Bashar Al Asad.
Entretanto, el presidente de EEUU, Barack Obama, tras exhortar por fin, abiertamente al líder sirio, Bashar Al Asad, a retirarse, inició sus vacaciones estivales de diez días en la isla Martha's Vineyard, en el estado de Massachusetts.
A lo mejor para reflexionar sobre la marcha de los acontecimientos. Es improbable que Obama haya abandonado Washington si cuenta con la pronta retirada de Asad: ante tal perspectiva nadie se va de vacaciones.
Aumenta la presión
Es curioso que ninguna de las sanciones adicionales impuestas por Washington contra Siria (prohibición de importar el petróleo sirio y sus derivados e invertir en el país, congelación de todas las cuentas sirias en los bancos estadounidenses) parecen asustar mucho a Bashar Al Asad.
Probablemente, porque desde hace más de veinte años Damasco no tiene ningunas relaciones económicas con Estados Unidos.
Más que el embargo de Washington y sus gestiones diplomáticas, al presidente sirio le preocupa que el ejemplo de Obama lo sigan Alemania, Francia, Gran Bretaña, Canadá o toda la UE.
Estos países anunciaron que están preparando sanciones, aunque de momento no las han aplicado.
Parece que la paciencia de Rusia también se está agotando. Moscú ya apoyó la resolución de la ONU que condena la represión de la oposición por parte del gobierno de Asad y propuso el inicio de negociaciones y una solución política al problema.
El embajador de Rusia ante la ONU, Vitali Churkin, advirtió a principios de agosto que Kremlin respaldará la reacción del Consejo de Seguridad de la ONU ante los sucesos en Siria para que no repita el “guión libio”.
Si la situación sigue siendo tan alarmante, el siguiente paso que se dará, será la aprobación de una dura resolución del Consejo de Seguridad que significará el aumento de la presión internacional sobre Siria.
Francia, Gran Bretaña y Alemania ya empezaron a preparar tal resolución que podrá incluir sanciones conjuntas internacionales contra Damasco y el embargo sobre suministro de armas.
Aislamiento total
Las autoridades sirias comprenden perfectamente que mientras no se suspenda el intercambio comercial con la UE (que representa el 90% de todas las exportaciones sirias) no habrá ningún bloqueo económico real.
Y tampoco será posible poner en marcha la “democratización” del país mediante un “embargo petrolero”.
Aunque Siria no posee tanto petróleo como para paralizar la economía del país.
Según diferentes valoraciones, sus reservas constituyen tan sólo entre 0,2% y 0,3% de las reservas mundiales.
Aproximadamente una tercera parte de los ingresos del país proviene de las exportaciones de petróleo y gas natural. En los últimos años, debido a la reducción de los volúmenes de extracción, Al Asad planeaba suspender las exportaciones del crudo y vender al extranjero únicamente los productos derivados del petróleo.
De modo que por ahora el principal objetivo de las sanciones adicionales y la condena del régimen sirio actual es imponer un total aislamiento internacional sobre el país.
Washington espera que su ejemplo será seguido por Arabia Saudí, Turquía, Irak y otras monarquías petroleras del golfo Pérsico.
Estas, aunque condenaron la estrategia de Al Asad, y algunas incluso retiraron a sus embajadores del país, no tienen prisa para reclamar la dimisión del presidente sirio. Tampoco hablan de un embargo económico.
Otra esperanza oculta de EEUU es que sus pasos estimulen a la “mayoría silenciosa” en Siria a organizar más protestas contra el régimen.
El Occidente apuesta por que a la oposición se unan los intelectuales, empresarios y gran parte de los militares, que, de momento, sin sentir el apoyo definitivo de los países occidentales, no se deciden a actuar.
La complicada “coreografía siria”
No se trata, sin embargo, de aplicar el “guión libio” en Siria. Sería difícil imaginarlo: los electores tanto en Estados Unidos como en Europa ya están cansados de tantas operaciones militares poco convincentes en Irak, Afganistán y Libia.
Además, está claro, si se toman en consideración los recortes presupuestarios que esperan a EEUU y la UE, que para ello simplemente no habrá dinero.
Otro detalle importante que hace absolutamente imposible el “guión libio” es la extrema tensión en la región.
Un ejemplo, los recientes sucesos ocurridos en Israel y en la Franja de Gaza.
En respuesta al ataque terrorista contra un autobús y un vehículo militar cerca de Eilat que provocó la muerte de 8 personas, los israelíes bombardearon la Franja de Gaza y liquidaron al líder de uno de los grupos de combatientes palestinos.
