Todos preveían que la crisis surgida entre Arabia Saudita y Qatar facilitaría el resurgimiento del eje Riad-Damasco-El Cairo, que dominó la vida política del mundo árabe hasta el inicio de las «primaveras árabes». Pero no ha sido así.
Es posible que el príncipe Mohammed ben Salman conserve aún la esperanza de lograr la victoria en Yemen y que por eso crea inútil intentar un acercamiento a Siria. También es posible que los sauditas, que en el pasado encabezaron la rebelión árabe contra los otomanos, consideren que hoy resulta demasiado peligroso ponerse del lado de Siria, en contra de Turquía. Lo cierto es que la semana pasada, en las negociaciones de Crans-Montana, la ONU, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea de hecho respaldaron la ocupación militar turca en el norte de Chipre, a pesar de ser esta totalmente ilegal. Aunque en Occidente se ha puesto de moda criticar la dictadura de Erdogan, es evidente que la OTAN apoya sin reservas el despliegue militar turco en Chipre, en Siria y en Qatar.
Según la sabiduría popular, «a la Naturaleza le horroriza el vacío» y parece ser cierto porque fue Qatar el que acabó por ponerse en contacto con Damasco. Para el presidente sirio Bachar al Assad, el acercamiento de Qatar es menos importante que si hubiese sido Arabia Saudita… pero aún así es un logro porque siempre será un Estado menos en contra de Siria, cuando en realidad en este momento ya sólo se mantienen en guerra contra Siria –además de algunas transnacionales estadounidenses– el Reino Unido, Turquía e Israel.
El encuentro del 7 de julio de 2017, en la cumbre del G20 realizada en Hamburgo, entre los presidentes Vladimir Putin y Donald Trump parece haber cambiado muchas cosas. La reunión entre Trump y Putin, que debía durar sólo media hora, finalmente duró 4 veces ese tiempo, obligando a los demás jefes de Estado y de gobierno a esperar a que Putin y Trump terminaran su conversación. Todavía no se conocen las decisiones que tomaron los dos presidentes y sus respectivos ministros de Relaciones Exteriores… pero sí se sabe lo que negociaron.
Israel, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos han propuesto poner fin a la guerra contra Siria, lo cual corrobora la victoria de Tel Aviv sobre la resistencia palestina. Esta última se ve actualmente dividida entre al Fatah, que gobierna Ramalah, y el Hamas, al mando en Gaza.
Pero al Fatah, hoy encabezado por Mahmud Abbas, ha ido hundiéndose en la corrupción y está colaborando abiertamente con Israel, mientras que el Hamas, creado por la Hermandad Musulmana, con la bendición inicial de los servicios secretos israelíes para debilitar a al-Fatah, se ha desacreditado, primeramente por sus actos de terrorismo contra los civiles, así como por su increíble comportamiento en la guerra contra Siria. De hecho, sólo Turquía e Irán mantienen su apoyo al Hamas, ahora rechazado por todos los demas Estados.
Sin ningún pudor, el Hamas, que ya en 2012 se alió a los servicios secretos israelíes y a al-Qaeda para masacrar a los dirigentes del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) en el campamento palestino de Yarmuk, en Damasco, ha implorado nuevamente el perdón de Tel Aviv.
Es ese el origen del increíble plan que consiste en reunir a las dos principales facciones palestinas, quitar el mando al viejo Mahmud Abbas –de 82 años–, reconocer un Estado palestino títere y ponerlo bajo la dirección… del general Mohammed Dahlan.
Mohammed Dahlan, es el líder de al-Fatah que se convirtió secretamente en agente de Israel, luchó contra el Hamas de forma salvaje y luego envenenó a Yasser Arafat. Al ser descubierto, Dahlan fue excluido de al-Fatah, huyó a Montenegro y la justicia palestina lo condenó en ausencia. Durante los últimos años, Dahlan residió en los Emiratos Árabes Unidos, donde administraba una fortuna de 120 millones de dólares malversados de los fondos de la Autoridad Palestina. En Gaza, ahora lo recibirían sus enemigos históricos miembros del Hamas, como Yahya Sinwar, el nuevo «primer ministro» de esa organización, un amigo de la infancia del propio Dahlan. Olvidando el pasado, el Hamas pondría a Dahlan, para empezar, a la cabeza de la lucha contra el Ejército del Islam, la rama palestina del Emirato Islámico (Daesh).
Si realmente llega a ponerse en práctica, ese plan marcaría la liquidación definitiva de la resistencia palestina, al cabo de 70 años de lucha.
Es en ese contexto que tenemos que ver el anuncio del acuerdo entre Putin y Trump sobre 3 regiones del sur de Siria. Se autorizaría en ellas el despliegue de tropas estadounidenses, supuestamente para mantener la paz, pero sería en realidad para crear una zona desmilitarizada entre el Golán sirio y el resto del país. Las tropas iraníes no estarían autorizadas a acercarse a Israel. De esa manera, el Golán, territorio sirio que Israel ocupa ilegalmente desde hace 40 años, sería considerado de hecho, y aunque nadie pronuncie esa palabra, como territorio anexado por la potencia ocupante. En octubre de 2018, se eligirían allí los consejos locales de las poblaciones, según la legislación de Israel. Rusia no se opondría… a cambio de que Estados Unidos olvide su actual obsesión con la cuestión de Crimea.
En el resto de Siria podría concluirse la paz, exceptuando la franja que los kurdos han arrebatado al Emirato Islámico y la que ocupan los turcos. Washington y Moscú permitirían que los turcos ajustaran cuentas a los kurdos, lo cual implica que estos últimos serían masacrados. Sucedería entonces exactamente lo mismo que cuando Henry Kissinger apoyó a los kurdos iraquíes contra Saddam Hussein… para acabar abandonándolos de la noche a la mañana, echando por tierra el sueño de creación de un Kurdistán. En definitiva, el ejército turco mantendría la ocupación de la región siria de Al-Bab, como ya ocupa el norte de Chipre y la región de Baachiqa en Irak.
Palestinos y kurdos pagarían así el error de haber luchado por obtener territorios que están fuera de sus tierras históricas –en Jordania y en Líbano, en vez de Palestina, y en Irak y Siria, en vez del Kurdistán.
Israel y Turquía serían así los dos únicos países en sacar alguna ganancia de los 6 años de guerra contra el pueblo sirio.