Carlos Castaneda
En Rusia Castaneda goza de una popularidad especial. Le conocen como un mago, chamán, gurú, fundador de una teoría del “camino del guerrero” y de la verdadera estructura del mundo.
En realidad, la fecha exacta de su nacimiento, al igual que los demás datos biográficos de Castaneda, no se conocen exactamente. Lo único que se sabe es que murió el 27 de abril de 1998 en Los Ángeles. Para averiguar su fecha de nacimiento y otros datos de su vida los periodistas de la revista “Time” tuvieron que espiar.
Castaneda cultivó el misterio en torno a su vida afirmando que la biografía personal no tiene sentido para un mago, que es un camino falso para conocer a un hombre, porque para de manera innatural al hombre que está subiendo a lo largo de los rayos de energía (“las líneas del mundo”) y le encierra dentro de un capullo de información falsa. Por eso se abstenía de dar entrevistas, prohibía que le sacasen las fotos e incluso no permitía que grabaran su voz, afirmando que sería una profanación de comunicación verdadera. Aducía la teoría de su gran maestro, chamán Don Juan Matus, un indio de la tribu yaqui, quien, según Castaneda, le dijo: “Carlos, líbrate de todo lo personal”.
Pero existen otras explicaciones, menos complicadas, a este comportamiento maniático de Castaneda. Aun cuando estaba vivo el antropólogo, sus colegas, expertos en la cultura india, le acusaban de haber inventado a don Juan y de engañar hábilmente a centenas de simplones, ganando millones de dólares gracias al fantasma del mago que no existió en realidad.
Carlos respondía que es la realidad como tal la que no existe y que toda la visión del mundo que existe en la conciencia del hombre blanco contemporáneo es falsa desde el principio…
En todo caso, Carlos Castaneda merece ser comparado con Bertrand Russell, el destacado crítico de conciencia europea. Su obra es comparable también a las visiones místicas del genio Jakob Böhme, quien fue el primero de los grandes diletantes que intentaron romper los esquemas preconcebidos de la realidad. Castaneda también fue uno de ellos.
La historia empezó de manera bastante trivial. Un estudiante despistado de la Universidad de California en Los Ángeles, Carlos César Salvador Aranha Castañeda, tenía que prepararse para defender la tesis magistral en antropología, obteniendo datos concretos de un cierto problema étnico, por ejemplo, de cómo los indígenas mexicanos utilizan el cactus peyote, conocido por sus efectos alucinógenos, como una medicina.
Por no tener datos ningunos, Carlos los inventó. Su tesis no contenía ni un dato verdadero.
Esta versión la confirman las palabras de su hermana (cuya existencia Carlos negaba) que dijo que desde niño fue un gran inventor e incluso embustero. Asimismo, la revista “Time” descubrió en los documentos del servicio de inmigración que Castaneda no nació en 1935, como lo afirmaba, sino 10 años antes, que era de Perú y no brasileño, que durante toda su niñez estuvo al lado de su madre y no era huérfano, como afirmó, etc.
El trabajo titulado “Las enseñanzas de don Juan. Una forma yaqui de conocimiento” no pudo sino impactar al catedrático de la universidad quien creyó que el joven antropólogo había logrado entrar en contacto con un mago, quien no sólo le reveló los secretos de peyote, sino también le hizo su aprendiz y le reveló los más grandes secretos del mundo como lo ven los chamanes, guardianes de la esotérica milenaria capaces de transmitir su conciencia al futuro con ayuda de un rayo de energía síquica.
¿Cómo podía sospechar que no era verdad, si el estudiante insistía en que simplemente había apuntado palabra por palabra lo oído del indio? El mundo de magos con su singular sistema de conceptos parecía verdadero, tan bien pensado era. Allí estaban el tonal y el nagual, el fuego interno, y el camino del guerrero…
Bien pronto la casa editora de la universidad University of California Press (1968) editó su obra estudiantil con una tirada modesta, y la obra de Castaneda se convirtió inmediatamente en un éxito de venta, editado en unos meses en unos millones. Castaneda se hizo millonario y, al entender que encontró un filón de oro, editó en seguida otras dos obras maestras de su imaginación genial: Una realidad aparte (1971) y Viaje a Ixtlán (1972). En estas novelas asombrosas, escritas como obras de no ficción, el escritor pensó muy bien cada detalle de la mitología de chamanismo, como lo había hecho en sus tiempos su precursor Tolkien, quien, a diferencia de Castaneda, no daba su invención por realidad. Como los escépticos exigían que Castaneda mostrara al don Juan al público, muy pronto resultó que el viejo indio había muerto sin dejar huella alguna de su existencia.
Leyendo su libro Viaje a Ixtlán no me di cuenta de que era un libro de un género literario nuevo, una novela visión, un diario de sueños, un thriller místico. Pero intuía que tenía en mis manos una obra maestra literaria y nunca dudaría de su valor estético. Sin embargo, no queda claro si tienen sus obras valor filosófico y sentido científico.
Creo que Castaneda logró crear su propio sistema de conceptos singulares, al que uno no puede sino admirar, un sistema que cambia la percepción humana de la realidad y que deja al lector pasmado por el entrelazamiento de sus verdades y fantasías, mistificaciones y experiencias.
Las obras de Castaneda pertenecen, a mi ver, al mismo tiempo a la ciencia y a la fantasía.