En estas condiciones, sería más que difícil aprobar una resolución de la ONU como la de “zona de exclusión aérea” en Libia. Además, Rusia no lo permitirá.
Moscú cree, con razón, que los miembros occidentales del Consejo de Seguridad de la ONU interpretaron e interpretan a su voluntad las cláusulas de la resolución sobre Libia.
Kremlin, en este caso, tiene mucho que perder. El presidente ruso, Dmitri Medvédev, realizó el año pasado su primera visita al Oriente Próximo, también a Siria, firmando numerosos acuerdos sobre la ampliación de la cooperación en materia económica, científica, tecnológica, cultural y otras.
Rusia y Siria planean llevar el intercambio comercial hasta los niveles precrisis, es decir, hasta más de mil millones de dólares. Así que es poco probable que Moscú esté de acuerdo con la imposición de un duro embargo económico.
Siria sin Asad
La paradoja más grande del “rompecabezas sirio” es que EEUU, a pesar de haber reclamado la dimisión de Bashar Al Asad, no tiene en realidad ningún guión alternativo preparado para Siria.
En Washington sienten que el líder sirio actual no es el mejor, que ha venido el momento para derrocarlo, pero nadie puede garantizar que sin él todos los problemas del país se podrán solucionar.
Si Washington supiera quién podrá llegar al poder en Siria después de Al Asad, habría empezado a presionar a Damasco hace mucho. O, lo que también es probable, habría dejado de presionarlo.
Pero EEUU no dispone de esta información. Tampoco los que protestan contra Al Asad en Siria tienen candidatos a la presidencia, ni tampoco ningún programa.
Lo único que quieren conseguir es expulsar de Damasco a la familia de los Al Asad. Parece que la ecuación siria tiene demasiadas incógnitas.
Si a Bashar Al Asad le reemplazan los islamistas radicales, es posible que Occidente lamente su retirada.
Ya sin ello, en Oriente Próximo hay suficientes problemas.
Hay un vacío de poder en Egipto, que hasta los últimos sucesos había sido un aliado de EEUU.
El presidente Hosni Mubarak fue destituido del poder mucho más rápido que Al Asad: los disturbios en El Cairo empezaron el 25 de enero y el 11 de febrero el presidente egipcio dimitió.
Mientras Asad se resiste a entregar el poder a pesar de que la oposición trata de derrocarlo desde mediados de marzo.
A lo mejor para reflexionar sobre la marcha de los acontecimientos. Es improbable que Obama haya abandonado Washington si cuenta con la pronta retirada de Asad: ante tal perspectiva nadie se va de vacaciones.
Aumenta la presión
Es curioso que ninguna de las sanciones adicionales impuestas por Washington contra Siria (prohibición de importar el petróleo sirio y sus derivados e invertir en el país, congelación de todas las cuentas sirias en los bancos estadounidenses) parecen asustar mucho a Bashar Al Asad.
Probablemente, porque desde hace más de veinte años Damasco no tiene ningunas relaciones económicas con Estados Unidos.
Más que el embargo de Washington y sus gestiones diplomáticas, al presidente sirio le preocupa que el ejemplo de Obama lo sigan Alemania, Francia, Gran Bretaña, Canadá o toda la UE.
Estos países anunciaron que están preparando sanciones, aunque de momento no las han aplicado.
Parece que la paciencia de Rusia también se está agotando. Moscú ya apoyó la resolución de la ONU que condena la represión de la oposición por parte del gobierno de Asad y propuso el inicio de negociaciones y una solución política al problema.
El embajador de Rusia ante la ONU, Vitali Churkin, advirtió a principios de agosto que Kremlin respaldará la reacción del Consejo de Seguridad de la ONU ante los sucesos en Siria para que no repita el “guión libio”.
Si la situación sigue siendo tan alarmante, el siguiente paso que se dará, será la aprobación de una dura resolución del Consejo de Seguridad que significará el aumento de la presión internacional sobre Siria.
Francia, Gran Bretaña y Alemania ya empezaron a preparar tal resolución que podrá incluir sanciones conjuntas internacionales contra Damasco y el embargo sobre suministro de armas.
Aislamiento total
Las autoridades sirias comprenden perfectamente que mientras no se suspenda el intercambio comercial con la UE (que representa el 90% de todas las exportaciones sirias) no habrá ningún bloqueo económico real.
Y tampoco será posible poner en marcha la “democratización” del país mediante un “embargo petrolero”.
Aunque Siria no posee tanto petróleo como para paralizar la economía del país.
