los pretendientes a impulsar a la joven cortejada y si congenian continuar su romance hasta mayo. Si la relación es exitosa se consuma el 2 y 3 mayo en Santa Vera Cruz, el señor de la fertilidad, con la decisión de la pareja de convivir. 

Aunque la tradición de la wallunk’a perdura y culmina el 25 de noviembre en San Andrés, en el último tiempo ha sufrido modificaciones como el reemplazo de las canastas y las flores por bañadores y víveres.
Lunes, 9 de Noviembre 2009
Los Tiempos, Bolivia
           


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