*Anatoli Koroliov es el miembro del PEN Club ruso.
En realidad, la fecha exacta de su nacimiento, al igual que los demás datos biográficos de Castaneda, no se conocen exactamente. Lo único que se sabe es que murió el 27 de abril de 1998 en Los Ángeles. Para averiguar su fecha de nacimiento y otros datos de su vida los periodistas de la revista “Time” tuvieron que espiar.
Castaneda cultivó el misterio en torno a su vida afirmando que la biografía personal no tiene sentido para un mago, que es un camino falso para conocer a un hombre, porque para de manera innatural al hombre que está subiendo a lo largo de los rayos de energía (“las líneas del mundo”) y le encierra dentro de un capullo de información falsa. Por eso se abstenía de dar entrevistas, prohibía que le sacasen las fotos e incluso no permitía que grabaran su voz, afirmando que sería una profanación de comunicación verdadera. Aducía la teoría de su gran maestro, chamán Don Juan Matus, un indio de la tribu yaqui, quien, según Castaneda, le dijo: “Carlos, líbrate de todo lo personal”.
Pero existen otras explicaciones, menos complicadas, a este comportamiento maniático de Castaneda. Aun cuando estaba vivo el antropólogo, sus colegas, expertos en la cultura india, le acusaban de haber inventado a don Juan y de engañar hábilmente a centenas de simplones, ganando millones de dólares gracias al fantasma del mago que no existió en realidad.
Carlos respondía que es la realidad como tal la que no existe y que toda la visión del mundo que existe en la conciencia del hombre blanco contemporáneo es falsa desde el principio…
En todo caso, Carlos Castaneda merece ser comparado con Bertrand Russell, el destacado crítico de conciencia europea. Su obra es comparable también a las visiones místicas del genio Jakob Böhme, quien fue el primero de los grandes diletantes que intentaron romper los esquemas preconcebidos de la realidad. Castaneda también fue uno de ellos.
La historia empezó de manera bastante trivial. Un estudiante despistado de la Universidad de California en Los Ángeles, Carlos César Salvador Aranha Castañeda, tenía que prepararse para defender la tesis magistral en antropología, obteniendo datos concretos de un cierto problema étnico, por ejemplo, de cómo los indígenas mexicanos utilizan el cactus peyote, conocido por sus efectos alucinógenos, como una medicina.
Por no tener datos ningunos, Carlos los inventó. Su tesis no contenía ni un dato verdadero.
Esta versión la confirman las palabras de su hermana (cuya existencia Carlos negaba) que dijo que desde niño fue un gran inventor e incluso embustero. Asimismo, la revista “Time” descubrió en los documentos del servicio de inmigración que Castaneda no nació en 1935, como lo afirmaba, sino 10 años antes, que era de Perú y no brasileño, que durante toda su niñez estuvo al lado de su madre y no era huérfano, como afirmó, etc.
El trabajo titulado “Las enseñanzas de don Juan. Una forma yaqui de conocimiento” no pudo sino impactar al catedrático de la universidad quien creyó que el joven antropólogo había logrado entrar en contacto con un mago, quien no sólo le reveló los secretos de peyote, sino también le hizo su aprendiz y le reveló los más grandes secretos del mundo como lo ven los chamanes, guardianes de la esotérica milenaria capaces de transmitir su conciencia al futuro con ayuda de un rayo de energía síquica.
¿Cómo podía sospechar que no era verdad, si el estudiante insistía en que simplemente había apuntado palabra por palabra lo oído del indio? El mundo de magos con su singular sistema de conceptos parecía verdadero, tan bien pensado era. Allí estaban el tonal y el nagual, el fuego interno, y el camino del guerrero…
Bien pronto la casa editora de la universidad University of California Press (1968) editó su obra estudiantil con una tirada modesta, y la obra de Castaneda se convirtió inmediatamente en un éxito de venta, editado en unos meses en unos millones. Castaneda se hizo millonario y, al entender que encontró un filón de oro, editó en seguida otras dos obras maestras de su imaginación genial: Una realidad aparte (1971) y Viaje a Ixtlán (1972). En estas novelas asombrosas, escritas como obras de no ficción, el escritor pensó muy bien cada detalle de la mitología de chamanismo, como lo había hecho en sus tiempos su precursor Tolkien, quien, a diferencia de Castaneda, no daba su invención por realidad. Como los escépticos exigían que Castaneda mostrara al don Juan al público, muy pronto resultó que el viejo indio había muerto sin dejar huella alguna de su existencia.
Leyendo su libro Viaje a Ixtlán no me di cuenta de que era un libro de un género literario nuevo, una novela visión, un diario de sueños, un thriller místico. Pero intuía que tenía en mis manos una obra maestra literaria y nunca dudaría de su valor estético. Sin embargo, no queda claro si tienen sus obras valor filosófico y sentido científico.
Creo que Castaneda logró crear su propio sistema de conceptos singulares, al que uno no puede sino admirar, un sistema que cambia la percepción humana de la realidad y que deja al lector pasmado por el entrelazamiento de sus verdades y fantasías, mistificaciones y experiencias.
Las obras de Castaneda pertenecen, a mi ver, al mismo tiempo a la ciencia y a la fantasía.
*Anatoli Koroliov es el miembro del PEN Club ruso.