Según diferentes valoraciones, sus reservas constituyen tan sólo entre 0,2% y 0,3% de las reservas mundiales.
Aproximadamente una tercera parte de los ingresos del país proviene de las exportaciones de petróleo y gas natural. En los últimos años, debido a la reducción de los volúmenes de extracción, Al Asad planeaba suspender las exportaciones del crudo y vender al extranjero únicamente los productos derivados del petróleo.
De modo que por ahora el principal objetivo de las sanciones adicionales y la condena del régimen sirio actual es imponer un total aislamiento internacional sobre el país.
Washington espera que su ejemplo será seguido por Arabia Saudí, Turquía, Irak y otras monarquías petroleras del golfo Pérsico.
Estas, aunque condenaron la estrategia de Al Asad, y algunas incluso retiraron a sus embajadores del país, no tienen prisa para reclamar la dimisión del presidente sirio. Tampoco hablan de un embargo económico.
Otra esperanza oculta de EEUU es que sus pasos estimulen a la “mayoría silenciosa” en Siria a organizar más protestas contra el régimen.
El Occidente apuesta por que a la oposición se unan los intelectuales, empresarios y gran parte de los militares, que, de momento, sin sentir el apoyo definitivo de los países occidentales, no se deciden a actuar.
La complicada “coreografía siria”
No se trata, sin embargo, de aplicar el “guión libio” en Siria. Sería difícil imaginarlo: los electores tanto en Estados Unidos como en Europa ya están cansados de tantas operaciones militares poco convincentes en Irak, Afganistán y Libia.
Además, está claro, si se toman en consideración los recortes presupuestarios que esperan a EEUU y la UE, que para ello simplemente no habrá dinero.
Otro detalle importante que hace absolutamente imposible el “guión libio” es la extrema tensión en la región.
Un ejemplo, los recientes sucesos ocurridos en Israel y en la Franja de Gaza.
En respuesta al ataque terrorista contra un autobús y un vehículo militar cerca de Eilat que provocó la muerte de 8 personas, los israelíes bombardearon la Franja de Gaza y liquidaron al líder de uno de los grupos de combatientes palestinos.
En estas condiciones, sería más que difícil aprobar una resolución de la ONU como la de “zona de exclusión aérea” en Libia. Además, Rusia no lo permitirá.
Moscú cree, con razón, que los miembros occidentales del Consejo de Seguridad de la ONU interpretaron e interpretan a su voluntad las cláusulas de la resolución sobre Libia.
Kremlin, en este caso, tiene mucho que perder. El presidente ruso, Dmitri Medvédev, realizó el año pasado su primera visita al Oriente Próximo, también a Siria, firmando numerosos acuerdos sobre la ampliación de la cooperación en materia económica, científica, tecnológica, cultural y otras.
Rusia y Siria planean llevar el intercambio comercial hasta los niveles precrisis, es decir, hasta más de mil millones de dólares. Así que es poco probable que Moscú esté de acuerdo con la imposición de un duro embargo económico.
Siria sin Asad
La paradoja más grande del “rompecabezas sirio” es que EEUU, a pesar de haber reclamado la dimisión de Bashar Al Asad, no tiene en realidad ningún guión alternativo preparado para Siria.
En Washington sienten que el líder sirio actual no es el mejor, que ha venido el momento para derrocarlo, pero nadie puede garantizar que sin él todos los problemas del país se podrán solucionar.
Si Washington supiera quién podrá llegar al poder en Siria después de Al Asad, habría empezado a presionar a Damasco hace mucho. O, lo que también es probable, habría dejado de presionarlo.
Pero EEUU no dispone de esta información. Tampoco los que protestan contra Al Asad en Siria tienen candidatos a la presidencia, ni tampoco ningún programa.
Lo único que quieren conseguir es expulsar de Damasco a la familia de los Al Asad. Parece que la ecuación siria tiene demasiadas incógnitas.
Si a Bashar Al Asad le reemplazan los islamistas radicales, es posible que Occidente lamente su retirada.
Ya sin ello, en Oriente Próximo hay suficientes problemas.
Hay un vacío de poder en Egipto, que hasta los últimos sucesos había sido un aliado de EEUU.
El presidente Hosni Mubarak fue destituido del poder mucho más rápido que Al Asad: los disturbios en El Cairo empezaron el 25 de enero y el 11 de febrero el presidente egipcio dimitió.
Mientras Asad se resiste a entregar el poder a pesar de que la oposición trata de derrocarlo desde mediados de marzo.