El capitán Jair Messias Bolsonaro parece ya dirigido a ganar las elecciones del próximo día 28 en Brasil y su campaña avanza a paso firme con una agenda conservadora, que incluye liberar la venta de armas y la doctrina bíblica entre sus banderas.
Punto más, punto menos, todos los sondeos dicen que Bolsonaro, el líder emergente de una ultraderecha que desempolva el ideario más conservador, será elegido presidente de Brasil con cerca del 60 % de los votos, frente al 40 % que obtendría Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), formación que gobernó entre 2003 y 2016.
La última encuesta, difundida este jueves por la firma Datafolha, dice que el capitán de la reserva del Ejército logrará un 59 % de los votos y que Haddad, quien heredó su candidatura de Luiz Inácio Lula da Silva, en la cárcel por corrupción, se quedará en un 41 %.
Una de las principales ofertas de Bolsonaro es liberar la venta de armas a civiles, para reforzar el combate a una delincuencia que se ha desbordado en un país en el que se registran cerca de 60.000 muertes violentas anuales.
También propone reducir la edad de responsabilidad penal -hoy fijada en 18 años- a 17 primero y luego a 16; dotar de "seguridad jurídica" a los policías que maten delincuentes en el ejercicio de sus funciones y acabar con la financiación oficial a organismos de derechos humanos.
Junto con ello, ha prometido un estricto apego a los principios religiosos, mezclados con proclamas nacionalistas, que resume en un lema de campaña ("Brasil encima de todo, Dios encima de todos") que sintetiza su convicción cristiana y parte del ideario militar.
"A fines de 2014 resolví disputar las elecciones de 2018 y, por tanto, comencé a andar por Brasil y adopté una bandera, que es un pasaje bíblico: Juan 8:32: 'Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres'", repite a diario Bolsonaro en su propaganda electoral.
En el equipo que prepara su eventual gestión de Gobierno conviven generales, empresarios neoliberales, economistas vinculados a la escuela de Chicago y pastores de las iglesias evangelistas, las que más crecen en Brasil y a las que se ha acercado en los últimos años.
Bolsonaro, católico descendiente de italianos y alemanes, se ha casado tres veces y la última fue en 2013, en un rito evangelista celebrado por el pastor Silas Malafaia, uno de los más influyentes y conservadores pastores del país.
En 2016, viajó a Israel y fue bautizado en el río Jordán, de gran simbolismo para los evangelistas, por el pastor Everaldo Dias, otro conocido líder religioso que también se ha aventurado en política y llegó a ser candidato a la Presidencia en 2014.
El talante militar de Bolsonaro lo refuerza el general de la reserva del Ejército Hamilton Mourao, su compañero de fórmula y quien, como el propio candidato, defiende la dictadura que gobernó el país entre 1964 y 1985.
El líder de la ultraderecha también ha prometido que reducirá a la mitad el número de ministerios, de los actuales 30 a 15, y que al menos una tercera parte de ellos estará dirigido por militares.
Aunque aún no lo ha confirmado, esos ministros pudieran salir de un grupo coordinado por tres generales y un brigadier, que integran otros militares y civiles y que afina el posible plan de Gobierno.
Una de las propuestas ya elaboradas por ese grupo se refiere al área de educación, fue adelantada por el general Aléssio Ribeiro Souto y apunta a eliminar la "ideología" de las escuelas y, entre otras cosas, enseñar "la verdad" sobre el régimen militar de 1964.
Otra promesa de Bolsonaro es retirar al país del Acuerdo de París contra el Cambio Climático, tal como hizo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a quien tiene entre sus referencias políticas.
Eso es apoyado por los empresarios del campo brasileño, reunidos en la Unión Democrática Rural (URD), entidad civil presidida por el hacendado Luiz Antônio Nabhan Garcia, un "consejero" de Bolsonaro y citado como posible ministro de Agricultura, un despacho al que sería anexada la actual cartera de Medioambiente.
Según Nabhan Garcia, Brasil cuenta con una legislación apropiada y el Acuerdo de París contraría algunos de sus dispositivos, por lo que un tratado internacional "no puede" vulnerar la "soberanía" ni establecer límites de deforestación, así sea en la Amazonía.
