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Política
"Felicité a Iohannis por su victoria. El pueblo siempre tiene razón", declaró Ponta, quien era el gran favorito de estas elecciones.
Las encuestas a la salida de urnas daban a ambos candidatos empatados.
La movilización, en particular de los jóvenes, cambió las proyecciones, según los analistas.
La tasa final de participación subió a 61%, un récord para el país, donde la fatiga de los electores frente a los electores y la pobreza no han cesado de aumentar en los últimos años.
Klaus Iohannis, de 55 años, es el primer miembro de la minoría alemana que llega a la presidencia de este país, antes comunista, el más pobre la Unión Europea después de Bulgaria, y siempre afectado por la corrupción.
Los rumanos votaban este domingo en segunda vuelta para elegir a su próximo presidente.
Ponta, de 42 años, era apoyado por un electorado esencialmente rural, y contaba con el 54% de intención de voto para la segunda vuelta de los comicios, según los últimos sondeos.
Klaus Iohannis, salía en desventaja, pero algunos expertos consideraban que podía dar la sorpresa, como ocurrió.
Los colegios electorales abrieron a las 07H00 (05H00 GMT) y cerraron a las 21H00 locales.
Veinticinco años después de la caída del dictador Nicolae Ceausescu, estas séptimas elecciones presidenciales son importantes en la historia poscomunista de Rumana, sobre todo en momentos en que la democracia se resiente en países de Europa central como Hungría, y de tensiones entre Bruselas y Moscú por el conflicto en Ucrania.
"En los últimos 25 años, sólo hemos escuchado mentiras y promesas incumplidas. Espero que tengamos finalmente un presidente que respete a la gente y cumpla con lo que promete", dijo Rodica Avram, una profesora de 56 años, tras votar en Bucarest.
Según los analistas, la clave de esta segunda era la movilización. En la primera vuelta, la participación fue baja: sólo el 52,3% de los votantes acudió a las urnas.
La primera vuelta electoral fue caótica para los rumanos del extranjero, favorables a la derecha, lo que alimentó el miedo a una deriva antidemocrática, después de que muchos de ellos no pudieron votar en París, Londres o Viena.
Miles de personas se habían manifestado el viernes en varias ciudades rumanas para pedir elecciones "libres". La presión de la ciudadanía y de la oposición le costó el puesto al ministro de Relaciones Exteriores.
Klaus Iohannis centró su campaña en la lucha contra la corrupción y su voluntad de reformar las estructuras económicas de este país de 20 millones de habitantes.
