Bela Tarr, a la derecha.
La película, de una duración de dos horas y media, filmada en blanco y negro en largos planos-secuencia y sin muchos diálogos, es el retrato de ese cochero y de su hija, que viven en una gran pobreza en una finca semiderruida en medio del campo húngaro azotado por un viento constante.
Béla Tarr contó que el origen de esta película estaba en una charla sobre Nietzsche que dictó un día su amigo el escritor Laszlo Krasznahorkai, quien es un ferviente admirador del filósofo.
"El caballo de Turín" arranca con una voz que cuenta así el episodio de la defensa del caballo por Nietzsche:
"En Turín, el 3 de enero de 1889, Friederich Nietzsche salió de su casa situada en el número 6 de la Via Carlo Alberto. No lejos de ahí un cochero tiene problemas con un caballo recalcitrante que se niega a moverse; el cochero pierde la paciencia y comienza a darle latigazos".
"Nietzsche, llorando, se acerca al tumulto que se ha formado en la calle y pone fin al castigo brutal del cochero, abrazándose al cuello del animal".
"El dueño de la pensión de Turín donde se alojaba Nietzsche se lo lleva a casa. El filósofo permanece dos días tirado en la cama, inmóvil y silencioso, antes de murmurar sus últimas célebres palabras, 'Madre soy un tonto'. Vivirá diez años más, sin hablar, demente, cuidado por su madre y su hermana".
"No sabemos lo que ocurrió con el caballo".
Aun cuando no hay un argumento y todo ocurre en esa finca semiderruida --los personajes sólo comen papas hervidas con sal y llevan una vida monótona-- la puesta en escena es grandiosa, hipnotizadora, según el crítico argentino Diego Lerer, presidente del jurado de la FIPRESCI.
"No podemos comunicar la esperanza ni la salvación. Sólo podemos contar las cosas como las vivimos. Vivimos en un mundo terminado ya. Y las cosas que le ocurren al cochero, a su hija y al caballo, nos ocurrirán a nosotros tarde o temprano. Basta saberlo para que no seamos felices", dijo el realizador húngaro en la rueda de prensa que siguió a la proyección.
"Béla Tarr es un ejemplo, una figura importante en el cine independiente europeo gracias a que sus películas poseen un poderoso lenguaje dramatúrgico y cinematográfico", declaró el director de la Berlinale, Dieter Kosslick.
"Con Béla Tarr se sufre al hacer las películas, pero también se goza mucho, es un placer trabajar con él", dijo por su parte la productora Elisabeth Redleaf.
Béla Tarr contó que el origen de esta película estaba en una charla sobre Nietzsche que dictó un día su amigo el escritor Laszlo Krasznahorkai, quien es un ferviente admirador del filósofo.
"El caballo de Turín" arranca con una voz que cuenta así el episodio de la defensa del caballo por Nietzsche:
"En Turín, el 3 de enero de 1889, Friederich Nietzsche salió de su casa situada en el número 6 de la Via Carlo Alberto. No lejos de ahí un cochero tiene problemas con un caballo recalcitrante que se niega a moverse; el cochero pierde la paciencia y comienza a darle latigazos".
"Nietzsche, llorando, se acerca al tumulto que se ha formado en la calle y pone fin al castigo brutal del cochero, abrazándose al cuello del animal".
"El dueño de la pensión de Turín donde se alojaba Nietzsche se lo lleva a casa. El filósofo permanece dos días tirado en la cama, inmóvil y silencioso, antes de murmurar sus últimas célebres palabras, 'Madre soy un tonto'. Vivirá diez años más, sin hablar, demente, cuidado por su madre y su hermana".
"No sabemos lo que ocurrió con el caballo".
Aun cuando no hay un argumento y todo ocurre en esa finca semiderruida --los personajes sólo comen papas hervidas con sal y llevan una vida monótona-- la puesta en escena es grandiosa, hipnotizadora, según el crítico argentino Diego Lerer, presidente del jurado de la FIPRESCI.
"No podemos comunicar la esperanza ni la salvación. Sólo podemos contar las cosas como las vivimos. Vivimos en un mundo terminado ya. Y las cosas que le ocurren al cochero, a su hija y al caballo, nos ocurrirán a nosotros tarde o temprano. Basta saberlo para que no seamos felices", dijo el realizador húngaro en la rueda de prensa que siguió a la proyección.
"Béla Tarr es un ejemplo, una figura importante en el cine independiente europeo gracias a que sus películas poseen un poderoso lenguaje dramatúrgico y cinematográfico", declaró el director de la Berlinale, Dieter Kosslick.
"Con Béla Tarr se sufre al hacer las películas, pero también se goza mucho, es un placer trabajar con él", dijo por su parte la productora Elisabeth Redleaf.