Punto más, punto menos, todos los sondeos dicen que Bolsonaro, el líder emergente de una ultraderecha que desempolva el ideario más conservador, será elegido presidente de Brasil con cerca del 60 % de los votos, frente al 40 % que obtendría Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), formación que gobernó entre 2003 y 2016.
La última encuesta, difundida este jueves por la firma Datafolha, dice que el capitán de la reserva del Ejército logrará un 59 % de los votos y que Haddad, quien heredó su candidatura de Luiz Inácio Lula da Silva, en la cárcel por corrupción, se quedará en un 41 %.
Una de las principales ofertas de Bolsonaro es liberar la venta de armas a civiles, para reforzar el combate a una delincuencia que se ha desbordado en un país en el que se registran cerca de 60.000 muertes violentas anuales.
También propone reducir la edad de responsabilidad penal -hoy fijada en 18 años- a 17 primero y luego a 16; dotar de "seguridad jurídica" a los policías que maten delincuentes en el ejercicio de sus funciones y acabar con la financiación oficial a organismos de derechos humanos.
Junto con ello, ha prometido un estricto apego a los principios religiosos, mezclados con proclamas nacionalistas, que resume en un lema de campaña ("Brasil encima de todo, Dios encima de todos") que sintetiza su convicción cristiana y parte del ideario militar.
"A fines de 2014 resolví disputar las elecciones de 2018 y, por tanto, comencé a andar por Brasil y adopté una bandera, que es un pasaje bíblico: Juan 8:32: 'Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres'", repite a diario Bolsonaro en su propaganda electoral.
En el equipo que prepara su eventual gestión de Gobierno conviven generales, empresarios neoliberales, economistas vinculados a la escuela de Chicago y pastores de las iglesias evangelistas, las que más crecen en Brasil y a las que se ha acercado en los últimos años.
Bolsonaro, católico descendiente de italianos y alemanes, se ha casado tres veces y la última fue en 2013, en un rito evangelista celebrado por el pastor Silas Malafaia, uno de los más influyentes y conservadores pastores del país.
En 2016, viajó a Israel y fue bautizado en el río Jordán, de gran simbolismo para los evangelistas, por el pastor Everaldo Dias, otro conocido líder religioso que también se ha aventurado en política y llegó a ser candidato a la Presidencia en 2014.
El talante militar de Bolsonaro lo refuerza el general de la reserva del Ejército Hamilton Mourao, su compañero de fórmula y quien, como el propio candidato, defiende la dictadura que gobernó el país entre 1964 y 1985.
El líder de la ultraderecha también ha prometido que reducirá a la mitad el número de ministerios, de los actuales 30 a 15, y que al menos una tercera parte de ellos estará dirigido por militares.
Aunque aún no lo ha confirmado, esos ministros pudieran salir de un grupo coordinado por tres generales y un brigadier, que integran otros militares y civiles y que afina el posible plan de Gobierno.
Una de las propuestas ya elaboradas por ese grupo se refiere al área de educación, fue adelantada por el general Aléssio Ribeiro Souto y apunta a eliminar la "ideología" de las escuelas y, entre otras cosas, enseñar "la verdad" sobre el régimen militar de 1964.
Otra promesa de Bolsonaro es retirar al país del Acuerdo de París contra el Cambio Climático, tal como hizo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a quien tiene entre sus referencias políticas.
Eso es apoyado por los empresarios del campo brasileño, reunidos en la Unión Democrática Rural (URD), entidad civil presidida por el hacendado Luiz Antônio Nabhan Garcia, un "consejero" de Bolsonaro y citado como posible ministro de Agricultura, un despacho al que sería anexada la actual cartera de Medioambiente.
Según Nabhan Garcia, Brasil cuenta con una legislación apropiada y el Acuerdo de París contraría algunos de sus dispositivos, por lo que un tratado internacional "no puede" vulnerar la "soberanía" ni establecer límites de deforestación, así sea en la Amazonía.