TOKIO, (AFP) -
Muchas de ellas no consiguieron entrar en el teatro, construido hace 60 años en forma de santuario shinto, para asistir a las ceremonias de clausura en las que se representaron vistosos dramas, como el de una joven poseída por un amor no correspondido que se transforma en una serpiente.
Y es que las últimas entradas se habían agotado.
"Quería venir a cualquier precio", contó el jubilado Kiyoshi Inba, un septuagenanio afortunado que consiguió entradas para unirse a los 2.000 espectadores en la primera de las dos ceremonias idénticas de tres horas.
"No sé si viviré todavía cuando lo hayan reedificado", afirmó.
De tres plantas, el Kabukiza, con sus tejados en pagoda y sus linternas rojas, simbolizaba para muchos la época apacible de la era Showa, que convirtió Japón en una potencia económica después de la derrota de 1945.
Durante varias décadas exhibió los más bellos kabuki, en los que los actores, todo ellos varones, interpretaban papeles enfundados en trajes extravagantes, con el rostro embadurnado con maquillaje de vivos colores.
La compañía de cine y espectáculos Shochiku, propietaria del edificio, planea demolerlo en mayo y construir en su lugar una torre de oficinas de 49 plantas de aquí a 2013, por un importe de 43.000 millones de yenes (unos 460 millones de dólares).
Oficialmente, la decisión se tomó porque el Kabukiza incumplía las normas antisísmicas. Shockiku asegura que se reconstruirá un nuevo teatro, con algunos elementos de la fachada de origen, en la planta baja del rascacielos.
"Permítannos desear que el nuevo Kabukiza llegue a ser un excelente teatro con influencia global", declaró en el escenario Tojuro Sakata IV, de 78 años, el decano de los actores de Kabuki, ante 200 intérpretes durante un rito de buenos augurios.
"Volveré aquí dentro de tres años", predijo Nouko Takami, una azafata vestida con quimono que reside en París y solía visitar el templo en cuanto podía.
Durante las obras, el espectáculo seguirá en otros teatros de la capital y del país, pero para muchos nostálgicos la desaparición del Kabukiza marca el fin de una época.
El primer Kabukiza databa de 1889, pero fue reconstruido varias veces debido a incendios, al gran seísmo de 1923 en Tokio y a los bombardeos estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial.
El edificio actual, con una capacidad de 2.000 asientos, fue edificado en 1950, con elementos recuperados en el lugar del bombardeo.
Muchas de ellas no consiguieron entrar en el teatro, construido hace 60 años en forma de santuario shinto, para asistir a las ceremonias de clausura en las que se representaron vistosos dramas, como el de una joven poseída por un amor no correspondido que se transforma en una serpiente.
Y es que las últimas entradas se habían agotado.
"Quería venir a cualquier precio", contó el jubilado Kiyoshi Inba, un septuagenanio afortunado que consiguió entradas para unirse a los 2.000 espectadores en la primera de las dos ceremonias idénticas de tres horas.
"No sé si viviré todavía cuando lo hayan reedificado", afirmó.
De tres plantas, el Kabukiza, con sus tejados en pagoda y sus linternas rojas, simbolizaba para muchos la época apacible de la era Showa, que convirtió Japón en una potencia económica después de la derrota de 1945.
Durante varias décadas exhibió los más bellos kabuki, en los que los actores, todo ellos varones, interpretaban papeles enfundados en trajes extravagantes, con el rostro embadurnado con maquillaje de vivos colores.
La compañía de cine y espectáculos Shochiku, propietaria del edificio, planea demolerlo en mayo y construir en su lugar una torre de oficinas de 49 plantas de aquí a 2013, por un importe de 43.000 millones de yenes (unos 460 millones de dólares).
Oficialmente, la decisión se tomó porque el Kabukiza incumplía las normas antisísmicas. Shockiku asegura que se reconstruirá un nuevo teatro, con algunos elementos de la fachada de origen, en la planta baja del rascacielos.
"Permítannos desear que el nuevo Kabukiza llegue a ser un excelente teatro con influencia global", declaró en el escenario Tojuro Sakata IV, de 78 años, el decano de los actores de Kabuki, ante 200 intérpretes durante un rito de buenos augurios.
"Volveré aquí dentro de tres años", predijo Nouko Takami, una azafata vestida con quimono que reside en París y solía visitar el templo en cuanto podía.
Durante las obras, el espectáculo seguirá en otros teatros de la capital y del país, pero para muchos nostálgicos la desaparición del Kabukiza marca el fin de una época.
El primer Kabukiza databa de 1889, pero fue reconstruido varias veces debido a incendios, al gran seísmo de 1923 en Tokio y a los bombardeos estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial.
El edificio actual, con una capacidad de 2.000 asientos, fue edificado en 1950, con elementos recuperados en el lugar del bombardeo.