“Solo Lima necesita unas diez escuelas de música más”


Virtuoso guitarrista y compositor, Javier Echecopar ha dedicado gran parte de su vida al rescate de la música peruana: andina, costeña y, sobre todo, virreinal. Fundador de la Escuela de Música de la PUCP, acaba de editar un disco de música criolla con las canciones de su madre.



“Solo Lima necesita unas diez escuelas de música más”
"Cuando yo tenía seis años, mi hermana tomó clases de guitarra. A los dos meses se cansó y abandonó la guitarra. Yo pasaba y la miraba, pasaba y la miraba. Hasta que un día me trepé a un banquito y la bajé. La empecé a tocar con las cuerdas al aire y, después, con una cuerda y un solo dedo, empecé a sacar melodías. Ahí comenzó todo". Javier Echecopar, guitarrista, compositor y rescatista de nuestra música virreinal (y, también, republicana), nos habla de su encuentro con su instrumento favorito.

¿Empezó con música popular?
Hacía baladas, tocaba temas de Los Dolton’s, de Los Beatles… muy onda popular. Mi grupo se llamaba Los Limones o The Lemon’s, dependiendo de las circunstancias (ríe).

¿Empezar como autodidacta malogra la técnica?
Yo reclamo que se mantengan vivas las dos posibilidades: la calle y la academia. Yo he sido profesor en varios conservatorios franceses y he comprobado hasta qué punto es importante no perder la espontaneidad, haberse vacilado y haber tenido una vida de joda y sin mucha presión.

Antes de ir a Francia pasó por el Conservatorio…
Ingresé en el primer puesto. Es muy importante estudiar en el Perú porque te acerca a tu realidad y, así, puedes hablar de tú con los demás y saber qué puedes aportar. Yo me fui a Europa porque el Conservatorio no podía darme más. Poco antes de partir, tuve encuentros maravillosos con Raúl García Zárate y con Manuelcha. Tenía 20 años y en mi equipaje había música de Ayacucho, de Cusco. Pero, claro, me iba a estudiar 'la gran música’. Yo era muy 'bachiano’.

Entonces, su gusto por lo peruano le viene de toda la vida...
A mí me gustan los sonidos; por ello, estoy abierto a la música buena, sin importar de qué tipo sea esta. De chico, más que música criolla, yo escuchaba huainos. Yo agarraba la radio y me ponía a escucharlos. Me daba un poco de vergüenza y los escuchaba bajito y en horas en que sabía que no había nadie en casa. Allí empecé a distinguir el mestizaje de sus sonidos y me dejé llevar por la magia de la pentafonía.

¿Cuándo nace su interés por rescatar composiciones barrocas y antiguas?
Fue algo progresivo. En el Conservatorio de París, yo cumplía rigurosamente el programa académico, pero no olvidaba mis orígenes. Además, la distancia me hizo revalorar lo nuestro. Me di cuenta de que no había solo lo andino y lo criollo, que había un antes que era la música barroca, y que ella estaba esperando que alguien la rescatase.

¿Cuántos siglos de música peruana aún siguen en los archivos?
Solo hemos recuperado un 20 o 30%. Lo grave es que los pocos trabajos que se han realizado los han hecho extranjeros. Esto no tiene nada de malo, pero necesitamos que los peruanos también se comprometan a este rescate.

Más allá del romanticismo, ¿es música de calidad?
Una vez le dije a Alirio Díaz –el gran guitarrista venezolano, mano derecha de Andrés Segovia–: “Voy a tocar unas cancioncitas virreinales”. Él me respondió: “Cómo vas a decir eso. Esto es una gran música”. Cusco y Lima recibían, antes de los seis meses, los conciertos y misas que se creaban en Europa. La primera ópera americana se escribió aquí: La púrpura de la rosa, de Tomás Torrejón y Velasco. Juan de Araujo –un mestizo– es una maravilla como compositor. ¿Al nivel de Haydn, de Hendel? Es buena música.

¿Cuánto ha contagiado a los peruanos su interés por nuestra vieja música?
Somos un país temeroso y envidioso. Esto es un problema porque es la base mediocre la que se queda. Cuando uno tiene las cosas claras, tiene poca paciencia… y los procesos históricos son lentos. Además, no hay apoyo de la empresa peruana, que no entiende aún la importancia de la cultura.

¿En sus composiciones hay rezagos barrocos, andinos?
Definitivamente. Está Martínez Compañón, está Alicia Maguiña, están Los Beatles, Los Dolton’s, lo negro, lo criollo y lo occidental. Yo lo abarco todo, y eso debemos hacer. Y, sobre todo, no tirarnos atrás porque, por ejemplo, Lima sola necesita, por lo menos, diez escuelas de música más.

Su madre era compositora...
Acabamos de editar un disco con sus temas. Es un sueño cumplido.
Miércoles, 16 de Diciembre 2009
Perú21, Perú
           


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