A las 16H00 locales (15H00 GMT) de este lunes, el ministro para Irlanda del Norte, James Brokenshire, anunciará si convoca unos nuevos comicios o suspende la asamblea regional para dar más tiempo a las negociaciones.
"Estoy decidido a ver un gobierno en Stormont", dijo Brokenshire el domingo. "Hablé con la primera ministra (Theresa May) esta tarde, y esa sigue siendo la prioridad del gobierno", añadió.
El Partido Democrático Unionista (DUP), partidario de seguir en el Reino Unido, ganó las elecciones regionales de principios de marzo con 28 escaños sobre 90, sólo un escaño por delante del Sinn Féin republicano, partidario de la unificación de la isla de Irlanda, que nunca había tenido tanto poder y quiere verlo reflejado.
En el conjunto de la Asamblea regional, los unionistas son por primera vez minoría, y los republicanos parecen dispuestos a explotar ese flanco, descontentos con la salida de la Unión Europea (UE) que significará el regreso de la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte y el alejamiento de Dublín y la vieja aspiración de la reunificación.
El frente norirlandés supone una distracción adicional para May, que ya tiene que lidiar con la pretensión del gobierno regional escocés de celebrar otro referéndum de independencia cuando se apresta, el miércoles, a notificar a la Unión Europea su salida del bloque.
El DUP hizo campaña a favor de una salida de la Unión Europea, mientras que el Sinn Féin militó en contra, y en el conjunto de la región, al contrario que en el resultado global nacional, ganó la permanencia.
Los nacionalistas norirlandeses, como los escoceses, siempre vieron la UE como un contrapunto a Londres.
El Acuerdo de Paz de Viernes Santo, que en 1998 puso fin a tres décadas de un conflicto sectario abierto que dejó más de 3.500 muertos, obliga a los primeros partidos de cada comunidad a gobernar juntos en coalición.
Pero los republicanos se niegan a hacerlo si los unionistas mantienen como candidata a jefa de gobierno a Arlene Foster, sospechosa de corrupción en un programa para promover la calefacción limpia cuando era secretaria de Energía.
Además, quieren estatuto oficial para la lengua irlandesa, una medida que incomoda a los unionistas.
"Los resultados de las elecciones transformaron el paisaje político. La posición de los partidos unionistas y los gobiernos tiene que reflejar ese cambio", dijo Michelle O'Neill, la líder del Sinn Féin, al anunciar el domingo que abandonaban la mesa de negociaciones.
Este lunes, Foster acusó a los republicanos de no estar interesados en un compromiso al no haber acudido a las negociaciones en la jornada.
"Estamos decepcionados", dijo Foster a la prensa. Para formar gobierno "tiene que haber espíritu de compromiso, y desgraciadamente no existió".
"Las negociaciones solamente pueden funcionar si los partidos son flexibles", insistió Foster, recordando que "el gobierno de Irlanda del Norte es algo muy serio, no es un juego".
Fue la renuncia a principios de enero del viceprimer ministro y figura histórica del Sinn Féin, Martin McGuinness, fallecido la semana pasada, lo que hizo caer al gobierno y propiciar las segundas elecciones regionales en poco tiempo.
"Tuvimos tres elecciones en estos diez últimos meses, con el referéndum sobre la UE y dos elecciones regionales, de modo que todo el mundo está un poco harto de ir a votar", lamentó Neal Wilson, un irlandés de 34 años que resumió un sentimiento ampliamente compartido por el resto de la población.
"Estoy decidido a ver un gobierno en Stormont", dijo Brokenshire el domingo. "Hablé con la primera ministra (Theresa May) esta tarde, y esa sigue siendo la prioridad del gobierno", añadió.
El Partido Democrático Unionista (DUP), partidario de seguir en el Reino Unido, ganó las elecciones regionales de principios de marzo con 28 escaños sobre 90, sólo un escaño por delante del Sinn Féin republicano, partidario de la unificación de la isla de Irlanda, que nunca había tenido tanto poder y quiere verlo reflejado.
En el conjunto de la Asamblea regional, los unionistas son por primera vez minoría, y los republicanos parecen dispuestos a explotar ese flanco, descontentos con la salida de la Unión Europea (UE) que significará el regreso de la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte y el alejamiento de Dublín y la vieja aspiración de la reunificación.
El frente norirlandés supone una distracción adicional para May, que ya tiene que lidiar con la pretensión del gobierno regional escocés de celebrar otro referéndum de independencia cuando se apresta, el miércoles, a notificar a la Unión Europea su salida del bloque.
- El malestar del Brexit -
El DUP hizo campaña a favor de una salida de la Unión Europea, mientras que el Sinn Féin militó en contra, y en el conjunto de la región, al contrario que en el resultado global nacional, ganó la permanencia.
Los nacionalistas norirlandeses, como los escoceses, siempre vieron la UE como un contrapunto a Londres.
El Acuerdo de Paz de Viernes Santo, que en 1998 puso fin a tres décadas de un conflicto sectario abierto que dejó más de 3.500 muertos, obliga a los primeros partidos de cada comunidad a gobernar juntos en coalición.
Pero los republicanos se niegan a hacerlo si los unionistas mantienen como candidata a jefa de gobierno a Arlene Foster, sospechosa de corrupción en un programa para promover la calefacción limpia cuando era secretaria de Energía.
Además, quieren estatuto oficial para la lengua irlandesa, una medida que incomoda a los unionistas.
"Los resultados de las elecciones transformaron el paisaje político. La posición de los partidos unionistas y los gobiernos tiene que reflejar ese cambio", dijo Michelle O'Neill, la líder del Sinn Féin, al anunciar el domingo que abandonaban la mesa de negociaciones.
- "Hartos de votar" -
Este lunes, Foster acusó a los republicanos de no estar interesados en un compromiso al no haber acudido a las negociaciones en la jornada.
"Estamos decepcionados", dijo Foster a la prensa. Para formar gobierno "tiene que haber espíritu de compromiso, y desgraciadamente no existió".
"Las negociaciones solamente pueden funcionar si los partidos son flexibles", insistió Foster, recordando que "el gobierno de Irlanda del Norte es algo muy serio, no es un juego".
Fue la renuncia a principios de enero del viceprimer ministro y figura histórica del Sinn Féin, Martin McGuinness, fallecido la semana pasada, lo que hizo caer al gobierno y propiciar las segundas elecciones regionales en poco tiempo.
"Tuvimos tres elecciones en estos diez últimos meses, con el referéndum sobre la UE y dos elecciones regionales, de modo que todo el mundo está un poco harto de ir a votar", lamentó Neal Wilson, un irlandés de 34 años que resumió un sentimiento ampliamente compartido por el resto de la población.